"Capítulo veintitres"

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Las lesiones de la japonesa no eran realmente graves. Moretones en su rostro y cuello, contusiones leves en la cabeza, su labio y pómulo roto, y su ojo izquierdo morado.

Lamentablemente, no se puede decir lo mismo sobre su estado de salud psicológico, pues desde que llegó a su casa, no ha querido recibir visitas de ningún tipo.

Mina tuvo que ir al hospital para que le revisaran sus lesiones y si con la falta de oxígeno, pudo haber tenido algún tipo de problema en su cerebro. Afortunadamente, sólo tenía las contusiones visibles.

Hace una semana que Mina no iba a la escuela, preocupando a sus amigas y a Nayeon, pues no contestaba el teléfono y cuando iban de visita, la madre o el padre de Mina no las dejaba entrar.

Es por eso que cuando Nayeon no aguantó más, decidió infiltrarse en la casa de la menor.

Ya era de noche y todos en la casa parecían estar durmiendo, por lo que era el momento indicado para ir a la ventana de la japonesa y corroborar su estado de salud.

Gracias a la información que les propició las amigas de Myoui, pudo averiguar cuál era la habitación de la japonesa, por lo que sólo tendría que buscar una forma de subir a su ventana.

Llegó a la zona baja de la casa, justo abajo del cuarto de Mina, que gracias a Dios tenía un balcón. Con cuidado, trepó por las cañerías que daban al ventanal y rezó para que no se rompan.

Con dificultad, puso un pie sobre las losas del balcón y con sus brazos se aferró a las barandas de metal, que amenazaban con doblarse a causa del peso de la castaña. Con la mitad de su cuerpo dentro de la terraza, sólo faltó un poco de fuerza para poder entrar del todo y cuando lo hizo, lamentablemente causó un ruido medianamente fuerte que logró alertar a la japonesa.

Confundida, Mina se asomó por el ventanal y se encontró con la figura de la coreana tirada en el piso y sobándose el codo.

—¿Nayeon? —susurró sorprendida—, ¿Qué estás haciendo aquí?

Lentamente, la castaña se incorporó y apoyó su espalda en el barandal, retomando fuerzas y suspirando con cansancio.

—No haz querido recibir visitas —reprochó con el ceño fruncido—, así que vine para ver si estabas bien.

El vientre de Mina se removió por los nervios y una sonrisa tonta se asomó por los labios de la pelinegra, que miraba con diversión como la coreana acariciaba su codo lastimado.

—No quería que me vieran así —se excusó, cerrando el ventanal detrás de ella y colocándose a un lado de la castaña.

—No hay nada que un par de cicatrices me hagan cambiar de opinión —se acercó levemente y acarició la mejilla de la contraria, la misma que en su pómulo tenía un gran moretón—. Sigues siendo hermosa, Myoui Mina.

—Puse una orden de alejamiento para Jaebum —le avisó, tratando de evitar el comentario de la mayor.

Pero eso Nayeon ya lo sabía.

Cuando llegó a su casa, sus padres estaban sentados en el sofá y Jaebum entre ellos.

Vamos a llevar a tu hermano a un reformatorio —y aunque quiso sentir lástima por su hermano, sólo pudo sentir alegría y una profunda indiferencia hacia el mayor.

—Me parece bien —comentó mientras subía las escaleras.

La japonesa apoyó la cabeza en el hombro de la castaña y soltó un largo suspiro.

—Siento no haber permitido visitas —se abrazó a sí misma y cerró sus ojos mientras sentía los dedos de la mayor jugar con su cabello.

—¿Estás bien? —la pelinegra mordió su labio inferior y dudó un segundo en si debía responder con la verdad.

Devil || MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora