"Capítulo diez"

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Cuando Mina entró a la escuela, ya sabía que todo el mundo estaba enterado de su "relación" con Jaebum. Tampoco fue muy difícil de saberlo, pues el mayor se dedicó a casi gritar por los cuatro vientos que "Mina Myoui era su novia"

Claramente el mensaje también le llegó a Nayeon.

—¿Por qué no nos dijiste nada? —cuestión Chaeyoung apenas puso un pie en el salón.

—Por qué no se cierto, ayer sólo lo besé y él ya piensa que nos vamos a casar —a decir verdad, Mina ya estaba comenzando a hartarse de la actitud del pelinegro—. Tú sabes que si así fuera, hubieras sido la primera en saberlo.

Y no se habló más del tema hasta la hora del almuerzo.

—¿Hay papas fritas? Vamos a comprar por favor —suplicó la pelinegra.

—Está bien, vamos a buscar dinero a mi casillero primero —la más alta asintió rápidamente y caminaron hacia el lugar recién nombrado.

Mientras la menor colocaba su contraseña, Mina aprovechó, ya que sus casilleros estaban cerca, de dejar su chaqueta en su locker.

Abrió la puerta, recordando el momento en que Nayeon cambió su contraseña y cuando estaba apunto de meter la chaqueta dentro, una gran explosión de pintura la manchó entera.

Rápidamente, limpió sus ojos con su puño cerrado y se dió cuenta que parte del pasillo y medio cuerpo suyo estaban llenos de pintura negra. Frunció el ceño y la rabia se apoderó de su cuerpo, girando la cabeza de un lado a otro para buscar a la obvia culpable.

Y la encontró, parada en medio del casillero con su teléfono en la mano, grabándola.

—¿Qué pasó? ¿No te gustó el color? —se rió burlesca, cortando la grabación y guardando su teléfono.

—¡TE VOY A MATAR!!—gritó enfurecida, corriendo directamente hacia la mayor, quien escapó rápidamente de la japonesa por los pasillos.

Al ser más alta que ella, Nayeon tampoco tenía muchas posibilidades de ganar la carrera, por lo que optó por lo más obvio, meterse en el comedor.

Y así lo hizo, se escabulló entre la gente y entró de un portazo a la gran sala, seguida de la menor, quien cegada por la rabia no se dió cuenta que entró en un comedor lleno de estudiantes que la miraban con extrañeza.

Pero cuando sus ojos se llenaron de lágrimas por la humillación, la figura de Im Jaebum apareció frente a sus ojos, mirándola con preocupación.

—¿Mina? ¿Estás bien? —y sin más, la menor abrazó al contrario, para luego mirar hacia el frente y mirar con odio a Nayeon, quién la veía con tristeza.

—Llévame al baño por favor —el pelinegro asintió con la cabeza y tomó su mano, entrelazándola y llevándosela de ahí.

Caminaron juntos al baño de mujeres, y al llegar, Jaebum la esperó fuera.

Las lágrimas salieron solas apenas puso un pie dentro del baño y caminó rápidamente hacia el lavamanos, dando el agua y limpiando los rastros de pintura de su cara y brazos. Jaebum le había dado su camisa para poder cambiarse.

Una vez que quedó medianamente limpia, entró a un cubículo y se cambió la ropa, que se encontraba empapada de pintura.

—¿Mina? —la temerosa voz de Nayeon se hizo presente en aquel frío lugar y la japonesa hizo lo posible por aguantar la respiración y así hacer que se vaya—. Sé que estás aquí, mi hermano está afuera.

El timbre para la entrada a las clases sonó, pero ninguna de las dos se movió de su lugar, Mina sentada en el retrete tratando de no derramar más lágrimas de impotencia y Nayeon con los brazos cruzados y la mirada apenada.

—Déjame sola, Im —soltó con ira, abriendo de golpe la puerta del cubículo y caminado amenazante hacia ella—. Y hablo en todo sentido, déjame en paz de una puta vez, que ya no sé de qué forma decírtelo.

—Entiendo que estés enojada, pero por favor no me odies mucho —sus ojos se conectaron con los de la menor y Mina casi sintió pena.

—Muy tarde para eso, Nayeon —contestó amargamente, pasando por su lado y dirigiéndose a la puerta.

—Estaba celosa, Myoui —dijo con un nudo en la garganta.

—¿Disculpa? —la pelinegra se dió media vuelta, encarando a la mayor.

—¿Cómo pretendes no ilusionarme si un día me besas y a los días te besas con mi hermano? —la castaña cerró sus puños y mordió el interior de sus mejillas, notando como el ceño de la contraria se iba relajando lentamente.

—Estaba borracha, Nayeon —trató de convencerse a sí misma—. No me gustas.

—Entonces dime que cuando me besaste no sentiste nada y te juro, que por más que me duela, te dejaré en paz —pequeños atisbos de lágrimas se asomaron por los ojos de la castaña, más no salieron de ahí.

Con un suspiro y cerrando los ojos, la japonesa habló débilmente—. Ese beso, no significó nada.

Pero cuando los abrió, el sonido de la puerta cerrándose y el baño vacío fue lo único que se encontró.

Devil || MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora