"Capítulo veinte"

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—¿Quién fue? —fueron las primera palabras del director apenas pusieron sus traseros sobre las sillas de su escritorio.

Los ojos del mayor pasaron por las dos chicas frente a él, una con la mirada puesta en sus uñas mientras que la otra miraba al piso nerviosa.

—Nayeon me hizo una broma, por eso quedó el pasillo así —confesó la japonesa, mirando fijamente al hombre frente a ella—, y yo no hizo nada para provocarlo.

—Director, tengo algo que decir —habló la castaña, levantándose del asiento y cruzándose de brazos—. Mina en realidad si provocó esto, pues hace unos días atrás, me hostigó llamándome, disculpe la expresión, maldita lesbiana.

La susodicha abrió los ojos con sorpresa y rápidamente se levantó de su silla.

—Eso es mentira, director —se excusó, cerrando sus puños y tratando de calmarse.

—Señorita Myoui, si no me equivoco, usted tiene ya una acusación como esa por parte de otra alumna de la escuela, ¿o me equivoco? —Mina cerró los ojos y suspiró, recordando el rostro lleno de lágrimas de Yerin y como luego de haberla insultado en su cara, corrió devuelta en con sus amigas.

Mina tenía un pasado que podría destruirla en segundos, razón por la que era bastante reservada actualmente.

—No, director —Nayeon miró a la japonesa con sorpresa, pues no esperaba que la contraria haya tenido ya una historia parecida—. Pero eso fue hace mucho, no veo porqué debería creerle a Nayeon, usted bien sabe lo mucho que me molestó.

—¿Hay algún problema entre ustedes? —preguntó con seriedad el mayor.

—¡Si! —contestaron al mismo tiempo.

—Entonces les hará bien una semana en detención para poder arreglar sus problemas —decidió rápidamente, escribiendo en una hoja y entregándoles una a cada una—. Ya pueden irse.

—¿¡Qué!? —gritaron a la vez, mirando el papel que se les había entregado, leyendo como en cuadros medianos estaban sus horarios en detención.

—Nada más que decir, fuera de mi oficina —se dieron la vuelta y salieron del lugar con el ceño fruncido.

La puerta se cerró detrás de ellas y lo primero que hicieron fue mirarse con odio, para luego volver con sus respectivas amigas.

—¿En serio? Pues ya era hora, ahí al menos tendrán un lugar donde comerse la boca sin problemas —cabe aclarar que cuando Mina le contó a sus amigas, lo tomaron con bastante diversión.

—No es gracioso —respondió la japonesa cruzada de brazos—, y además, parece ser que sus ojos ya están puestos en la idiota de Jennie.

Y ahí estaban, sentadas en una de las bancas del campo de fútbol. Jennie tenía su pierna sobre las de Nayeon y parecían estar hablando bastante cerca, mientras de vez en cuando la mayor le decía algo en el oído.

Cuando las clases terminaron y el timbre de salida había soñado hace ya unos minutos, las figuras de ambas chicas se encontraban en el salón de detención, cada una en un extremo de la sala.

—No tienes que alejarte tanto de mi, no muerdo —comentó la castaña, quien tenía sus piernas sobre la mesa—. A menos que quieras.

Sin embargo, Mina tenía toda su disposición en no hacerle caso a la mayor y para la siguiente hora de detención durmiendo o viendo su teléfono.

Unos pasos se acercaron al salón, y luego se abrió la puerta con rapidez, apareciendo frente a ellas un señor de más de 50, con lentes y un gorrito en pleno verano.

Devil || MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora