"Capítulo veintiocho"

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—Esto no está surgiendo —suspiró la de pelo corto mientras acariciaba su frente con lentitud.

—Déjame ver si entendí —habló Momo frotándose el mentón y frunciendo el ceño, haciendo como si el lápiz en su mano fuera una pipa de esas que usan los detectives—. Tú la ignoras y sales con su hermano, ¿pero ella no puede besarse con Jennie por que te dan celos?

Mina asintió con la cabeza y todas sus amigas rodaron los ojos, haciéndola suspirar por la resignación.

—¿Y entonces que hago? —cuestionó la pelinegra cruzándose de brazos.

Las miradas de sus amigas eran bastante obvias, pero sus mejillas se enrojecieron de sólo pensar en lo que estaría cruzando sus mentes.

—Cómele la boca —exclamó Chaeyoung causando la risa de las dos chicas sentadas frente a ella, a excepción de Mina.

Y justo en ese momento, la presencia de Im Nayeon apareció frente a ellas, caminando junto a sus amigas y, algo que casi hizo que la japonesa escupa el jugo que estaba bebiendo, la figura de Jennie ya no estaba a un lado de la castaña aferrada a ella como lapa, sino que se encontraba al otro extremo del grupo hablando animadamente con Jeongyeon.

La pelinegra miro con una sonrisa a sus amigas, pues también lo habían notado y se miraba entre ellas ocultando sus risas entre sus manos.

Pero el ambiente no duró mucho, pues inmediatamente después los pasos de Nayeon se acercaron a ella y Mina podría jurar que la mirada de odio que le dio Jennie pudo haberla matado si quisiese.

—Mina —llamó a la pelinegra, y sin más colocó sus manos sobre la mesa donde estaban sentadas—, el proyecto de artes es bastante largo, así que necesito que avancemos lo antes posible.

La japonesa ni siquiera estaba sorprendida por la actitud de la mayor, más que nada porque ella había sido la egoísta en primer lugar.

—¿Tienes alguna idea? —los ojos de la castaña estaban clavados en la mesa de madera y sus dedos golpeteaban nerviosamente la superficie donde estaban apoyados.

—Quedarnos después de clases —murmuró o más bien susurró, pero fue lo suficientemente fuerte como para que la japonesa lo haya escuchado.

—Está bien —aceptó con una sonrisa, notando como la mayor fruncía el ceño ante su extraña actitud, pues hace sólo unos días le había casi exigido que no vuelva a dirigirle la palabra.

—¿En serio? —soltó una sonrisa nerviosa y se rascó la nuca, sintiendo como su corazón le jugaba una mala pasada. Mina asintió nuevamente y los ojos de Nayeon se pasearon por su rostro buscando algún tipo de disgusto, bufando con molestia cuando no encontró nada de eso—. Mañana, hasta las cinco.

E inmediatamente después de ver como la japonesa asentía por tercera vez consecutiva, se dió media vuelta y caminó devuelta donde sus amigas.

—No puedes usar el negro todavía —recriminó la castaña, quitándole el pincel a la japonesa y limpiándolo con su trapo sucio, causando que el óleo del instrumento pasara a la tela sobre sus manos—. Termina de pintar eso.

Mina estaba haciendo su mayor esfuerzo por no enterrarle el pincel en los ojos, pues aquella tarde Nayeon había decidido estar más insoportable de lo usual.

—¿Puedes siquiera dejarme terminar? Yo sé lo que estoy haciendo —no, no lo sabía, pero tampoco iba a dejar que la castaña comenzara a mandarla como si fuera su madre.

—Como quieras —bufó con molestia, posando su ojos devuelta en el lienzo frente a ella.

Pero Mina no iba a dejar que la actitud horrible de Nayeon la desviara de su objetivo principal, por lo que con cuidado, fingió querer agarrar más pintura y "sin querer" manchar el brazo de la castaña con óleo naranja.

—¿Que mierda te pasa? —exclamó con enfado, paseando su mirada entre la pelinegra y su brazo manchado.

—Lo siento —fingió estar apenada y con todas sus ganas de fastidiarle el día al igual que ella lo había hecho esa tarde con su actitud insoportable, agarró el paño lleno de pintura fresca, "limpiando" el brazo de la mayor y sólo consiguiendo esparcir más el óleo y además agregándole otros colores a su ya bastante estropeada piel.

—¡Basta! —gritó empujando sus manos de su brazo, levantándose del taburete y notando como la japonesa trataba de ocultar su sonrisa con su mano, enfureciéndola más aún.

Con rapidez, agarró un tubo de acrílico que estaba en una de las gavetas del salón y lo exprimió sobre la mejilla de Mina, dejándola con toda la zona rosa.

La pelinegra abrió la boca con sorpresa y vió como Nayeon le sonreía burlescamente.

—Estás muerta —murmuró la pelinegra, lanzándose contra la castaña, tumbándola de un sólo empujón y subiéndose a su regazo para tratar de esparcir pintura sobre su rostro.

La mayor trataba de alejar sus manos pero Mina parecía ser más fuerte, logrando dibujarle con mucha dificultad un bigote sobre su labio superior. Se alejó bruscamente y la miró desde el piso agradeciendo su elección de colores, pues ahora Nayeon parecía un unicornio que acababa de salir del trabajo.

Pero no alcanzó a reírse por mucho tiempo porque la castaña se abalanzó sobre ella como venganza, tomando uno de los plumones que habían regados en el piso gracias a los forcejeos que estaban haciendo. Tratando de no clavárselo en el ojo, pintó un lunar sobre su mentón y unió sus cejas con el tinte negro, sonriéndole con malicia cuando se dió por satisfecha.

Pero cuando quiso darse cuenta, sus rostros ya estaban demasiado cerca como para no notarlo, sintiendo como su corazón se aceleraba a medida que observaba el rostro de la japonesa, frunciendo el ceño al notar que ni con todas esas cosas manchando su rostro había dejado de verse linda.

—Te odio —susurró lamiendo sus labios y mirando a los ojos a la pelinegra, notando como las mejillas de la contraria se sonrojaban.

—Lo sé —contestó en otro susurro, mirando como los labios de la castaña se presionaban entre sí y luego se acercaba lentamente, temiendo que se aleje.

Grande fue su sorpresa al sentir las manos de la pelinegra tirar del cuello de su sudadera y uniendo finalmente sus labios, abriéndolos ligeramente y permitiendo la entrada de la lengua de la castaña. En ese momento no pareció importarles mucho el hecho de estar llenas de pintura y que probablemente reciban algún tipo de amonestación por eso.

La mayor sintió como los dedos de la más alta se aferraban a las hebras de sus cabellos y podría jurar que la escuchó suspirar un par de veces. Llevó sus manos a la cintura de la menor y presionó sus caderas cuando sintió como la japonesa mordía su labio inferior, para luego separarse levemente y volver a atacar sus labios.

La castaña estaba en el cielo, y aunque sabía muy bien que no debería dejarse llevar por sus sentimientos cuando la persona frente a ella era la causante de todos sus dolores de cabeza, siguió adelante, porque incluso si sólo fuera un juego, quería disfrutarlo hasta el último segundo.

Se separaron lentamente, abriendo los ojos y sonriéndose al notar las mejillas sonrojadas de la otra.

—¿Señorita Im? Ya son más de las cinco —la voz de la profesora de artes se acercó al salón y las dos presentes se quedaron petrificadas en sus lugares—. Tengo que cerrar el sal-

No acabo la frase, pues sólo bastó poner un pie dentro de aquel gran salón para notar las manchas de pintura en todos lados y los utensilios como crayones, pinceles y lápices esparcidos por el suelo.

Realmente estaban en problemas.

Devil || MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora