4. Acto de caridad.

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Un rubio caminaba tranquilo por los pasillos de la universidad. Todo su cuerpo mostrando confianza absoluta, a excepción de sus dedos que apretaban con fuerza alrededor  del maletín pegado a su torso. Con las manos sudadas y a paso firme caminó evadiendo todo contacto que no fuera su destino en aquel lugar.

Después de un par de minutos caminando y tratando de ignorar las miradas de algunos docentes y trabajadores, al fin había llegado a su destino.

Con cuidado separó una de sus manos para abrir la puerta. Al entrar vio a la persona que buscaba y caminó hasta ella.

-Jin hyung -llamó a su hermano quien estaba sentado en uno de los asientos del lugar.

-¿Qué haces aquí? -le dijo en un susurro, tomándolo del brazo y llevándolo a un lado- sabes que no debes venir aquí.

-Sabes que no puedo esconderme para siempre -respondió separando su brazo del agarre de Jin-.

-No es  esconderte y no será para siempre. Pero por tu bien debes evitar exponerte. Recién ha pasado un año y el proceso aún sigue en pie.

-Año y medio -le corrigió evitando su mirada-. Y de todos modos, sólo vine a traerte la comida, la habías olvidado en casa -le entregó el pequeño maletín.

Jin recibió el maletín y lo  dejó en el suelo, para luego tomar al rubio de los costados y mirarlo fijamente.

-Gracias, pero la próxima vez si me olvido la comida no la traigas, no vengas, sólo debes venir si Nam o Tae no están disponibles y es una emergencia. Ahora quiero que vayas a tu instituto, ya has perdido la mitad de tu horario por venir -le sonrió tratando de ser suave- te quiero Jiminnie, anda con cuidado, en este momento todos están en clase, anda rápido -finalizó para darle un ligero abrazo y soltarlo.

El rubio solo suspiró de forma pesada y asintiendo salió de la sala, ante la atenta mirada de su hermano, quien a pesar de querer acompañarlo no podía ya que debía dar clases o sería despedido, de por si ya estaba prohibido las visitas de familiares en horario de trabajo.

Afuera del teatro el rubio sacudió su cabeza y volvió a su pose altiva, pasos firmes y mirada indiferente mientras pasaba nuevamente por las miradas de lástima.

Ya sólo le faltaba cruzar un pasillo y saldría al patio, luego al fin estaría fuera de aquel lugar y podría respirar tranquilo.

Pero al parecer la suerte sólo lo había acompañado en el camino de ida.

-Pero que tenemos aquí… el famoso Park Jimin, ¿o debería decir “mariquita”? -aquella voz, la detestaba tanto, pero solo era eso, repulsión. Sólo era la mascota, no había nada de que temer.

Así que decidió ignorarlo y seguir con su camino, pero aquel tipo no pareció querer dejarlo.

-¿No respondes?, ¿qué paso?, ¿al niñito le comió la lengua el ratón? -se puso delante de él, evitando que avanzara.

Inhalando profundamente y con una mirada sería el rubio lo apartó del lugar y con nerviosismo caminó más rápido.

De pronto un fuerte jalón en el brazo lo detuvo abruptamente.

-Park… -el sujeto que lo había detenido le habló, el corazón de Jimin se detuvo por un momento, con el rostro pálido y su cuerpo ignorando sus ordenes, se odiaba por aquello.

-No pensé volver a verte Park, me enteré que cambiaste de casa -comentó casualmente aquel sujeto, mientras acorralada al rubio, quien se dio cuenta que estaba rodeado por aquel tipo y dos hombres más, los conocía a todos, no le agradaba esto. Se preguntaba porque no estaban en clases como había dicho su hermano.

Un hijo... ¡¿JUNTOS?! || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora