Capítulo 32

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Caleb

Ayer en la fiesta, no me ligué a nadie. No follé con nadie. Y no conseguí el número de ninguna chica.

¿Por qué?

Porqué pasé el resto de la noche junto a mis hermanos y las chicas. En mi vida me lo había pasado tan bien en una fiesta. Sin preocupaciones, sin pensar en las chicas... Solo pasando un rato muy entretenido con ellos.

América contribuyó a que decidiera quedarme con ellos.

Esa hermosa chica me ha hechizado y ya no puedo negar el sentimiento que tengo cuando estoy cerca de ella. Es una sensación que antes me producía miedo, ya que no sabía que significaba. Miedo a lo desconocido.

Después del día que dormí en su cama y llegamos a hacer cosas que en mi vida pensaría que pasarían con ellas, me rayé mucho. No sabía porqué me sentía tan feliz.

Yo la culpaba a ella por lo que sentía, pero ella no es culpable de nada. Debería de darle las gracias por seguir a mi lado después haberla amenazado, tratado mal, actuado como un capullo, empujar a su hermana y gritarle.

- ¡Sulley! ¡Date prisa! – me grita América desde el jardín de la fraternidad.

- ¡Te he dicho que no me llames así!

- No te enfades – hace un puchero con su labio inferior.

Ojalá morder esa boquita.

- Caleb, ven a ayudarme con la comida.

Me giro hacia Cole que tiene las manos llenas de bandejas con comida. Me acerco a él y le cojo dos bandejas.

- ¿Dónde está Chase? – pregunto para recibir más ayuda.

- Ahí.

Miro a donde se dirige la mirada de mi hermana y me encuentro a Chase metiéndole toda la lengua a Arizona. Están sentados sobre el césped del jardín.

- Qué cabrón – me quejo.

- Si nos damos prisa, terminaremos antes – me advierte.

Asiento y empiezo a cargar las bandejas.

Cuando terminamos vuelvo hacia donde estaba América. Ella se encuentra jugando al frisbbe con Jack.

Puto Jack.

Me quedo mirándolos. Odio que ese idiota esté cerca de ella, pero no puedo hacer nada, y menos ahora que Meri y yo estamos volviendo a ser amigos.

Jack lanza el frisbee con tanta potencia que termina dándole en la cara a América, haciendo que caiga al césped y se de un golpe de la parte trasera de la cabeza.

Me acerco corriendo hacia ella.

- ¿Eres idiota? – le pregunto a Jack porque sé que está detrás de mí.

- Ha sido sin queres – se disculpa.

Toco el rostro de la castaña y veo que aun respira, pero que está inconsciente. Escucho pasos acelerados detrás de mí y deduzco que deben de ser mis hermanos y las chicas, a parte de los otros hermanos de la fraternidad.

- Como le hayas hecho un solo rasguño, estás muerto – advierto con tono amenazante.

- Solo ha sido un golpe.

- Caleb, tranquilo. No es el fin del mundo – me tranquiliza Chase – Es solo un golpe.

- Si este idiota no estuviera aquí, Meri no estaría inconsciente.

- ¡Meri! – Arizona se agacha a mi altura para estar cerca de su hermana.

Luego mira por encima de mi hombro. Me giro y veo a África que parece estar comunicándose con la mirada con la rubia. Noto una extraña sensación que me asusta.

- ¡Está abriendo los ojos! – me advierte Arizona.

Me giro hacia la desmayada y le cojo la mano para que note que estoy con ella. Veo como abre los ojos poco a poco y mira a todas partes.

- Solo haz una señal y el idiota estará fuera de la fraternidad.

- ¡Eh! – se queja.

- ¿Meri? – ella está algo aturdida - ¿Me escuchas?

- ¿Dónde estoy?

- En la fraternidad.

Ella parece dudar un poco y luego me mira.

- ¿Y tú eres?

¡¿QUÉ?!

- Soy Caleb. Tú amigo.

Ella se incorpora despacio y se toca la parte trasera de la cabeza, donde seguramente se habrá dado el golpe contra tierra.

- No sé qué ¿Quién has dicho que eras?

- Soy Caleb. El idiota que te ha jodido la existencia desde que llegaste a Nueva York – las palabras salen rápidamente de mi boca – Soy el capullo que te ha cogido cariño. Soy tu Sulley.

América me mira extrañada. Parece que no recuerda quien soy.

Me giro hacia el idiota que le ha tirado el frisbee y camino hacia él con las manos hechas puños.

- Estás muerto, Jack. Le has borrado la memoria. ¡No se acuerda de mí! ¡Gilipollas! – él retrocede hacia atrás sin dejar de mirarme - ¡Voy a matarte!

- ¡Caleb! – escucho la voz de Arizona, pero paso de ella.

- ¡Haré puré con tus huesos! – continúo con mis amenazas.

- ¡Caleb! – ahora es la voz de África la que menciona mi nombre.

- ¡Daré tus ojos a los cuervos!

- ¡CALEB!

- ¡Y tu p...!

Me giro al escuchar su voz.

América me está mirando y empieza a reírse a carcajadas. Yo no entiendo que está ocurriendo, pero todos empiezan a reírse.

- Como me quieres – se ríe Meri.

- ¿Era broma?

- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? – imita las preguntas que ha hecho antes.

- ¡Qué hija de puta!

- ¡Soy tu Sulley! – se burla.

- ¡Te odio! – me cruzo de brazos y me alejo del grupo.

- Qué mono eres cuando quieres – dice detrás de mí.

- ¡Cállate!

¿Como ha podido engañarme con esa broma? Eso es cruel. No se juega con la salud de la gente.

- ¿Estás bien? – me pregunta.

Se sienta a mi lado en los sofás que tenemos en el jardín para pasar el rato los días soleados como hoy.

- Con eso no se bromea, Meri.

Cole, África, Chase y Arizona se acerca hacia donde estamos.

- Lo siento. Es que me pareció gracioso.

- No hace gracia.

- Puede que para ti no – dice Cole – pero yo me he reído hasta llorar.

- Tú te callas – le señalo con el dedo.

- ¿Me lo vas a prohibir, Sulley?

- ¡No me llames así! – estallo - ¡No podéis llamarme así! ¡Es horroroso!

- Pero... - Cole hace pucheros y me pone ojos de cachorro.

- ¡No!

- A mi me gusta llamarte Sulley – dice América a mi lado – Es bonito tener un apodo cariñoso.

- Tú si que puedes llamarme así.

- Lo hemos perdido, Chase – bromea Cole ante mi comentario.

- Hombre herido.

Tres Son Una (Olimpo #1) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora