Capítulo 3

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América

No quiero vivir. ¿Por qué tengo que ir a clase? Mi vida es una mierda.

Mi alarma está sonando y ni me molesto en apagarla. Mi cuerpo no responde a mis pensamientos. Mis ojos deseando dormir más.

- ¡Vamos, bella durmiente! A levantarse, que son las ocho.

Me giro para mirar a esa persona que ha entrado por la puerta de mi habitación.

- ¡BUAJAJAJAH! Mírate. ¿Has dormido con el maquillaje? Parece el jóker – como no Afri está burlándose de mi cara de recién levantada – No te muevas, sonríe – veo como me hace una foto y yo ni me molesto en enfadarme.

- Me duele la cabeza. Mátame – mi voz suena ronca y casi a susurro.

- No estás acostumbrada a las fiestas universitarias. Va, levanta.

Se dirige a la ventana y abre las cortinas de par en par – Hoy hemos decidido Ari y yo que vamos a ayudarte en todo lo del apartamento. Somos tres y vivimos juntas. Responsabilidades igualadas, y todo eso - me levanto de un golpe al escuchar esas palabras ¿Va en serio? – También vamos a acompañarte a la facultad para ver si te ayudamos a hacer amigos. O algo parecido.

- No entiendo nada.

- No quieras entenderlo todo. Tú siempre nos cuidas. A penas sabemos como llegamos ayer a casa, pero seguro que tu tienes algo que ver – y los hermanos buenorros también – Y porque queremos que hagas amigos y que seas una universitaria cien por cien.

- Vale - no me creo nada – pues voy a ducharme y lavarme la cara. La primera clase la tengo a las 9:30 – me paro mientras me dirijo a la puerta, para salir al pasillo - ¿Vosotras no tenéis clase?

- Bueno Si pero no. Las dos teníamos clase a las ocho, como que no llegamos así que para no aburrirnos hemos decidido lo que te he dicho. Además de que tenemos hambre y no hay nada en la nevera, así que podrías darnos un poco de dinero.

- Sabía que la bondad no está en vuestro diccionario.

Me ducho, me limpio el maquillaje de la cara y me pongo una camisa finita blanca con unos vaqueros negros. Ato mi cabello con una coleta baja y salgo a fuera.

- ¿Podríamos ir a la cafetería? Así puede que nos encontremos con Cole y con Chase – dice Afri

- ¿Vais a quedar con ellos? – pregunto mientras cojo mi bolso.

- Si, son muy guapos – añade mi hermana pequeña.

- ¿Os gustan? – no me contestan inmediatamente.

- No hemos dicho eso. Solo que son guapos.

- Lo que digáis. ¿Me acompañáis o que? – se levantan y me siguen a la puerta.

Bajamos por las escaleras hablando sobre la noche de ayer. Nos reímos por las cosas que dijimos y por las que no nos acordábamos.

Mi facultad está a cinco minutos, así que llegamos en nada. Mi hermanad se ponen a observar si ven a alguien que podría, según dicen ellas, tolerarme.

Mientras ellas hacen su función en esta vida, que es joderme la mía, me fijo en que hay bastante gente mirándonos. Escucho cuchicheos y lo que más odio risas dirigidas hacia nosotras.

Me canso de ese espectáculo y me acerco a un grupo de personas.

- Perdón ¿pero que os parece tan interesante, que no paráis de mirarnos?

- Ayer os vieron en la fiesta con los Goldman.

- ¿Te refieres a los hermanos? – se acerca Ari.

- Sí. Solo comentábamos que ya han escogido a sus nuevas presas. Como sois nuevas

- ¿De que habláis? – hablo yo.

- Es que no se si conocéis la historia de esos. Pero sois muy valientes por acercarse a ellos.

- ¿A que te refieres?

- Eso, ¿a que te refieres? – detrás mía suena una voz muy poderosa. Casi ronca por la fuerza en la que ha hablado.

Todos se esfuman a nuestro alrededor. ¿Pero que acaba de ocurrir? Me giro para ver al chico que ha ahuyentado a casi toda la clase. Caleb va vestido de negro y gris. Me mira con indiferencia.

- Buenos días, chicas – y se aleja de nosotras.

- Em ¿soy a la única que le ha puesto cachonda su voz? – pregunta Ari.

Las dos la miramos con cara de estás loca, nena.

Me despido de ellas, y les digo que vayan a la cafetería sobre las doce que yo iré también.

En clase hablamos de la política de interior y el profesor nos recuerda que la semana que viene hablaremos de los padres fundadores. A mi lado, hay sentado un chico bastante guapo y parece un bueno chico. Me pregunto si debería de hacer caso a mis hermanas y hablar con alguien, para hacer amigos.

Veo que se le cae el lápiz y yo me agacho para recogérselo.

- Gracias – me susurra cogiéndomelo de la mano.

- De nada. ¿Llevas estudiando aquí desde hace tiempo?

- Si, desde primer año. ¿Tú eres nueva?

- Si, América Olimpo. Encantada.

- Bonito nombre. Yo soy Henry – su voz suena muy suave y desprende confianza.

Hablamos durante un rato en voz baja para no molestar.

Veis, sé hacer amigos.

Salgo de clase y me voy hacia la cafetería. Me veo a África y a Arizona sentadas con Chase y Cole. No se andan con tonterías, si es que son buenísimas ligando.

- ¿Qué hay? ¿Vosotros tampoco tenéis clase que siempre estáis en la cafetería?

- Si, pero a veces no vamos – me sonríe Cole como saludo.

Me siento junto a ellos, delante de mis hermanas. Viene la camarera y me pido un chocolate caliente con churros.

- Estábamos diciendo que no tenemos vuestros móviles para quedar y tal.

- Y nosotras se los estábamos dando, el tuyo incluido.

- Bien. Así podremos quedar fuera de esta cafetería.

Pasamos un rato hablando de que podríamos ir a un lago que hay cerca, o pasear por Nueva York que no la conocemos.

- Oye, cambiando de tema – digo de repente - ¿Por qué dicen que tenemos que ser muy valientes por acercarnos a vosotros? ¿A quién habéis matado?

- Nosotros a nadie, pero Caleb querría matar a más de uno – dice Chase – Eso lo dicen por culpa de él porque intenta alejar a todo el mundo de nuestra familia, de cualquier forma. No se fia de nadie - ya me di cuenta ayer, ya – y a las únicas personas que les dirige la palabra son chicas con las que quiere acostarse.

- Y ojalá esas chicas hablaran bien de él. Porque después de acostarse con ellas no les habla nunca. Dudo ni que recuerde sus nombres.

Muy bien, con que nos hemos encontrado con el Aegan de Nueva York y el Ares de Columbia, siendo así el típico bad boy que se cree el puto amo.

- Entiendo, vamos qué por culpa de él, os ponen a todos en el mismo saco.

- Así es. Pero nosotros lo hemos asimilado bien. Por lo menos, os tenemos a vosotras – Chase me parece tan entrañable que lo veo imposible de hacer daño a nadie.

Estamos un rato más hablando cuando vemos que son ya las cinco de la tarde y que tenemos que ir a comprar comida, utensilios y cosas de uso para el apartamento.

Después de comprarlo todo, y de haber discutido con mis hermanas por cada cosa que se decidía, llegamos a casa y nos tumbamos en el sofá exhaustas.

- Hemos comprado pizza, podemos hacerla – propongo mientras me quito los pantalones.

- Pateo. Mejor pedimos una pizza, así no nos levantamos.

Y como somos unas vagas, pedimos una pizza a domicilio, solo por no querer encender el horno.

Tres Son Una (Olimpo #1) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora