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Veía como discutían. Más bien; como Moosoo regañaba a Jisung y señala mi auto. Jisung no decía nada, no me miraba ni nada. Solamente estaba limitado a estar con la cabeza agachada, cual templo.

Suspiré al ver cómo los movimientos de Moosoo eran cada vez más intensos, como si quisiera reprender a Han a golpes, como si fuese lo peor del mundo.

Salí del auto y rogaba porque mis piernas dejaran de temblar, para que no me jugaran una mala acción y cayera de repente.

Dejó de gritar, dejó de mirarlo, solamente me miraba, con odio y con asco. Pero no era la única que podía mirar así, porque sabía el pecado de Moosoo.

—Lárgate de aquí.

—Moosoo, ¿qué? ¿Ya no me hablarás como antes?

—Hay demasiada diferencia entre tú y yo, niña insolente. Eres una perra al igual que tu madre, lo único que vinieron a hacer en este mundo es ser el vino amargo que quema la garganta con tan solo verlas, son tan repugnantes.

—No estás en disposición de llamarme así, cuando perfectamente sabemos lo que hacía con mi padre, si no quiere que saque todos los trapos sueltos, cierre la boca y entregue sus pertenecías a Jisung.

—Él es mi hijo, lo conozco de pies a cabeza y no me cambiaría por alguien como tú.

—Está bien, solamente le digo que Jisung tiene derecho a divertirse —sonreí— Y quién sabe, también a pecar como usted —reí, me giré hacia Han y susurré en su oído:— Te veo después.

Han solamente asintió y me dirigí hacia mi auto, y cuando pasé a su lado, guiñé un ojo en dirección a Jisung y grité:

—¡Adiós guapo!

Miré por el retrovisor y Jisung trataba de no sonreír.

Miré por el retrovisor y Jisung trataba de no sonreír

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—¿Qué hacías con Jisung anoche?

—¿Estás espiándome Seungmin?

—Esta información podría valer una fortuna, necesito dinero, así que dame cinco mil wons y no digo nada, solo cinco mil.

—Que hijo de puta, se supone que eres mi amigo.

—Pero también el de Hwang.

—Me conociste a mí primero.

—Eso no tiene nada que ver.

Bufé.

—Bien.

Saqué de mi mochila el dinero y se lo entregué.

La malteada de fresa dejó de tener su validez, pues la verdad, la tomaba desde el primer año de preparatoria y ya estando en el último, comenzaba aburrir el sabor de las fresas con crema batida

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La malteada de fresa dejó de tener su validez, pues la verdad, la tomaba desde el primer año de preparatoria y ya estando en el último, comenzaba aburrir el sabor de las fresas con crema batida.

Ni siquiera el chocolate líquido podía hacer que volviera a amar tal bebida. Y es que ya probarla me daba asco.

Tiré el vaso de plástico en su respectivo contenedor y suspiré echando mi mochila al hombro.

El viento pegaba en mi rostro, causando escalofríos en mi cuerpo desde los pies a la cabeza. Coloqué el gorro grisáceo en mi cabeza justo cuando comenzaba a nevar. Los pequeños pedazos blancos quedaban incrustados en mi cabello cual uña y mugre.

Siseé al sentir el frío calarme hasta los huesos, los bolsillos de mi chaqueta no eran tan acojedores y calientes ahora justo que los necesitaba.

Sentí una mano en mi hombro hasta que me juntaron a ese cuerpo dándome su calor. Mi cara quedó hundida en el pecho de la persona que me abrazaba y su perfume tan peculiar y exquisito inundó mis fosas nasales.

Sonreí sabiendo a quién pertenecía aquella fragancia tan exótica y que me encantaba, y solo el hecho de saber que apenas llegó y me abrazó, hizo que sintiera mariposas en el estómago.

—Han.

—Nam.

Alcé el rostro encontrándome con el suyo, y es que podía admirarlo por horas. Cómo si su rostro fuera una escultura tallada a mano. Sus labios rosados y sus ojos desprendían un brillo que jamás había visto.

El campus estaba solitario, y es porque a éstas horas todos tenían clase, y claramente yo, la pasé.

—Deberías de estar en clase Hye.

—Vamos, no soy la persona más correcta y lo sabes. Además, me tocaba con un profesor que me odia.

—¿El profesor Kang?

—Ese mismo.

Sonreímos a la par. Volví a meter mis manos a los bolsillo y me incliné de atrás hacia adelante cual colegiala con su primer amor.

—¿Me odias?

—Que ridiculeces dices Hye.

—¿Qué te ha dicho tu madre?

Suspiró con pesadez como si le costase hablar del tema.

—Me pidió —sonrió y negó con la cabeza— Más bien, me exigió que eligiera entre tú y ella. Pero no respondí nada. Ni siquiera sé lo que voy a hacer. Hye, no puedo dejar sola a mi madre.

Sus palabras eran como veneno que quemaba mi alma. Pero es que no sabía qué me sorprendía, si Han Jisung iba a elegir a su loca madre antes que a mi, y es que Jisung seguía con la ideología de alabar a Dios, pero su cuerpo decía que aquello no era para él. Y yo quería demostrar eso.

—De acuerdo —contesté simple, encogiendome de hombros— Es tu decisión, fue un gusto Jisung. —me giré no muy convencida de mis acciones, pero tenía un plan, y sabía que tarde o temprano, Han estaría de vuelta a mi— Suerte en su vida, sacerdote Han. ¿Podrá contarle sus más oscuros secretos a Dios? ¿O callará para siempre?

El dolor en mi pecho no tardó en llegar, pero tenía que confiar en mi, en mi palabra, y si era necesario, rogar a Dios para que todo saliera al pie de la letra.

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HEAVEN¹ | HAN JISUNG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora