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La lluvia no paraba, y estaba claro que yo no quería que se detuviese, porque al hacerlo, él saldría del auto, su aroma se dispersaría y se evaporaría, el frío invadería el interior del auto y mi cuerpo comenzaría a morir, mis labios extrañarían los suyos y mis manos estarían deseperadas por tocar sus mejillas o revolver su sedoso cabello.

Le daba mil vueltas al asunto y él seguía con las mismas preguntas ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? ¿Porqué no hablas? ¿Porqué estamos aquí? Y la pregunta era ¿Cómo decirle que me voy? ¿Cómo explicarle que no quiero irme y dejarlo por miedo a que ya no me quiera? Y es que ya estaba tan acostumbrada a él, a su timidez, su sonrisa, el calor de sus abrazos y al aroma de su loción.

No quería perderlo.

—¿Ya me dirás que ocurre?

Tenía que decirlo.

—Cómo sabes... Me expulsaron del colegio, y supongo que sabes que no es la primera vez que ocurre. Lo que sucede es...

Lo que hizo me tomó por sorpresa, había tomado mis labios como nunca lo había hecho.

Y la verdad, se sentía mucho mejor que otras veces.

Sus labios tenían un sabor a chocolate que me hacía enloquecer, y su toque era mucho más delicado.

—Me gustas mucho, Han Jisung.

Jisung sonrió, vimos salir a mi hermano de la casa y él nos vio en su auto. Se acercó y tocó mi ventanilla.

Bajé el cristal y no constó de muchos segundos para que el agua mojara de nuevo mi pantalón.

—Necesito el auto HyeRi.

—Es una lástima, Christopher.

Bang suspiró y abrió la puerta.

—No bromeo Hye, ¿podrías charlar con Jisung adentro?

Jisung ya había salido del auto, así que prácticamente me obligó a salir a la par. Corrí hacia la casa y ambos entramos.

El sonido de las gotas cayendo, seguía, pero no porque siguiera lloviendo porque hacía minutos que se había detenido

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El sonido de las gotas cayendo, seguía, pero no porque siguiera lloviendo porque hacía minutos que se había detenido. La regadera dejó de escucharse, esperé tres minutos exactos y me adentré al baño.

Su cuerpo estaba expuesto. Las gotas caían por su abdomen, desde su cuello hasta el. Sus labios estaban rojizos y su mano derecha sostenía la toalla alrededor de su cadera.

Mi aliento podía notarse por el vapor, de mi cabello seguían cayendo gotas, recorrían mis hombros, clavículas y hasta que terminaban en la toalla que cubría mi cuerpo.

—Hye-...

Lo tomé de la nuca y lo besé, sus manos tomaron mi cintura y su cuerpo se juntó al mío.

Besarlo era como tocar el cielo, ahora siento lo que Hyunjin sentía al besarme. Los labios vírgenes siempre son los mejores, porque siempre tendrán una suavidad única, y una movilidad que tu puedes controlar.

Tiró los productos que estaban en el mesón y no le costó elevarme hasta que quedara sentada en éste.

Sus labios se separaron de los míos pero seguíamos compartiendo el mismo aire caliente.

—Jisung. Me iré de Seúl.

Su expresión no fue del todo linda, y por supuesto que no esperaba que lo fuera.

—¿Porqué?

—Hace un par de años, una vez que me habían expulsado, mi madre vino desde Francia solamente por eso. Me advirtió que no me iba a soportar una más, y me mandó a un convento... Los peores años de mi vida, las monjas te castigan de la peor forma, alabar a Dios es una obligación, hay que tener siempre el hábito limpio y sin ningún doblez, pararse derecha, rostro limpio, estar en la cama justo a las nueve, después de las nueve se cierran puertas, nadie sale, nadie habla, nadie nada, te encierran con llave y la comida es asquerosa. Mi madre creyó que era hora de volver a Seúl, y fue lo mismo, eran tiempos difíciles para mí, me metía en problemas y la última vez mi madre me volvió a advertir que si no me comportaba me enviaría ahí, y bueno, mañana viene por mí.

No dijo absolutamente nada, solamente miraba el suelo y suspiró.

—Me dejarás.

—No, no, solo son tres meses. Volveré y espero que sigas gustando de mí para entonces.

Jisung rió y me miro.

—Nam, no soy el chico más sociable, y no conoceré a otra chica puedes asegurarte de eso. Solamente espero que no haya chicos lindos ahí.

Reí.

—No, solamente monjas gruñonas y un sótano que me espera.

Sus labios volvieron a mí y sus manos... No estaban en mi cintura, ni en mis mejillas.

—¿Te gusta tocarme el trasero? —pregunté burlona.

—Uh, lugar equivocado...

Tomó mis muslos y me cargó hasta salir del baño, y se dirigió a mi cama.

Tomó mis muslos y me cargó hasta salir del baño, y se dirigió a mi cama

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HEAVEN¹ | HAN JISUNG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora