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Kim tomó mi mandíbula entre sus dedos y seguía limpiando mi rostro.

Limpiaba la mugre con delicadeza, y a la vez limpiaba las lágrimas que salían de mis ojos.

A veces quisiera tirar todo a la mierda, donde solo pueda existir yo. Donde no haya dolor ni sufrimiento; donde no haya placer más que paz y soledad. Donde no hayan personas las cuales te lastimen, donde nadie pueda criticarte, donde haya demasiada autoestima. Donde nadie pueda romper mi corazón.

¿Soy egoísta?

¿En verdad lo soy?

¿Lo soy por querer un momento de paz?

¿Porqué se nos juzga en un mundo donde nadie es perfecto pero todos piensan que lo son?

Vaya mierda.

Vaya vida.

Nadie me va a entender hasta el día en el que mueran. Solo yo sé el porqué de mis acciones, el porqué de mis desiciones. Nadie me conoce por completo. Ni siquiera mi propio hermano. Nadie. Porque me he guardado tantas cosas, tanta mierda de la gente, y solo por pensar que los demás tenían sus propios problemas para comenzar a cargar los míos. Y eso, me está pudriendo el alma.

—Tienes que irte.

El mundo se detuvo en solo estas tres palabras. Irme.

Miré a Kim y comencé a reírme, si alguien me viera, juraría que estoy desquiciada pero, ¿acaso no ya lo estoy?

—¿En verdad? Mierda, ¿Cómo no se me ocurrió antes?

Arrebaté el pañuelo de su mano y me levanté de la silla y comencé a desvestirme.

Todos estaban durmiendo, los pasillos estaban solos, Kim se había encargado de dormir a Sana. Mientras que yo seguía pensando en lo que había sucedido.

Estábamos en las duchas, y es que era el único lugar seguro por el momento.

—Lárgate Kim, no te necesito.

Escuché una risa amarga por parte de él. Después un largo suspiro, sabía que lo estaba sacando de sus casillas pero era lo que quería. Fastidiarlo y que me dejara. Estaba sola aquí.

—Vaya mierda, HyeRi.

Me giré a verlo con el ceño fruncido, la única ropa que me cubría era la ropa interior de encaje de color negro.

—¿Perdón?

—Para ti es sencillo, ¿no es así, Nam? Quedarte sola y apesar de sentirte muerta por dentro hacerte la fuerte cuando eres alguien pequeña. No eres quién dices así que no te lo creas. No tienes porque estar sola. ¡Yo no tuve la culpa que te mandaran a ese lugar! —gritó lo último.

—¡¿Podrías callarte, maldita sea?! —agaché la mirada analizando sus palabras, porque tenía verdad, estaba muerta por dentro y no quería que los demás lo vieran, fui así desde que Hyunjin me rompió el corazón. Debía ser fuerte y no verme vulnerable ante los demás, así era y así será. Pero ya no podía más— No... Me tienes que decir que hacer, ¿sí? —lo miré— No fingas como si te importara.

Me di vuelta y seguí caminando hacia las regaderas. Hasta que él habló.

—¿Y cómo sabes que no me importa? ¿Crees que no sé lo que sientes? ¡¿Te crees que eres la única que sufre aquí?! —reprochó— Entonces estás jodida.

—Solo lárgate .

Quité el restante de ropa y abrí la regadera. Mojé mi cabello y dejé que el agua recorriera todo mi cuerpo, de pies a cabeza.

Me quejé al sentir el fuerte agarre de Kim, sus manos presionaban mis caderas y dolía.

Una de sus manos pasó por todo mi abdomen hasta mis pechos, donde presionó levemente; su mano se aferró a mi cuello por unos cuantos segundos

Estás jodida, HyeRi. —susurró.

 —susurró

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HEAVEN¹ | HAN JISUNG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora