17

1.8K 176 18
                                    

Lo siento mucho, Jigi. De verdad pensé que te había dicho — la voz resignada de Jin sonó por el altavoz de mi teléfono—. Es que papá ha tenido una recaída, de nuevo. Salí apenas me enteré.

Maldita sea. Aquello me había puesto aún más decaída que hace dos días atrás, era imposible como podía herirme cualquier cosa que ni siquiera me tenía de protagonista. Quizás de verdad tendría mi periodo y podía justificarme de mi sensibilidad mental. Pero es que... Puta madre, soy un asco de persona.

Seokjin me había llamado aquella mañana para decirme de su viaje a Japón cuando descubrió que no estaba enterada en lo más mínimo gracias a Hoseok, estaba arrepentido lo podía escuchar en su voz, y la manera nada sutil que me hacía saber que en realidad la estaba pasando un poco apretado en Japón, ayudando a su madre y a su hermano con algunas cosas del hospital donde su padre estaba internado.

Dios, no me des explicaciones. Está bien — sonreí a la nada mientras que mis pasos por el campus se apresuraban para llegar a mi destino—. De verdad, yo...- espero que tu padre se mejore, y sé que lo hara — me sonreí a medias.

Es solo que Hoseok me dijo que no te había dicho y creo que...-

Seokjin... — llame su nombre con tranquilidad, tratando de transmitir un poco de paz que podía dar mi voz—... Está bien, necesitas estar para tu padre, ¿no?

La empatía que podía surgir no era común, inclusive si era un tema tan delicado como esto, en otra ocasión hubiese tan siquiera soltado uno que otro comentario burlón simplemente con el objetivo de hacerle reír o aligerar el ambiente. Pero había captado que quizás aquellos comentarios podrían tomarse tan a mal y en un curso totalmente diferente a los que debería. Un suspiro se escuchó por su parte y un silencio inundó la línea por unos momentos. Pude sentir la confusión y la frustración a su vez en aquella descarga de aire.

De acuerdo, gracias, Jigi. Nos vemos luego.

Fue su simple respuesta, lo imaginé formando una de sus putas sonrisas que siempre me hacían caer rendida ante los encantos de mi mejor amigo y asentí a la nada luego de un par de despedidas.  Quite el teléfono de mi bovina cuando por fin la llamada había terminado y mi destino estaba justo en mis narices, luego de pasar por los pasillos tan desolados del colegio público que ya estaba empezando a odiar, empuje la puerta sin cuidado alguno, dispuesta a solo ir a cambiar mi ropa y empezar por la siguiente tarea que tenía para aquel jardín tan peculiar.

Mi cerebro estaba con la conversación de Jin y un deje de preocupación empezó a resonar en mi pecho, quizás Jungkook tenía razón y solo estaba sobrepensando todo lo que no tenía ni pies ni malditas cabeza. Odiaba decirlo, no lo admitiría en voz alta, pero el sabía lo que decía, ¡no podía buscarle una quinta para al puto gato! Bufé con hastío y cruce a la derecha para ir a aquel depósito que teníamos como vestidor, empujando la puerta ligera como si pesará los kilos del mundo. Aquella actitud se la adjudicaba a la impotencia en general que desprendía mi ser con cada mierdero pensamiento que salía de vez en cuando.

Sin embargo, todo aquello paro cuando descubrí que aquel lugar en efecto estaba ocupado. En ese preciso momento odie con mi vida mis malditos modales y mi puto poco tacto con la privacidad, era más que obvio que una situación así se presentaría si no hubiese estado en el planeta tierra; como ahora. La luz del depósito tenue iluminaba el cuerpo de Jungkook que solo estaba cubierto con apenas y sus boxers. Aún me odio más como me plasme en la puerta, mirandole por apenas y un par de segundos. Era obvio lo codiciado que era el maldito frente a mí, pero nunca imaginé con exactitud qué era lo que veían las chicas de una noche cuando presenciaban a Jungkook.

¡no soy jimin!  ||  bts; jungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora