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Las mañanas frescas seguían oliendo a mierda para mí a la par que me encaminaba entre el campus. Me había despertado increíblemente muy temprano como para tener una buena cara. Se supone que los sabados son de días libres, para dormir hasta las doce y pensar que cosas harías en la noche con tus amigos. Sin embargo, esa última parte para mí estaba descartada. Ajuste mi chaqueta al rededor de mis hombros, había escogido un mal momento como para usar shorts pues para muy a mi desgracia había un frío de puta madre.

No me había esmerado está mañana, y es que estaba tan cansada como para pensar en ello, había dormido por lo menos dos horas cuando decidí tirar mi cuerpo a la cama apenas a las seis y treinta de la mañana, digo, fue en ese momento cuando mis manos dejaron de escribir sobre el papel que tenía en mis manos y dejarse ir al increíble mundo de los sueños. Y es que claro, me había tomado la meta de escribir aquel maldito poema si o si para el último día del ultimátum que el profesor me había dado. Estaba bastante somnolienta y vagamente pude atar mi cabello en una coleta, definitivamente debí cambiarme la pijama porque mi set de sport gris no había mucho trabajo en mantenerme caliente, ni siquiera con esa bomber verde oliva que tantas veces había usado para mantenerme caliente.

Por mucho que quería girarme e irme de vuelta a mi habitación estaba muy cerca del edificio común como para hacer esa decisión, había muchas personas en muchas esquinas haciendo ejercicio o tomando un desayuno con sus amigos. Joder, pero es que está gente no sabe de la magia de dormir hasta tarde un jodido sábado, la simple idea de que estaba presente cuando mi madrugadora compañera de cierto se estaba preparando para salir a trotar me hacía sentir más cansada de lo normal. Pero, en fin, mis pensamientos vagos no eran compartidos con muchas personas, lo mejor sería cerrar el pico de vez en cuando.

Entre a aquel edificio mirando mi reloj para asegurarme que iba a tiempo, y en efecto estaba a minutos de llegar al límite de la hora pautada, si llego tarde el profesor me mataría en un milicerrar de ojos y a este punto estaba muy cansada como para escuchar como maldicen mi presencia nuevamente. Habia más movimiento estudiantil, de hecho, habían muchas más personas de lo que me esperaba, pero cakro aquel edificio era específicamente para centros de reuniones, no debería sorprenderme pero... Joder, un sábado en la mañana, estas personas están dementes. No queria llegar tampoco tan temprano, pues creía firmemente en que no quería toparme con personas incorrectas, pero claro, yo era Jigi y de qué mi suerte era del culo era poco. Al salir del ascensor me encamine rápidamente a donde el profesor me había citado, aquella aula tan especial para el, donde a veces ensayaban los chicos de danza. Por suerte a esta hora y un sábado nadie estaría practicando, o eso había pensado yo hadta que abrí la puerta.

— Señorita Park — a pesar de querer pasar desapercibida mis intentos fueron fallidos cuando el profesor me recibió y anuncio mi llegada.

Habian muchas personas ahí, pude recibo varios rostros, estaban los chicos de canto en una esquina, riendo y charlando, ahí se encontraba Sui, pero ella no estaba sola y es que Jimin tomaba su mano y le sonreía como un niño enamorado. La voz del hombre resonó en la habitación dejando a todos en silencio por unos segundos, según en los que sentí como los más incómodos. Los ojos de mi exmejor amiga se encontraron con los míos por un segundo y note su cambio de humor. Aunque habíamos discutido y estábamos enojadas entre nosotras no podía parar de pensar en lo mucho que dolía, joder, estoy hablando de mi mejor amiga, a la que le cuento todo y a la que le he llorado en un par de ocasiones. Y estaba segura que así como yo sentía un poco de mierda, ella también.

Giré mi rostro antes de que los sentimientos me abundaran más, pero fue un error cuando ahora estaba viendo al capitán del equipo de baile; Hobi parecía un poco más afectado por como sus ojos se veían caídos. Había cortado tanta comunicación con el y tan repentina que era muy claro el hecho de que a Hoseok le dolía las veces en que había ignorado sus llamadas y recados. Pero la cereza del pastel fue cuando justo a su lado estaba Taehyung, que se notaba como su sonrisa había sido borrada. El gran grupo donde se encontraban todos permaneció en silencio por mi llegada cosa que me hizo sentir aún peor de lo que ya me esperaba que sería un tonto reencuentro. Joder, si Seokjin salía de debajo de escritorio gritaria en un milicerrar de ojos.

¡no soy jimin!  ||  bts; jungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora