Capítulo 8 parte 1

1.1K 132 35
                                    

Al día siguiente en el hospital...

— Buenos días, me alegra verte despierto. ¿Cómo estás, campeón? — se preguntó a breve distancia de una cama.

— Molido hasta debajo de las muelas — contestó el convaleciente intentando moverse.

— Tranquilo — sugirió Stear. — Apenas te estás recuperando.

— ¿Cuánto tiempo llevo así?

— Dos días.

— ¡¿Y Chanel?! — Terry cuestionó inmediatamente, y el doctor no respondió. Por ende, el enfermo, cubriéndose de temor, insistía: — Stear, ¿cómo está mi esposa?

— Hermano, yo... lo siento mucho.

— ¿Murió? — inquirió el arquitecto. El galeno con pesar asintió levemente con la cabeza. — ¡No puede ser! — exclamó el recién viudo sumiendo la cabeza en la almohada.

Casi enseguida, el castaño cerró los ojos, se cubrió el rostro y permaneció en silencio por unos momentos, para que llegado el siguiente, Terry cuestionara alterado:

— ¡Mis hijos, ¿cómo están?!

— Relájate — Stear pidió poniendo una mano en el pecho de su amigo. — Ellos están bien, aunque claro preguntando por ti.

— ¿Lo saben? ¿Saben lo de Chanel? — indagó Terry; y Stear revelaría:

— Sí, Sandro lo descubrió en la televisión; además, los medios no han parado de comentar lo del accidente. Aquí, ya no están porque el hospital les puso un alto; pero están interesados en saber que fue lo qué pasó. Ya los conoces... el morbo los mueve.

— ¿Y en la casa? — el arquitecto quiso saber; y por lo mismo se le contaba:

— Allá, gracias a que vives en comunidad privada, los oficiales de seguridad difícilmente les dan el acceso; así que, no te preocupes, tu familia está bien.

Con eso, el castaño hizo su cabeza de lado, suspiró hondamente y volvió a cerrar los ojos. El galeno amigo le dio tiempo para asimilar su tragedia, hasta que:

— Fue mi culpa — se escuchó.

— Terry, no digas eso. Fue un accidente, hermano.

— No — dijo aquel, se agarró la cabeza y negó con ella acusándose: — Yo iba tan molesto con ella que...

Despedido de sus amigos, Terry fue a alcanzar a su mujer en el estacionamiento del hotel. Aquella cruzada de brazos, lo esperaba recargada en un BMW último modelo en negro.

De mala gana, el castaño desactivó la alarma; y los dos subieron al automóvil.

Conforme Terry conducía reclamaba severamente molesto:

— ¡No puedo creer que siempre me hagas esto! ¡Imponerme las cosas, y lo peor, ridiculizarme al darme órdenes delante de la gente y de mis amigos! ¡No soy ningún estúpido pelele, Chanel, y espero que ésta sea la última vez que lo haces, ¿me entendiste?!!

A la mujer parecía importarle poco que su marido estuviera por dentro como agua para chocolate; por lo que, el sentirse ignorado, consiguió que el hombre se enfureciera más y gritara fuertemente:

— ¡¡¿ME ESCUCHASTE?!!

Por supuesto, el grito consiguió que la copiloto saltara en su asiento y se le corriera el labial que en ese momento se aplicaba.

— ¡¡AY, YA!! — espetó también aquella. — ¡Sí, sí te escuché, pero ahora me escucharás a mí porque ya estoy cansada de esta situación!

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora