Capítulo 8 parte 3

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En los siguientes dos días, en lo que Candy seguía haciéndose cargo de los niños de Terry, éste estaba respondiendo favorablemente; y por lo mismo, el lunes por la mañana le preguntaba a su amigo el doctor:

— ¿Cuándo puedo irme a casa? La verdad ya no quiero estar aquí. Además, me he estado sintiendo mejor.

— Sí — dijo Stear. — Sin embargo, los doctores quieren estar seguros de que tu corazón esté funcionando correctamente, y eso es porque no queremos sorpresas futuras. Pero aún así, deja lo comento con ellos y esperemos qué decisión toman, y dependiendo de ello...

— Está bien — contestó el paciente no muy convencido. En eso, alguien tocó la puerta de la habitación.

— Puede pasar — ordenó Stear. Era Archie quien aparecía saludando:

— ¿Qué tal, hermano? ¿Cómo amanecimos hoy?

El recién llegado demostró interés por su convaleciente socio; aunque el galeno era el responsable de responder:

— Ya se quiere ir a casa.

— ¡Ya estoy fastidiado de estar aquí! — se quejó Terry severamente molesto y golpeó el colchón de la cama; entonces...

— Enseguida vuelvo — dijo el médico sonriendo ante el berrinche de aquel impaciente.

Y mientras Stear salía, Archie quien vestía elegantemente y llevaba un portafolios consigo, se acercó una silla para quedar cerca de la cama y se sentó.

— ¿Qué novedades tenemos? — preguntó de inmediato el socio mayor. Y el menor...

— La constructora marcha muy bien. El edificio que se construye en la Avenida 10 va lento, pero sí se ve avance así como las demás obras; pero si son tus pendientes los que en verdad te preocupan, no hay por qué, ya que todos están cubiertos.

— Gracias. ¿Y qué me dices con respecto a ti? ¿Ya tienes noticias de los arquitectos en Grecia?

— No — dijo Archie suspirando con resignación, — pero quiero pensar que siguen analizando mi propuesta del túnel acuático.

— Espero que te lo acepten; tú, más que nadie se merece ese proyecto. Has trabajado y empleado todo el tiempo en ello.

— Lo sé; sin embargo, ellos son los que tienen la última palabra.

— Claro; pero sería genial que por lo menos alguno de los dos logre su objetivo.

La voz de Terry hubo sonado con tono de derrota; y por lo mismo se indagaba:

— ¿Por qué dices eso?

Se compartiría con obvia desilusión:

— La semana pasada tenía que haber entregado el presupuesto y todo el plan para la remodelación del teatro; y con todo esto, es lo más seguro que ya se lo dieron a la compañía de Robespierre.

— Bueno — dijo el visitante, — esperemos que no; porque indagué en tu computador personal, saqué de ahí todo el plan y... ¡lo presenté por ti!

— ¡¿De verdad hiciste eso?! — quisieron saber habiendo empleado un poco de alteración.

— Así es. Sólo espero que no estés molesto por haber metido mis narices en tus cosas privadas.

— No, no, está bien; y... — tanto voz como semblante de Terry cambiaron al cuestionar: — ¿qué te dijeron?

— Aunque sí se molestaron por tu falta de puntualidad, yo les expliqué de tu accidente; y alegando en tu defensa me dieron una prórroga que fue precisamente el viernes pasado y en este momento también lo estarán analizando. Así que, únicamente hay que esperar por las buenas nuevas.

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora