Capítulo 9 parte 1

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Alrededor de las cinco y treinta de la tarde, la pareja miraba la pantalla de los arribos en el área de Salidas del Aeropuerto Internacional John Fitzgerald Kennedy.

— ¡Cielos, se adelantó el vuelo! Ya tiene casi una hora que aterrizó el avión — informó Archie a su compañera, la cual estaba sentada vigilando de vez en cuando a los chicos quienes miraban muy entretenidos uno de sus libros.

De pronto, la rubia reconoció a una bella dama. Ésta, vestida elegantemente, salía por la línea aduanera y jalaba una parte de su equipaje.

— Ahí — Candy le indicó a su novio, siguiendo él la dirección señalada.

Al divisarse a la viajera, el hombre levantó el brazo para hacerse notar mientras que Candy tomaba de las manos a los niños para ir al encuentro de la abuela.

— ¡Eleanor, bienvenida! — dijo Archie saludando a la dama con un abrazo y un beso en la mejilla.

— Gracias, hijo — respondió aquella con una sonrisa; también a su galantería al acariciar su varonil rostro y elogiarlo: — ¡Qué guapo estás!

En eso...

— ¡Abuela! — gritó Sandro y se abrazó de las piernas de la dama.

La recién arribada, en lo que se agachaba para abrazarlo, le decía:

— Mi pequeño diablillo. ¡Estás enorme, hijo de mi corazón! —. Y al intentar cargarlo, la mujer falló exclamando: — ¡Ay, y estás pesadísimo también! —, y optó por dejarlo como estaba.

Por su parte, Lizzie no soltaba la mano de Candy, quien la adelantaba para que fuera a saludar a su llegado familiar, la cual, después de darle besos a Sandro y sin reconocer aún a Candy, la madre del ogro Grandchester recibió la mano de la chiquilla y se agachó para saludarla, expresándose cariñosamente:

— ¡Mi hermoso ángel! ¿Cómo estás, vida mía?... ¿No me reconoces? Soy la abuela Eleanor —, y ésta abrazó a la nieta para poner en su sonrosada mejilla un beso.

Sin embargo, la nena no mostraba ningún interés; y para darle tiempo y espacio, la abuela se enderezó para comentar como si ya hubiese reconocido a quien le hablaba:

— ¡Ah! ¡El viaje ha sido cansadísimo! ¡Mucha turbulencia, mucho zangoloteo! ¡Hasta traigo dolor de cabeza!

Archie sonrió al ignorarse que él conocía el pasado que compartían; así que, tomando a Candy por la cintura, decía:

— Eleanor, espero que ya la hayas recordado. Ella es...

— ¡¿Candy?!

Con susto, fue nombrada por la dama al enfocarla bien, sonriendo la rubia amiga al ser finalmente percibida.

— Señora Grandchester.

Por supuesto, ésta exclamaría:

— ¡Santo Cielo, hija! —, y se echó a los brazos de la presentada realmente emocionada. — ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Añísimos! — le decía muy cerca al oído. — ¡Estás tan bellísima que no te reconocí! —. De repente reaccionaron, separándose para exclamar: — ¡Un momento! — e intentar indagar: — ¡¿qué haces aquí y con...?!

— Es mi novia, Eleanor — la presentó Archie como tal; y...

— ¡Oh! — expresó una sorprendida y confundida mujer, la cual conforme acariciaba el rostro de la joven con verdadera adoración, le solicitaba con un dejo de tristeza: — ¡Tenemos tanto qué platicar tú y yo!

— Claro que sí, señora Grandchester — confirmó la rubia presentada, tomando la mano de la dama quien le pedía:

— Llámame Eleanor. ¡Ahora eres toda una mujer, y así no me haces sentir tan vieja ni fea teniéndote a mi lado!

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora