Con la elección, el doctor soltó a Candy para retomar el camino junto con el resto del grupo. Pero antes de, con su mano derecha, agarró el ancho antebrazo de su amigo y lo apretó, plus de que le mostró el pulgar izquierdo en señal de suerte.
En cuanto estuvieron a solas...
— ¿Cómo has estado? — fue lo primero que preguntó el arquitecto.
— Bien — respondió la mesera.
— Supe que estuviste enferma.
— Sí, un resfriado que no pasó a mayores. Gracias por preguntar — ella contestó en lo que se miraban a los ojos y sin sonreír.
Terry se aclaró la garganta para darse valor y conocer:
— ¿Ya cenaste?
— No.
— ¿Te gustaría ir a cenar conmigo?
A Candy le brincó el corazón de la emoción al escuchar la invitación, sin embargo, diría con pretenciosa seriedad:
— Pensé que querías hablar.
— Sí, por supuesto, pero... bien lo podríamos hacer durante la cena, ¿no?
— Bueno, yo... — ella alcanzó a decir porque se quedó muda, y luego lo miró.
Terry sufrió en verdad con ese mutismo de parte de ella, y prefirió cambiar su mirada y aprovecharlo para hacer relajar su rostro que ya comenzaba a tensarse.
Al hombre se le hizo una eternidad la respuesta de la rubia, la cual después de pensarlo seriamente por unos instantes, finalmente diría:
— Está bien, acepto
La sonrisa que ella le dedicó, le devolvió no sólo el alma al cuerpo al pobre hombre sino que le alimentó la esperanza.
Con la aceptación, Terry la tomó gentilmente por el brazo para caminar con ella y conducirse hacia el guardarropa.
Allá, la rubia entregó su boleto. A cambio le devolvieron su bolso y su chaqueta que la reconocía como otra miembro de ese lugar.
El castaño la ayudó a ponerla sobre sus hombros. Seguidamente, salieron juntos como era siempre su costumbre: tomados de la mano.
Al llegar a la salida, el valet parking también recibió un boleto de manos del castaño. Éste junto a la rubia vieron al empleado dirigirse a una tabla para buscar las llaves y aguardar un momento al desaparecer de sus vistas.
No obstante, ni cinco minutos esperaron; y un delicioso Maserati blanco era puesto frente a ellos.
Terry se acercó para abrir la portezuela para que Candy ingresara. Ella lo hizo así y fue testigo de que él volvía a cerrarla.
El hombre, por su lado, sacó unos billetes del bolsillo de su pantalón y se los entregó al empleado cuando estos cruzaron caminos.
La rubia lo vio montar a la nave y aquél le sonrió. Después, él encendió el poderoso motor y se alejaron manejando tranquilamente.
Durante su trayecto, cada uno se sumió en sus propios pensamientos, aunque Candy parecía que lo estaba más porque, no se daría cuenta del rumbo que el castaño tomara hasta que entraron a un conjunto habitacional de casas condominios de tres niveles hechas de bloques rojos.
Terry, al notar el interés vecino, informaba:
— Estos fueron de mis primeros proyectos cuando regresé al país.
— Oh — hubo sido la simple expresión de la fémina quien las seguía observando conforme avanzaban; también de que el castaño fuera a estacionar el auto en la última casa del fondo que estaba justo en la curva y muy separadas del resto.
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Corazón Envenenado
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO COMO SE ESTIPULA. EN CASO DE DUDA, PUEDEN CONSULTARME. Siendo niños nació la más bella de las amistades; se fortaleció a través de los años. Pero llegad...