Capítulo 17 parte 3

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Alrededor de las once de la mañana, Candy, después de haber platicado un rato con Eleanor, caminaba sobre la Calle 79 al Oeste de Parque Central llevando de las manos a los niños. Su objetivo era llevarlos al Museo de Historia Natural y disfrutar de las exposiciones especiales que había como: La Carrera al Fin del Mundo; Lagartos y Serpientes Vivos; Viajando por la Calle de Seda; El Conservatorio de las Mariposas y Viaje a las Estrellas. Los chiquillos y ella estaban fascinados de todo aquello.

Consiguientemente de recorrerlo casi todo, les dio hambre; y para no hacerlo solos, a la rubia se le ocurrió ir en busca de papá y comer en familia.

En cuanto estuvieron afuera, Candy llamó a Terry para preguntarle dónde estaba. Él contestó animosamente y le informó que seguía en la oficina; entonces, después de avisarle que iban para allá, la rubia comunicó a los pequeños y aquellos no pudieron alegrarse más.

Enseguida, fueron en busca del auto; y transcurridos veinte minutos, ingresaron al edificio donde estaba la Corporación Grandchester y Asociados donde aguardaron varios instantes en el área de espera, debido a que el socio mayor estaba en una conferencia telefónica y...

— "No se le podía interrumpir" — había dicho muy austera la secretaria quien miraba de vez en cuando y de reojo a la rubia la cual estaba sentada hojeando una revista y fingía no percibir su pesada y despectiva mirada.

En cuanto Terry se desocupó, salió; no pudiendo ocultar su emoción de ver allá a su prole.

Los pequeños, en el momento de que le vieron parado bajo el umbral de la puerta y abriéndoles los brazos, no dudaron en correr hacia él, mientras que Candy se levantaba dejando la revista y sonriendo muy normal.

Sin embargo y como no le había gustado la manera de tratarla de aquella, la rubia a propósito se acercó al castaño y lo besó descaradamente, ya que una cosa era que fuera buena onda y otra muy diferente de que todos la quisieran mirar de menos.

A Terry, por supuesto, le sorprendió el acto y mayormente cuando escuchó el disimulado e incómodo carraspeo de la secretaria. Con eso, Candy se separó, la miró y le sonrió con cierta altanería.

El castaño sonrió de lado y le dio el paso hacia la oficina, empero estando adentro...

— Lo siento — se disculpó la rubia.

— No tienes por qué — contestó él en cuanto cerró la puerta.

— Es que me estaba incomodando la manera en cómo me miraba — quisieron justificarse.

— Sí, te creo — confirmó el arquitecto y le dio un ligero beso en los labios.

— ¿No será que estará enamorada de ti y está celosa de mí? — cuestionó la rubia bromista, no contando con lo que Terry le diría:

— Bueno, creo que es hora de que te lo confiese; y que mejor lo sepas por mí a que te enteres después por alguien más.

— ¿De qué hablas? — respondió ella extrañada de ver la seriedad de él.

— Candy —, Terry la condujo hacia el sofá; y antes de sentarla, diría: — antes de que tú y yo nos reconciliáramos, e inclusive cuando Chanel vivía, tuve relaciones con ella — él hizo un movimiento con la cabeza indicándole hacia fuera.

— ¡¿Qué estas diciendo?! — exclamó la pobre rubia sintiendo un incontrolable dolor en el estómago.

— Tuve que romperla para estar contigo — contestó el descarado.

No obstante, y frente al gesto de horror que Candy hizo, Terry no aguantó más y soltó tremenda carcajada, la abrazó al verla tan pálida y enojada que tuvo que confesarle:

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora