Corazón Envenenado

Capítulo 9 parte 3

Horas más tarde... todo era oscuridad en el departamento aquel. La única luz que entraba era la de la luna, y ésta alumbraba a la mujer que yacía acostada sobre su cama.

Ella, mientras contemplaba al satélite natural, acariciaba con sumo amor y nostalgia a su incondicional compañera, a la que le decían:

— Puedo asegurar que esta noche tiene un toque especial... ¿Será porque sabe que ésta va a ser la última que pasamos juntas tú y yo?... Aún el firmamento también parece abrir sus puertas porque las nubes se están despejando en el cielo donde las estrellas brillan; y ante ellas, aprovecho para darte las gracias, querida amiga, por todos estos años que me brindaste con tu compañía. Por todo este tiempo que estuviste a mi lado, aguantando todos mis arranques de furia, de llanto, de soledad, de frustración; pero también de muchas, muchas alegrías... Gracias por escucharme en mis noches de insomnio, de dolor, en mis días de cansancio y en mis días que estuvieron llenos de felicidad... Yo no quisiera que mañana llegara porque algo me dice que ya no estarás aquí, pero también creo que he sido muy egoísta al mantenerte atada a mi lado por tantísimos años y todo por "mi necesidad" de tener la compañía de alguien... Te quiero mucho, Bombón — Candy la abrazó con delicadeza para indagar: — ¿tú sí me querrás un tantito?... Sí, lo sé — la rubia sonrió levemente. — Soy una tonta, ¿verdad? cuando has sido tú, quien ha demostrado quererme más que todos... Perdóname por dudar de tu cariño; es que estoy tan deprimida ¿sabes? que no sé ni lo que digo... pero mejor dime, chiquita, ¿qué es lo que tienes que estás tan quieta?... ¿Ya estás demasiado cansada?... Sí, eso ha de ser, y sólo te aferras a la vida por mí. Por esta necia que no quiere dejarte ir, pero... si te vas, ¿no te has puesto a pensar que ahora sí me quedaré completamente sola? — de pronto Candy indicaba: — ¡Mira, Bombón, qué hermosa está la luna! Es como si hoy se hubiese vestido especialmente de blanco para alumbrar un evento especial, más no sé por qué, pero creo que ha venido por ti... Sí, se ha llegado la hora de dejarte partir... bueno, si es así, sólo me queda decir... Adiós, mi querida compañera, y nuevamente gracias por todo. No me olvides en tu nuevo hogar, porque yo nunca lo haré... Anda, duerme, pequeña; descansa, que a partir de esta noche yo vigilaré por ti y no tienes por qué preocuparte más por mí.

La rubia, sin dejar de acariciar a Bombón, la besó y apoyó su cabeza delicadamente en el suave pelaje de su mascota que se veía tranquila, serena; y que en el justo momento de sentir en ella la cabeza de su dueña, cerró sus ojos claros y tal parecía que le sonreía; de pronto y lentamente su cabeza fue perdiendo fuerza... y rodó sobre la almohada.

Candy comenzó a llorar en silencio al percatarse cómo su fiel amiga la iba dejando también y para siempre. Aquella que había sido regalo, en aquel entonces de lo que la rubia consideraba el mejor de los tesoros: la amistad de Terry; y que esa noche junto a la muerte de Bombón había llegado a su fin definitivamente.

. . . . .

A tempranas horas de la mañana, Candy se alistó para salir al hospital de animales, llevando consigo el cuerpo inerte de Bombón y solicitarle al veterinario un servicio de cremación.

Mientras esperaba, a la mujer de repente se le vino a la mente. Sacó su celular de entre su bolso, y sin dudarlo, hizo reservaciones de vuelo.

Obtenidas las cenizas en una pequeña urna, la rubia regresó a su departamento; y en lo que empacaba algunas cosas, llamó a Stear para despedirse; y es que alrededor de la una de la tarde, viajaría a Chicago para sepultar allá a su mascota; pero más que nada, para despejarse un poco de todo lo que le padecía.

. . .

Aproximadamente las cinco de la tarde, Candy llegó a la Ciudad del Viento.