Capítulo 15 parte 1

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¡Muy bien, ladies! Les aplaudo por la felicidad que me han hecho sentir. Les cuento que de meses atrás no la percibía al cien, porque durante este año que está por terminar perdí a mi pilar principal: mi madre, y, sí, anduve por lo que restó 2019 a capa caída y ni contarles mi Navidad. Por eso, viviré eternamente agradecida con todas y cada una por hacerme sonreír otra vez. Ahora las dejo, con el verdadero perdón, repitiendo la dosis de ayer. 

. . .

La claridad afuera era señal del nuevo día y alumbraba por completo aquella recámara con decorado minimalista, una tendencia muy común en la arquitectura que se caracteriza por incluir muebles totalmente simples y funcionales, como las que se veían ahí: el colchón cubiertos de sábanas blancas sobre una base de cama con cabecera, dos burós en cada lado con lámparas muy modernas y una cómoda con luna; todo aquello en madera color negro, de formas geométricas cuadradas, y en el suelo, un tapete; eso era todo lo que contenía la habitación aunque no dejaba de ser elegante.

Los rayos del sol que se colaban por las cortinas transparentes que colgaban de las ventanas, ya habían avanzado y llegaban justo a la mitad de la cama donde la noche anterior Terry y Candy descansaban; pero en el lecho únicamente estaba la rubia dormida plácidamente boca abajo; su cabello regado le cubría por completo el rostro y la sábana le cubría medio cuerpo, dejándole al descubierto: la espalda.

En eso, la alarma de un despertador sonó, y ese sonido despertó a la mujer, la cual se removió buscando a su compañero. Al no sentirlo a su lado, ella abrió los ojos por completo, se enderezó, revisó el lugar y al no verlo, diría:

— ¿Terry?

Los siguientes instantes, el silencio contestaba.

Creyendo que estaba en la ducha, la fémina se levantó, tomó la bata que usara la noche anterior, y caminó en dirección hacia al cuarto de baño que era casi del mismo tamaño que la recámara porque contaba con dos sanitarios él/ella, la bañera y ducha en formas anguladas, un mueble de lavabos dos senos y además conectaba a un espacioso closet andador.

Candy, al no verlo tampoco ahí, se dio la vuelta para ir en su búsqueda a la planta baja, pero, un ruido la hizo regresar; volviendo a revisar el baño y extrañándole de no ver nada.

Sin embargo, ella estaba segura que la procedencia de aquel sonido venía precisamente de ahí. Por consiguiente, se dirigió a la puerta que abría el closet, donde su reacción de sorpresa no se hizo esperar porque...

— ¡Amor, ¿qué haces ahí?! — preguntó alarmada al distinguirlo increíblemente en el rincón más oscuro de aquel lugar, sentado, encogido, aferrado a sus rodillas y la cabeza enterrada entre ellas.

Por supuesto, la rubia se le acercó, y se hincó quedando frente a él, el cual al no darle respuesta, ella lo tomó de la cabeza y la levantó para mirarle; no obstante, el castaño ponía resistencia.

— ¿Qué tienes? — ella volvió a preguntar.

Terry movió la cabeza de un lado a otro y la volvió a esconder.

Con esa acción, Candy sería aún más necia; y con éxito levantaría ese rostro, notando que él estaba llorando, además, porque el hombre se limpió rápidamente las lágrimas y echó la cabeza hacia atrás cubriéndose prestamente el rostro ya que no era capaz de atreverse a mirarla.

— Terry, mírame — la mujer suplicó como una vez pasada lo hubiera hecho; y angustiada re cuestionaba: — ¿Por qué estás así?

Él dejó escapar un suspiro y bajó sus manos para apoyarlas nuevamente sobre sus rodillas.

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora