Capítulo 3 parte 1

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Habiendo nadie que la detuviera, Candy salió a toda prisa de aquel edificio. De prisa, llegó hasta su automóvil, donde en su interior, no dudaría en dar rienda suelta a todo su dolor.

Pasados unos instantes y más calmada, a la mujer se le veía con la frente apoyada sobre el volante. En eso, unos golpecitos dados al cristal de la ventanilla, la hicieron enderezarse espantada.

Reconocido el que la llamaba, la rubia bajó el vidrio para oír:

— ¿Qué pasó, Candy? Te he estado buscando por todo el lugar.

— Lo siento, Archie.

— ¿Estás bien? — él, consternado, hubo preguntado.

— No — Candy fue franca en su respuesta. No obstante, pretextaría: — De repente me dio un fuerte dolor de cabeza y preferí retirarme. Lo siento mucho, de verdad. Debo irme.

Archie, al verla llevar una mano hacia las llaves que colgaban, intentó detenerla:

— ¡Espera! Déjame acompañarte, no vaya a pasarte algo en el camino y...

— No, no te preocupes tanto — dijo Candy. — Hasta luego, Archie, y gracias por todo. Nos vemos.

En cuestión de segundos, la fémina encendió el motor del auto y aceleró rápidamente, dejando atrás a un hombre completamente abochornado y desilusionado.

Por lo que aquel evento también representaba para él, Archie emprendió camino para regresar a la fiesta. Allá, caminó hacia la barra donde precisamente estaban su hermano y su socio.

— ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿La encontraste?! — preguntó el galeno con preocupación.

— Sí, pero ya se fue — contestó un resignado Archie, quien recibía una copa de champagne mientras que Terry, en lo que sonreía con disimulado cinismo, comentaba:

— Vamos, Archie, no te pongas como si ésta fuera la primera noche que pasaras solo.

— Y aunque lo dudes, así será — comentó el plantado, —pero bueno, ya ni modo. Mi plan se vino abajo.

— Ten cuidado con lo que dices, Archibald — Stear advirtió, observándole a dos: — Candy no es una jovencita cualquiera. ¡Es toda una mujer! y como tal, se da su lugar; así que, voy a sugerirte que por favor no la molestes.

— Hazle caso a Stear, Archie. Además, yo digo que esa mujer no te conviene — comentó nuevamente el cínico de Terry quien levantaba su copa para ofrecer un brindis.

— Respecto a eso, amigo, déjame decirte que estás muy equivocado. Candy ¡es una mujer excepcional que ya quisiera yo y muchos encontrarse una como ella!

— ¡Caray, doctor! — aquel se burló. — ¡Nunca te había escuchado expresarte así de una mujer!

— Claro, porque con ustedes es imposible hablar de ellas, ya que sólo les interesa saber "cómo va su colección de mujeres llevadas a la cama". Y es en serio, Archie — Stear sonó serio. — No quiero verte rondando la clínica si es con el afán de molestarla.

— ¡¿Es que acaso la conoces, Stear?! — preguntó finalmente un intrigado Terry.

— Sí — corroboró Archie. — Resultó ser nada menos que su recepcionista.

Con el dato proporcionado, el socio arquitecto se irguió, y mayormente al confirmarse en un tono desconocido:

— ¡Y por lo mismo que la conozco, y los conozco a ustedes, par de cínicos, les puedo decir que con ella, pierden su tiempo de "conquista"! Así que, con permiso — pidió el molesto doctor, el cual dejaba pasmados a los dos señalados.

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora