Los siguientes tres días pasaron lentos, pero sin novedad alguna. Terry se mejoraba, más a lo dicho por Stear, parecía que había caído en total depresión por la manera tan vaga que respondía a lo que se le preguntaba.
Candy, por su parte, trataba de pasar todo el tiempo posible con los niños, involucrándose en sus actividades. Por ejemplo: a Sandro, lo llevaba a sus prácticas y partidos de Baseball y a Lizzie la tenía entretenida coloreando o leyendo algo.
Archie estaba al frente de la constructora, recorriendo las obras negras y cubriendo las citas de su socio, llegándose así...
El viernes, Archie, como primer pendiente, atendió a los clientes de Grandchester y les hizo entrega de: cotizaciones en general, cálculos del costo de la obra, planos de todo tipo, maquetas, en fin. Los accionistas lo recibieron y quedaron de informarle después de revisarlos con detenimiento.
Ya por la tarde, los funerales de la señora Chanel B. Grandchester se llevaron a cabo; y Cornwell se puso al frente, en representación de su amigo y socio, para recibir las condolencias que le hacían llegar al viudo.
Desafortunadamente, el reemplazante no pudo controlar a la prensa morbosa que buscaba una exclusiva. Y como los familiares de la mujer difunta estaban inconsolables, no desaprovecharon la oportunidad para responsabilizar públicamente a Terry por el fatídico hecho.
Mientras tanto, aquél, ya en su habitación privada, miraba la televisión; y al escuchar los reportajes, le remordía más la conciencia. Así que, esa misma tarde le solicitaría a Stear:
— Quiero ver a mis hijos. ¿Crees que puedan venir sin que esos se enteren? — el enfermo señaló la pantalla haciendo referencia de los reporteros.
— Haremos lo posible por traértelos.
— Gracias — apreció el castaño y se volvió a encerrar en su enmudecimiento.
. . . . .
El sábado de la mañana siguiente, a tempranas horas, Candy alistó a los pequeños para ir a visitar a su padre.
Los chiquitines estaban felices de poder ver al fin a su progenitor.
La rubia lo estaba junto con ellos. Ya se había cumplido una semana del fatal accidente; y a pesar de las diferencias con Terry, a ella le preocupaba mucho su situación.
A las nueve horas del día, la puerta de la habitación cuatrocientos noventa y ocho se abría lentamente.
A un parecer, el paciente de aquella cama seguía durmiendo. Entonces, los visitantes entraron en silencio.
De pronto, se escucharon unas risillas traviesas; y Terry abrió los ojos para toparse con las figuritas pequeñas de sus hijos los cuales llegaban con flores, globos y regalos.
— ¡Papá! — gritaron los chiquillos emocionados al mismo tiempo que corrían a su lado, saltando los dos a la cama para abrazarlo y llenarlo de besos y muchos "Te queremos, te extrañamos".
Archie se acercó porque a los gestos que el castaño hacía, parecía que lo estaban lastimando; por ende...
— Lizzie, ten cuidado, nena, no brinques mucho que lastimas a tu padre.
Con ello...
— ¿Te duele mucho, papaíto? — la niña preguntó y tomó con cariño el rostro severamente lastimado.
— Sólo un poquito — dijo el padre. — Pero viéndote ya no me importa el dolor.
— ¿Cuándo volverás a casa, papá? — cuestionó Sandro.
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Corazón Envenenado
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO COMO SE ESTIPULA. EN CASO DE DUDA, PUEDEN CONSULTARME. Siendo niños nació la más bella de las amistades; se fortaleció a través de los años. Pero llegad...