Capítulo 2 parte 2

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— ¿Terry? ¡Terry! — gritó Archibald quien llevaba rato llamando a su amigo, el cual tenía un rostro indescriptible. Por supuesto, el castaño socio quiso saber: — ¡¿Qué le pasa a la gente hoy?! —, y con molestia, sacudió las manos en el aire.

— ¿Eh? ¿Qué me decías?

— ¡Increíble! ¡Eres la segunda persona que después de volver de su letargo, me hace la misma pregunta!

— Perdón, me distraje —. Terry se masajeó las sienes; observándole Archie con sorna:

— Sí, ya lo noté.

— Lo siento — dijo el distraído, el cual para distraerse con otra cosa indagaba: — Por cierto, ¿cómo van las instalaciones de la oficina?.

— ¡Perfectas! — exclamó Archie. — Los acabados ya están hechos; los muebles llegan en una semana; y para la siguiente, la gran apertura de Corporación de Arquitectos Grandchester & Cornwell.

— ¿Y qué noticias me das de Stear?

— Nada todavía. Según él, llega mañana.

— Sí, de eso me enteró también. Bueno, entonces me retiro — dijo Terry poniéndose de pie y explayando al mismo tiempo su excusa: — mis hijos están esperándome.

— ¡Ah! ¡Eres el vivo ejemplo del padre familiar, que ha dejado la mala vida por dedicarse a ellos! —. Archie no abandonó ni su asiento ni el sarcasmo.

— Y aunque lo digas en ese tono, así es.

— ¿Y Chanel?

— Tuvo un "desfile de modas" en Los Ángeles.

— Amigo, no sé si hiciste bien volviéndote a casar después de la muerte de Elisa, tu primera esposa.

— Pero ya lo hecho, hecho está — respondió el criticado con resignación y bebió su copa oyendo cuando su amigo, con verdadera sinceridad, le aconsejaba:

— Puedes divorciarte, Terry.

Éste observaría con tono sardónico:

— ¿Te has puesto a pensar lo que me costará hacer eso?

— Sí; pero... Terry, tus hijos necesitan una madre, no una muñeca de pasarela. Te entiendo que como hombre necesites una mujer a tu lado, pero...

— Pensé que hablabas en serio cuando me decías de tu nueva "amiga".

— Eso es diferente.

— Para mí es lo mismo, sólo que tú quieres todo sin nada a cambio.

— No, no te creas. La mujercita tiene un no sé qué, que me gusta, me gusta mucho, Terry — finalizó Archie para beber también de su copa sosteniendo la mirada pesada que su amigo le dedicaba.

— Allá tú entonces — se le dijo con indiferencia; y con una señal de despedida, Terry caminó hacia el elevador buscando la salida.

. . . . .

A la mañana siguiente y de nuevo en la clínica...

— Entonces, ¿consiguió nada con su viaje? — preguntó la rubia la cual estaba sentada enfrente del escritorio del doctor.

— Nada, Candy.

— ¿Y qué fue a buscar? Claro, sí se puede saber.

Stear, quitándose sus gafas y masajeando sus ojos, contestaría con pesar:

— Un donador de riñón.

La rubia sonaría igual al querer saber del fracaso:

— ¿Y qué fue lo que pasó? ¿Por qué no lo consiguió?

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora