Capítulo 7 parte 1

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Dos días después, Candy fue dada de alta y regresó a su departamento gracias a que, al final de cuentas y después de que Terry volviera a hablar con su hija, se retirara la demanda.

Sin considerarlo, Stear llevó una enfermera personal a su paciente. Candy, por supuesto, se negó rotundamente a emplearla al alegar que pondría más atención a su salud. Sin embargo, el doctor fue más necio aún, y la cuidadora se quedó a vigilar a la rubia por un par de horas, ya fuera en la mañana o por la tarde.

Archie también trataba de estar con su novia la mayor parte del tiempo; empero, la constructora le estaba absorbiendo mucho de éste, además, debía viajar a Grecia.

Por lo mismo, esa tarde que estaban juntos y después de haberla consentido, el arquitecto Cornwell se vio en la necesidad de retirarse, debido a que al día siguiente partía.

Candy lo acompañó hasta la puerta, y allá, el hombre sin soltarse de su abrazo, le decía:

— Te voy a extrañar.

— Yo también — contestó ella, sonriendo de la chiquillada masculina que pedía encarecidamente:

— Cuídate, por favor.

— Por supuesto — ella ya se lo había propuesto; y él...

— Te quiero — confesó, dando Archie un beso y siendo correspondida su declaración conforme se alargaba la caricia:

— Yo también te quiero.

Entonces...

— Sólo porque estás convaleciente sino... te pedía que vinieras conmigo.

— Lo sé, tal vez la próxima vez.

— Sí, tal vez — dijo el castaño; y obligado se separó de ella para retroceder y decir: — Bueno, me voy.

— Adiós — respondió Candy cerrando la puerta.

Estando sola y adentro, la fémina se recargó en ella por unos momentos. Seguidamente, sonrió porque de pronto el timbre sonó, y decía a su novio al abrirla:

— ¿Qué se te olvidó?

Pero el corazón de la rubia dejó de latir un instante al divisar a la persona que tenía enfrente.

Por algunos segundos ninguno de los dos habló, sólo se miraban fijamente.

Cuando Candy finalmente pudo articular palabra, Terry se le adelantaría para solicitarle increíblemente amable:

— ¿Puedo pasar?

Aceptando la petición, la rubia se hizo a un lado para darle el acceso, no obstante, previo a cerrar la puerta, se asomó al pasillo como buscando algo.

— Archie ya se ha marchado — aseveró el castaño.

— Lo sé — dijo Candy. — Solamente me estaba asegurando de que... la policía no estuviera detrás de ti.

Por otros instantes, los amigos pasados volvieron a sostener sus miradas. De repente y juntos, soltaron la carcajada, siendo la sonrisa de Terry la que Candy siempre conociera, ¡tan sincera, tan abierta, tan bella!

— ¡Cómo te he extrañado! — confesó ella mentalmente; y exteriormente él le preguntaba:

— ¿Cómo te has sentido?

— Bien, gracias.

— ¿Puedo sentarme?

— Oh, sí, perdón — ella indicó un camino que estaba obstruido; y por lo mismo: — Tú disculparás el desorden.

Corazón EnvenenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora