Capítulo XXXVII

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Sólo acompañado del furia nocturna, Hiccup siguió a su abuelo hasta su modesta casa. Conociéndolo, sabía que no le gustaría la presencia Toothless con ellos, por lo que le pidió al dragón que lo esperara afuera y cuidara que ningún metiche se metiera.

Eero le ofreció un tarro de hidromiel y lo invitó a tomar asiento en una de las enormes sillas de jefe que tenía frente a la chimenea y a como había pedido su nieto le contó sobre lo sucedido en Berk durante su ausencia.

Hiccup se contuvo las ganas de arrojar el tarro, del cual ni probó al escuchar todo lo pasado en Berk; desde la intervención de la Elite del sol, la destitución de Gustav, el encierro de los dragones, la llegada de los mercenarios y todas las atrocidades que estos hacían en el nombre de la supuesta paz, los derroches de oro innecesarios y la matanza de los dragones

¡¿En qué demonios pensaba su abuelo?! Era lo único que podía pensar conforme más escuchaba.

—Y bien eso era todo lo que querías oír, ya lo dije... ahora sigues tú.

—Esto no se ha terminado Ee... abuelo. —titubeó. — ¡No puedo creer lo que hiciste!

—No comiences con reproches, no eres nadie para opinar si te quisiste ir para complacer un capricho de tu mujer.

—Créeme que fue más que un capricho. —respondió Hiccup con desprecio, conteniéndose las ganas de decir que la razón de su viaje era para buscar a su exnovia, la cual había sufrido por su causa. —Vamos a aclarar unos puntos. ¡Ya volví! ¿Quieres que siga siendo jefe? ¡¿Sí o no?! Porque no quiero seguir a tu sombra y que cualquier idiota pase por encima de mí para hacerte caso a ti.

¿Acaso era un ultimátum? Fue lo primero que pensó el viejo. Analizó de arriba abajo a su muchacho, ya no era el mismo de antes, algo en él había cambiado.

—Sí te refieres a la Elite y a los mercenarios verás que con el tiempo nos serán de gran ayuda.

— ¡¿De gran ayuda?! ¡Torturan a tu gente y TÚ SE LOS PERMITES! —se levantó Hiccup furioso.

— ¡Revoltosos! Vikingos necios que no obedecen las reglas. —Lo imitó Eero para encararlo.

— ¿Y que ahora controlas a base de miedo? ¡Te desconozco abuelo!

Ambos dieron un sonoro resoplido que de ser dragones hubieran expulsado humo por sus fosas nasales.

—Parece que es inútil hablar contigo. —concluyó el menor. —Pero está bien ¡sé el jefe! O ¿por qué no dejas que Lenny sea el jefe? ¡Parece que le has dado mucha autoridad! —Dijo con sarcasmo. —Tal vez él sea mejor jefe que yo... lo que siempre quisiste que fuera.

Se dirigió hacia la puerta con la intención de irse.

—¡Espera Hiccup!... —rogó Eero con una extraña voz difícil de interpretar por el aludido.

¿Acaso era un tono de culpabilidad? Se giró para ver que tenía que decir su abuelo y lo que le dijo lo dejó boquiabierto.

—Tú eres el jefe, mi muchacho, mi único nieto, tu puesto nadie te lo quitará.

De no saber que era una persona tan malvada le hubiera creído, una parte de él quería a su abuelo, pero no podía perdonar el daño que había hecho, más por las personas que había lastimado y que de seguro volvería a lastimar sin titubeos.

—Gracias abuelo. —dejó el drama por un lado y regresó con él. La parte de llevar la fiesta en paz por lo menos sería tranquila hasta que tuviera todo listo.

—Dime lo que piensas hacer y te apoyaré, siempre y cuando no lo considere como una de tus usuales locuras.

—De acuerdo. —aceptó sin darle mucha importancia. —Mi primera demanda es que los dragones sean libres, necesitan volar... ¡no pueden estar encerrados todo el tiempo!

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora