Capítulo I

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Reino de los Bog Burglars

Una impaciente joven se encontraba caminando de un lado a otro en su enorme habitación, se mordía las uñas con una ansiedad extrema que era capaz de arrancárselas del pellejo.

El motivo de su desesperación yacía en la cama, un pedazo de papel, una carta escrita por su tío que recibió mediante un águila mensajera una semana después del deceso de su padre.

"Querida Camicazi"

Hace mucho tiempo que no nos vemos, de seguro ahora eres toda una hermosa mujer, me gustaría que las circunstancias de escribir esta carta fueran otras y no estas, sé lo mucho que tu padre te amaba y amaba a su reino, prometo hacer el mismo esfuerzo para que a nuestra gente y a nosotros nunca nos falte nada. Pronto regresaré a tomar mi lugar como nuevo rey, calculo que en cuatro lunas llenas llegaré a Bog blugar.

Como debes de saber, parte del plan de tu padre y mío para asegurar tu seguridad y la del pueblo será mediante una alianza con el jefe de la tribu de los Hooligans en Berk. Es una tribu fuerte, y tiene los guerreros y herramientas para ayudarnos de cualquier amenaza, así estarás segura. Son tiempos violentos y el rumor de que una guerra se aproxima se hace cada vez más fuerte...

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La carta de extendía en comentarios banales como los términos del contrato matrimonial, así como un pequeño comentario del viaje que tendría que realizar en barco para llegar hasta Berk. Camicazi apretaba los dientes con cada línea que decía aquella carta, odiando mil veces más a su remitente.

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Muy pronto nos veremos querida sobrina.

Hasta entonces.

Harald Forkbeard

— ¡Maldito! — Gritó haciendo bolas el montón de papeles

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— ¡Maldito! — Gritó haciendo bolas el montón de papeles. — ¡No me casaré, no me casaré!

Se echó en la cama a llorar, odiando a todo el mundo por su infortunio; siendo una princesa nunca había tenido la oportunidad de experimentar cosas por su cuenta, incluso pensó que con todas las comodidades y riquezas un pueblerino era más libre que ella.

Eso era lo que quería. Libertad. Ser libre para divertirse y experimentar; pero su padre siempre se preocupaba por su seguridad, la asfixiaba con tanta protección; y cuando apenas había podido acordar reducir su número de chaperones a dos, a él se le ocurría morirse.

— ¡Princesa! ¿Se encuentra bien? —llamó un hombre tocando a la puerta.

—sí, sí...—exclamó fastidiada, limpiándose ferozmente las lágrimas. —Pasa Arie.

Con el permiso concedido, un hombre alto de cuerpo robusto, cabello negro y ojos castaños hizo acto de presencia con una reverencia, tenía 30 años. Él era uno de los dos chaperones de la princesa, la otra era su nana Aline.

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora