Capítulo XXXVIII

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Camicazi no tardó en lazarse a los brazos de Eret, que gustoso la recibió soltando todos los víveres que llevaba cargando; aquel momento sería de gran significado para ambos, pues acababan de dar un nuevo y enorme paso.

Felices de la vida, tomaron todas sus compras y corrieron presurosos con su familia que los esperaban; estos al enterarse de las nuevas, se regocijaron de la felicidad y le dieron a Camicazi oficialmente la bienvenida como un integrante más de su familia. La princesa entre la dicha y la felicidad ya no resintió el pasado, por fin todo lo que una vez había soñado y anhelado estaba frente a ella.

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La familia de Erets no eran de los que perdían el tiempo, rápidamente empezaron los preparativos para la boda, a cargo de la entusiasta Valeska, que se ofreció a hacer todo por su querida y amada nuera, incluyendo el banquete para las personas que invitarían, que no eran muchos en realidad; así como diseñarle y hacerle un vestido.

La pareja acordó casarse en cuatro meses, ya que los hombres tendrían que salir de viaje de pesca que dudaría alrededor de esos meses, pero que en cuanto regresaran se llevaría a cabo una boda.

Esos meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos...

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—Te ves tan hermosa. —halagó Valeska ajustando los últimos detalles del vestido blanco de su nuera.

—Todo es gracias a ti. —dijo Camicazi viendo su reflejo en un espejo grande que le habían prestado.

—No hay nada que no haría por mi querida nuera. —tomó la mujer sus manos.

—Valeska, yo... quiero decirte... muchas cosas. —rio la tímida princesa. —Eres como otra mamá para mí...

—Muchas gracias hijita, y gracias por hacer feliz a mi hijo.

—¡él es el que me hace feliz!... me aceptó... a pesar de lo que me pasó...—dijo cabizbaja.

Valeska al detectar que estaba recordando su tragedia, levantó su barbilla para que la mirara a los ojos. Un trauma como el de ella era muy difícil de superar y una parte de su ser dudaba de que su nuera pudiera cumplir con sus deberes maritales como se debía.

— ¿Quieres hablar al respecto?

Camicazi negó con la cabeza, su cuerpo empezó a temblar ligeramente y la piel se le puso de gallina, tuvo que frotarse las manos por sus brazos para quitarse esa sensación, sólo esperaba que nada de su pasado arruinara su gran momento.

—Camicazi, estarás bien, mi hijo sabrá cómo tratarte y estoy segura de que tampoco te forzaría a nada.

—Lo sé Valeska, lo sé... sólo espero poder corresponderle como se merece, lo amo y quiero hacerlo feliz.

—Ya lo haces feliz linda, de eso no debes preocuparte

Suegra y nuera se sonrieron entre sí y siguieron conversando "cosas de chicas", hasta que Erat entró con su muñeca en mano para avisarles que ya todo estaba preparado, además con un regalo en especial.

—Cami... mi hermano te manda esto, dice que es para tu cabello. —dijo mostrándole una flor de color rojo.

—Muchas gracias Erat. —Camicazi se puso a la altura de pequeña cuñada. — ¿Me haría el honor de ponerla?

— ¡Sííí!

Erat se apresuró a poner la flor a un costado del cabello de la princesa, el cual ya estaba peinado en una larga trenza.

—Ahora sí pareces una princesa. —halagó Valeska.

Camicazi sonrió muy apenas, el término no le gustaba demasiado porque le recordaba el pasado; en especial a su tío Harald y una esclava a la cual quería olvidar con todas sus fuerzas.

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora