Capítulo XXIV

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Stavanger.

Llegando al pequeño poblado, Arie se encaminó al lugar donde recogería su recompensa, llevaba consigo una pala para desenterrar el tesoro y una enorme bolsa donde lo ocultaría. Llegó a la pequeña colina, notando de inmediato que la marca que había dejado con una "X" estaba intacta.

Dejó sus herramientas de lado para observarla con detenimiento, la tierra seguía firme, no había señal de que alguien hubiera excavado un pozo.

— ¡No, no! —empezó a escarbar con sus manos la pequeña parcela.

—Amo Arie...

Dejó su enloquecida labor al escuchar la voz de uno de súbditos que se supone debían estar en Bog Burglar, al levantar la vista vio a los dos guardias que lo ayudaban con sus fechorías, ambos con muestras de torturas en sus cuerpos y rostros.

—No hay oro. —informó uno de ellos temeroso.

— ¡¿Qué?!

—Se enteraron amo, esos esclavos ya saben la verdad al igual que el rey Harald.

— ¡¿Pero ¡¿cómo?! ¡Se atrevieron a hablar!

—No, amo. —ambos se arrodillaron. —Temo que alguien más le informó, suponemos que fue la princesa Camicazi, ya que nosotros hicimos todo lo que nos pidió al pie de la letra, el rey se la creyó y fuimos testigos de que realizaría el viaje para hacer el pago, pero de un momento a otro cambió de opinión, ya no viajó.

— ¡Estúpidos!

—No fue nuestra culpa amo. —chilló uno con la cabeza gacha.

Arie con frustración se peinó su cabello hacia atrás para tratar de pensar con coherencia, si Camicazi había hablado se las vería con él, ya no le permitiría seguir con sus caprichos y ofensas, tampoco la dejaría hacer lo que quisiera.

— ¿Qué hacemos amo? —cuestionó uno de los guardias. —Esos esclavos están furiosos, casi nos matan... puede haber represalias. No sabemos lo que le dijeron al rey Harald, quien se fue directo a Berk para resolver ese asunto. ¡Nos condenarán!

—No teman. Pónganse de pie, yo lo resolveré. —los guardias obedecieron, al hacerlo Arie les dio la espalda, fijando su vista en el horizonte.

— ¿Que planea amo?

—Eliminarlos.

Con un hábil movimiento, Arie desenfundó su espada y la encajó en el vientre de unos de los guardias, quien quedó atónito ante la acción; su atacante retiró con rudeza la espada y con otro movimiento cortó su cuello que empezó a derramar sangre.

El otro quedó en shock y antes de que pudiera sacar su espada, Arie le había cortado la mano.

—Basuras, ya no los necesito. —Sentenció enloquecido, empuñando su espada una y otra vez en el cadáver del guardia que una vez torturó a los esclavos.

Al liberar de esa manera la tensión, Arie volvió su vista al horizonte.

—Camicazi, más vale que no te hayas atrevido a traicionarme.

.

.

.

Berk.

Eero estaba ansioso, el estado de salud de su nieto lo tenía enloquecido, además de que Dagur estuviera rondando por ahí, loco o no, podría hablar de lo sucedido con Heather y a él no le convenía que alguien se enterara de aquello que seguro le daría el total repudio de Hiccup.

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora