Capítulo XLVII

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En una casa olvidada de la orilla del dragón, la "prisionera" Camicazi, pasaba el día como los anteriores. Vivía recluida. Nadie, a excepción de su vigilante Kana y ocasionalmente Gothi (cuando iba a revisarla), le dirigían la palabra. A su parecer, Hiccup cumplía muy bien sus amenazas, literalmente la tenía prisionera, pero también le daba comodidad, y eso podía ser la gloria para cualquiera, pero ella vivía atemorizada por lo que pudiera suceder al siguiente día.

Su vientre crecía con el paso de los días, así como el amor a su hijo. Muy en su interior ya no se sentía esa caprichuda princesa que era en el pasado, estaba pasando a una nueva etapa: la de ser madre; que conllevaba a sacrificarse uno mismo por el bien de ese ser que aún no nacía; tratar de hacer lo mejor por él, y por primera vez en los 5 meses que llevaba de embarazo, se compadeció de lo que le había hecho a Astrid Hofferson.

—Camicazi...

La princesa despertó de su ensoñación, se había quedado viendo a la nada mientras acariciaba el vientre y reposaba en una vieja silla.

—¿Q-qué pasa Sra. Kana? —siempre llamaba a su vigilante con respeto.

—Te traje esto...—La mujer se acercó con una bolsa de cuero, y de esta le mostró diversos hilos de varios colores. —Puedes entretenerte tejiendo algo para tu bebé...

—Nunca lo he hecho...

—Bueno, si tú quieres te puedo enseñar. —ofreció gentilmente la mujer.

—Hiccup... ¿está de acuerdo? —preguntó con temor.

—Camicazi, el jefe es bueno... y créeme está muy ocupado como para prestar atención a lo que haces.

—Oh, está bien...

La mujer pacientemente le enseñó como tomar los hilos, agujas y demás para empezar a hacer tejidos que serían exclusivos para su bebé. Cuando la princesa entendió, pudo hacerlo por su propia cuenta, cometiendo una que otra equivocación que corregía de inmediato.

Esa fue la entretención del día, pronto de nuevo la casa se silenció, pues ambas mujeres estaban concentradas en su labor, hasta que Camicazi rompió ese silencio con un nuevo cuestionamiento.

—Sra. Kana...

— ¿Sí?

— ¿A usted le agradaba... ella?

— ¿La esposa del jefe Hiccup?

Camicazi asintió.

—Nunca la trate mucho, ya que cada uno estaba en sus labores, pero era gentil; cuando se enfermó casi todo el pueblo, hizo brigadas para conseguir comida en lo que el jefe conseguía el remedio, también entrenó a muchos jinetes que la respetan y...

Camicazi sólo se incomodaba al escuchar todas las virtudes de su esclava y lo que había hecho por Berk y por Hiccup; Harald había tenido razón en ese aspecto, ella había sido una increíble líder.

— ¿Aun no dan con ella? ¿Verdad?

—No...—susurró cabizbaja la mujer. —El jefe Hiccup se va a morir de dolor si no la encuentran...

El comentario alteró los sentidos de Camicazi, pues pensó "Antes me mata a mí", imaginó un escenario en donde la destrozaba a golpes y al final él se quitaba la vida.

De repente, el cuerno sonó, sintió un escalofrío por todo el cuerpo, ya que había sonado tan igual como cuando los maleantes, que le dieron muerte a su esposo, atacaron su pueblo.

Kana dejó de tejer, tomó su hacha y se aventuró a salir en caso de un ataque, mientras que a Camicazi le ordenó no salir por ningún motivo. Ella obedeció, no quería meterse en problemas, confiaba en que no fuera nada grave y que el jefe pudiera lidiar con quienes hubiera llegado, después de todo tenía una defensa de dragones, incluido ese a quien nombraron "Salvajibestia".

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora