Capítulo IV

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¡Tonta! ¿Ves lo que causaste?

Astrid bajó la cabeza, tronando los dientes y apretando los puños al ser regañada por Camicazi, de reojo vio como la nana de esta seguía desmayada, acostada sobre la cama de la princesa, mientras Ruffnut la ventilaba con un pañuelo.

¡Veme a los ojos cuando te hablo! —Exigió Camicazi, tomando su barbilla para obligarla a cumplir sus deseos.

Yo no hice nada. —Se defendió Astrid ante la acusación.

¡¿Cómo te atreves a contestar a tu ama?! ¡Esclava! —Gritoneó Arie, llegando en defensa de Camicazi.

¡No pasé su prueba! ¿Qué más quiere de mí?!

No, claro que la pasaste, mi nana si te confundió conmigo. —Dijo Camicazi, apretando más su barbilla. —Sólo hace falta.... "refinarte", te enseñaré a comportarte enfrente de los demás, así podrás sustituirme.

No lo entiendo, ¿para qué quiere usted eso?

Camicazi soltó el apretón y se alejó dos pasos hacia atrás esbozando una sonrisa traviesa.

¿Te gustaría ser reina? —La pregunta sorprendió a la esclava, así como Ruffnut. — ¿Dejar el mundo de la esclavitud para vivir en un lugar mucho mejor y ser libre?

Yo sólo quiero ser libre. —Expresó Astrid en un susurro de ruego. —Libre con mi familia.

¡Y lo serás! ¡Todos lo serán! —Animó Camicazi con los brazos abiertos. —Bueno, no tanto... pero será mejor a la vida que llevan ahora.

¿Puede decirme ya lo que pretende? —Pidió la esclava con fastidio, ganándose otra mirada molesta de Arie.

Si quieres las riquezas, a tu familia y amigos lo que debes hacer es sencillo, sólo debes...—pausó para poder apreciar la mirada de la angustia de su esclava. —Sólo debes casarte con el jefe de un lugar llamado Berk.

¡¿QUÉ?! —gritó Ruffnut, dejando de lado a la nana para acudir a lado de Astrid quien prácticamente quedó en shock.

¿Usted... quiere qué...?!— articuló aun atónita. — ¿Por qué no lo hace usted?

¡Ay, como eres tonta! —se quejó la princesa con fastidio. —Yo no quiero casarme, apenas cumpliré los 18 años, quiero vivir mi vida y el jefe de Berk es un viejo decrepito... ¿cómo una princesa como yo puede acabar con un vejestorio como ese? —Dijo con repulsión.

¿Y quiere que yo la suplante? ¡Qué idea tan tonta! —Gritó Astrid alterándose, siendo detenida por Ruffnut antes de que se lanzara contra la princesa. — ¡¿Por qué no lo cancela y ya?!

Como dije "eres tonta". —resopló. —El tratado no se puede disolver, eso nos haría enemigos de Berk y ellos "aparentemente" tienen armas muy poderosas. Aunque no lo creas me importa el reino que mi padre dejó, pero no tanto como para sacrificarme, para eso estás tú, ¡esclava!

¡No lo haré! ¡No lo haré! —Gritó Astrid en total desacuerdo, Camicazi sonrió con el gesto, verla así era como apreciarse delante de un espejo.

Bien, no lo hagas. —Dijo con tranquilidad, acallando los gritos de la rubia. —Sólo que... mmm... ¿qué era? —fingió demencia para atraer su atención. —¡Ah, sí! El niño, el anciano y el otro chico. —recordó con inocencia. —Arie... diles dónde están.

Aquel simple comentario hizo que Ruffnut se aferrara con temor al brazo de Astrid, a quien la respiración se le agitó al escuchar de su familia.

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora