Capítulo XXXV

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Un nuevo día había llegado a las islas estacionales; en cierta isla solitaria, a unos kilómetros de Hosten, precisamente en una cueva detrás de una cascada, un joven cabello castaño miraba deslumbrado a la chica que yacía profundamente dormida boca abajo sobre las pieles.

Hiccup, de pie, la miraba embelesado al mismo tiempo que evocaba los recuerdos de las horas pasadas; haber hecho el amor con su esposa era una de las cosas más excitantes que había experimentado en su vida; tanto, que lo comparó con la sensación de volar por el extenso cielo, la única diferencia es que en lo alto el ambiente era frio como la nieve, y con su esposa era ardiente como el fuego.

Como ella seguía dormida, salió para atender a los dragones, que juguetones entre las hierbas se peleaban por un pedazo de tronco, pero que al verlo salir lo dejaron para acudir con él y reclamar su alimento. Hiccup los atendió con la misma dedicación de siempre, después se puso a preparar su propia comida, pasaba de medio día y tenía mucha hambre y de seguro su esposa también lo estaría una vez que despertara.

Aprovechando la somnolencia de Astrid, preparó una exquisita comida, al igual que preparó el regalo de la mañana, aquel abrigo de piel que había guardado cuidadosamente en una caja de madera. Cuando tuvo todo listo, lo llevó a la cueva y esperaría a que su lady se despertara.

El olor de la comida recién hecha llegó a las fosas nasales de la rubia, quien perezosa empezó a despertar lentamente, aunque al darse cuenta de que estaba sola se levantó de golpe viendo hacia ambos lados.

—Hey, tranquila estoy aquí.

Astrid vio a su marido de pie a unos centímetros de ella y se tranquilizó echándose sobre las pieles, cobijándose hasta media espalda.

—Buenas tardes. —saludó Hiccup con una risita.

—Buenas tardes.

—Preparé la comida.

—Sí, huele delicioso, muchas gracias.

Astrid se sentó, cubriendo su pecho con las pieles, no tanto por timidez, su marido ya había visto y tocado prácticamente todo, pero la cueva estaba demasiado fría.

—Por cierto, quiero darte algo.

Frunció el ceño, al mismo tiempo que vio que Hiccup cargaba una caja de madera y la puso con timidez a un lado de ella.

—Mi regalo de la mañana.

Sin decir nada, Astrid sonrió enamorada, y con emoción sacó la hermosa capucha de piel.

— ¡Oh, Hiccup! Es muy hermosa. —admiró sintiendo la suavidad de la piel y comprobó lo cálida que era al probársela.

El aludido sonrió embelesado; así era como debió ser desde un principio y ahora cumpliría con la tradición del regalo de la mañana todos los días de su vida, aunque fuera con pequeños detalles.

—Muchas gracias Hiccup. —dijo de nuevo Astrid regresando el abrigo a la caja, la cual movió después al otro lado de su costado. —Ven aquí.

El muchacho aceptó gustoso su invitación y se acostó junto con ella abrazándola fuertemente; Astrid lo empezó a besar lentamente por todo el rostro en forma de agradecimiento por sus atenciones.

—Mi lady, la comida se va a enfriar. —avisó entre risas, pues Astrid le empezó a hacer cosquillas, después de haber hecho el amor, sabía cuáles eran sus puntos sensibles.

—Sólo un ratito, hace mucho que no dormía tan bien. —paró si jugueteo y acurrucó en su pecho.

—Lo mismo. —concordó él atrayéndola en un abrazo más fuerte.

LUZ DE LIBERTAD (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora