Capítulo 63: Terapia de shock

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―Ella es tu sobrina ―dijo Amber mientras me sonreía con dulzura, una que no conocí anteriormente en ella. Dana en cambio, saltó a mis brazos y escondió su cara en mi cuello, como una especie de animalito asustado.

No entendía, ¿por qué sería mi sobrina? ¿Acaso Amber tenía una hija y me consideraba como una hermana, para que yo la adoptase como mi sobrina?

―No comprendo ―solté mientras trataba de incorporarme a duras penas, por tener a Dana encima―. ¿Mi sobrina?

―Tía Becky, mamá me habló mucho de ti. Dijo que algún día te conocería... la última vez que nos vimos no sabía que eras tú, ¡de otro modo te hubiese contado todo lo que vivimos estos años!

Estaba realmente confundida, ellas dos no se parecían en nada, y era algo realmente loco que no me haya enterado de algo semejante. Incluso me daba intriga saber que Amber le había hablado de mí, ya que últimamente hasta dudaba que me considere su amiga. Además, no pudo haber tenido una hija hace unos doce años, que era la edad que aparentaba tener la niña.

―Es hija de Maddison ―dijo Amber al ver mi cara de frustración, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas y trataba de ocultarlo―. Es la hija de tu hermana, tu sobrina ―concluyó.

Me gustaría decir que reaccioné abrazando y besando a mi pequeña sobrina en un emotivo encuentro, pero eso no pasó. En su lugar, me quedé pasmada, sin saber qué decir o qué hacer, con Dana en brazos diciendo cosas que ni siquiera intenté descifrar.

¿Mi sobrina?, ¿hija de mi hermana? ¿Maddison? ¿Después de tanto tiempo?

Estaba en shock, pero de las miles de preguntas que aparecieron en mi mente, solté la que más me pesaba en el interior.

―¿Dónde está ella? ―pregunté, sin tener la capacidad de reconocer que era una pregunta para otro momento.

¿Qué tenía que ver Amber con ellas dos, de todos modos?

―Siéntate, vamos a conversar ―dijo ella mientras apartaba a Dana de mí, siguiendo con su trato amoroso hacia ella. Uno que yo lastimosamente no pude tener.

Me dejé guiar porque no había otra cosa que pudiese hacer. Me sentía irreal, como si de repente dejaba de existir y las personas a mi lado no lo notaban. Y también me sentía como una niña pequeña, una niña a la que acababan de romper la ilusión de conocer al hada de los dientes por su inexistencia.

―Rebbeca, sé que esto es muy extraño ahora ―volvió a hablar; y luego se dirigió a Dana, mi sobrina―, podrías ir a dar una vuelta por allí, cielo.

―Está bien ―respondió ella, alejándose con su teléfono móvil en manos.

¿No era muy pequeña para tener uno?

―¿Qué es todo esto, Amber?

―Solo te pido que me escuches y no te alteres. ¿Podrías? ―Asentí afirmativamente ya que no podía gesticular palabra alguna, pero sabía que cuando me decían algo así, no podía evitar hacer lo que me pedían encarecidamente que no hiciera―. Bien, ¿recuerdas esa vez que fuimos al Living-Room? Esa noche la vi, ella era camarera del lugar; no nos quiso atender, porque estaba sorprendida, pero nos llevó a casa después de que quedaras inconsciente. Después de eso mantuvimos contacto... quiso acercarse a ti pero no sabía cómo hacerlo...

―Ajá, por eso te habla a ti ―la interrumpí con una sonrisa irónica, ni siquiera sabía el porqué de la molestia que me embargaba―. Está bien, prosigue.

―Ella no sabía cómo hacerlo, ya que fueron muchos años que estuvieron distanciadas ―siguió contando Amber, como si no la hubiera interrumpido anteriormente―... yo quise hacerlo, porque odiaba ocultarte algo como eso... pero surgió tu lío con Sam, tu mamá, y lo demás, y me excusé en eso porque no tenía la valentía de contarte algo como que yo...―se calló de golpe y negó con la cabeza, bajo mi atenta mirada―. No soy quién para decirte lo que tienes que hacer, pero creo que deberías hablar con ella.

¿Hablaba en serio? ¿Yo tenía que hablarle cuando ella se fue de mi lado, dejándome sola con todo el caos que ella empezó en la familia? ¿Es que esta tía era tonta?

Bien, no me lo estaba tomando de la mejor manera, pero es que ella se había marchado cuando más la necesité. Se marchó ocasionando estragos en mi adolescencia. Se marchó y nunca tuvo la decencia de enviarme un mensaje, o una simple nota.

―¿Qué excusa tiene? ―pregunté en un susurro, aunque solamente había pensado en voz alta.

―Habla con ella ―insistió mi amiga, tomando mis manos en señal de apoyo. Empecé a negar mientras lágrimas brotaban de mis ojos, desde lo más profundo de mis recuerdos. Por un momento volví a ser aquella chiquilla que solo necesitaba conversar con alguien, compartir secretos y aventuras con su hermana mayor, escuchar consejos y sobrellevar la asfixiante presencia de Raquel, de pronto necesité esa complicidad en aventuras que nunca viví, la diversión en recreos que nunca tuve, la protección sana de un par que siempre necesité... Amber terminó derramando lágrimas al verme llorar―. Maddison te necesita, Becky. Siempre fuiste fuerte, no es momento de ser una bebé.

―¿Dónde está ella? ―volví a preguntar, mientras me soltaba de su agarre sin descuido y trataba de secar mis mejillas. Volteé a ver a la pequeña niña que estaba sentada en otra mesa, apartada de nosotras, mientras parecía hacer una videollamada con alguien y mostraba la cafetería del hospital con el teléfono móvil.

―Está aquí, en el hospital ―comentó mi amiga, con un nudo en la garganta que terminó en un sollozo―: Ella está en terapia.

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora