Capítulo 51: Podríamos dormir juntos

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Me desperté porque sentía mucha dificultad al respirar, ya que los brazos de Sam rodeaban mi cuello; mi nuca estaba contra su pecho, en un intento de abrazo.

Despertar así, hubiese sido romántico en otras circunstancias, pero había razones para no pensar de ese modo. Primero, estaba el hecho de que Sam no me gustaba de aquella manera, me caía bien y todo, pero no era mi novio.

Segundo, era una posición bastante incómoda. Por más que estuviera con alguien que me gustara, no podría romantizar algo así. No entendía como la gente podía dormir de esa manera y no amanecer con dolores óseos.

Y tercero, no podía dejar de pensar en las otras manos que rodeaban mi cintura desde adelante.

Amber también estaba en la cama.

Traté de ser cuidadosa al momento de levantarme, pero no lo logré; pude zafarme del agarre de Sam con facilidad, ya que estaba completamente dormido. También me separé de Amber, y ella se reacomodó abrazando al rubio. Pero cuando me incorporé, con mi rodilla pisé la pierna de Amber, logrando un quejido de ella y un pequeño grito de susto de mi parte. Sin embargo, ellos no se despertaron.

Fui hasta la sala en puntillas de pie, pero mi intento de ser silenciosa se vio interrumpido una vez más, por un jadeo de sorpresa: había un cuerpo descansando en mi sillón.

Me acerqué para ver más de cerca, y vi a Austin recostado, con los brazos sobre su cara. Le quedé mirando un rato, pensando en qué momento había llegado a mi casa, pero mi mente no encontraba aquel recuerdo.

Mi mirada se dirigió hasta su cuello, en donde podía ver marcas de lápiz labial.

Eso es tan asqueroso.

―Deja de mirarme ―gruñó de pronto, haciendo que me lleve el tercer susto del día.

―Oh, yo-o lo siento ―dije, maldiciendo mentalmente por tartamudear―. Pensé que estabas dormido.

Él alejó sus manos de su cara, para mirarme desde su lugar.

―¿Estás diciendo que te gustaría verme mientras duermo? ―preguntó burlón―. Vaya, que acosadora eres Houston.

―Eso quisieras ―respondí dirigiéndome hacia la sala para preparar mi desayuno, él por su parte se puso de pie y me siguió―. ¿Cuándo llegaste?

Empecé a preparar un café, mientras él se sentaba en la mesada a mis espaldas.

―Sam se fue a buscarme ―dijo obvio, pero luego sonrió al darse cuenta de mi cara de tener memoria a corto plazo―. Me hubiese gustado hacer todo lo que me propusiste, pero no quería aprovecharme de una mujer ebria.

Paré en seco.

Sí sabía que no estaba totalmente sobria, pero no podía creer que no recordara nada. En mi mente, tenía vagos recuerdos, como que terminamos entrando porque teníamos frío; que pusimos una película, y que terminamos de beber uno de los Jacks Daniels que habían quedado.

Traté de actuar normal, como si no estuviera muriendo de intriga y vergüenza por saber qué fue lo que le propuse.

―¿Ah sí? No estaba tan ebria. ―Aún no lo miraba, y agradecí que no pudiera ver mis nervios―. Solo me estaba divirtiendo.

―Bueno, tienes una manera bastante alocada de divertirte ―dijo mientras sentía como se bajaba de la mesada y se acercaba a mí―. De todos modos, podríamos ir a la cama cuando quieras.

Me di vuelta de golpe para encontrármelo frente a mí, demasiado cerca para mi gusto.

Qué va, que te encanta.

Su mirada era divertida, mientras se mordía los labios en un gesto demasiado sexy como para venir de un crío.

¿Ir a la cama dijo?

Su cercanía seguía haciendo que mi mente viajara a lugares que me costaban reconocer. Mi cerebro se volvía de algodón, y hacía que mi cuerpo reaccionara como una adolescente en plena pubertad. ¿Por qué sucedía aquello? Ni la más mínima idea.

―Muévete ―exigí, mientras trataba de empujar su pecho, pero tocarlo solo provocó un patético suspiro, que intenté disimularlo―. Anda, aléjate.

―Oh, no. Eso no va a pasar ―dijo acorralándome con sus brazos a ambos lados de mi cintura―. ¿Recuerdas cuántas veces te advertí que te alejaras? ―su voz profunda inundaba mi mente, viajando como melodía a través de mis oídos; su cercanía hacía que sienta su respiración en mi nuca―. Ahora ya es tarde Becky, ahora te toca jugar mi juego.

Tragué saliva, pero se alejó rápidamente al escuchar un carraspeo tras nosotros. Él volvió a la encimera, y yo volví a la cafetera.

―Buen día ―saludó Sam mirándonos uno a uno, como estudiándonos.

―¿Dormiste bien? ―le pregunté, sirviendo el café en un par de tazas, tratando de no hacer contacto visual con ninguno, por la incomodidad y los nervios. 

Sam se acercó y besó mis labios en un saludo mientras Austin miraba la escena con disgusto, intentando fatalmente parecer divertido ante la situación.

―Bastante bien a decir verdad ―dijo como un niño emocionado―. Aunque hubiese preferido despertar sin los brazos de Amber en mi cuerpo.

―Eso puede que sea mi culpa.

―Y tú querías que Austin se nos una, apenas cabíamos los tres en la cama ―dijo Sam mientras negaba entre risas tontas.

Austin me miró divertido mientras yo terminaba de entender lo que dijo Sam y asimilarlo con las burlas del menor.

―Por mí no hay problema. Podríamos dormir acurrucados, para no pasar frío ―se burló.

―Mientras no me toque abrazar a Amber, por mí está bien ―concordó Sam―. Prefiero abrazarlos a ustedes.

Yo pasaba mi mirada de uno al otro, tratando de comprender.

¿Cómo es que estos dos chicos lograron colarse en mi vida? 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora