Capítulo 20: Un almuerzo bastante peculiar

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—Doctor, ¿pasa algo? —pregunté luego de comer en silencio por varios minutos.

—Por Dios Rebbeca, dime Alex —sonrió mientras limpiaba las comisuras de sus labios con una servilleta—. ¿Por qué preguntas?

—Pensé que seguiríamos con las carpetas... —dije un poco tímida, y avergonzándome en el acto por actuar de ese modo.

—Oh, eso. Sí, lo pensé mejor y lo seguiremos haciendo en mi consultorio —dijo él, poniéndose tenso al instante—. No te enfadas, ¿no?

Negué, mirando mi teléfono móvil que se iluminó en la mesa mostrándome la foto de Amber.

Maldita Amber, te había olvidado. Alex me miró curioso al notar mi ceño fruncido mirando hacia mi móvil, esperando que, telepáticamente, a Amber le llegara un mensaje de mi parte diciendo que estaba ocupada.

—¿No vas a atender? —cuestionó, sonriéndome divertido.

—Sí, lo lamento. —Me puse de pie y me dirigí rápidamente al baño para contestar—. ¿Diga?

¿Ya almorzaste? —preguntó Amber del otro lado.

—Estoy en eso, lamento no avisarte —dije antes de que me reprenda por dejarla plantada.

Si hubieras visto mis mensajes en WhatsApp, te enterarías que no pude buscarte para almorzar por un par de urgencias aquí —dijo y me la imaginé haciendo una mueca—. ¿Todo bien?

—Estoy con Alex, el doctor Fernández —dije en un susurro.

—¿QUÉ? —preguntó en un grito, emocionada. Y su emoción era totalmente entendible. Me encontraba nada más y nada menos que con el doctor más solicitado por la platea femenina, aunque también de la masculina. Incluso en el hospital corría un malvado chiste que decía que sus pacientes del psiquiátrico se volvían locas con él.

—Lo que escuchaste, él me invitó a almorzar.

¿Y qué carajo estás haciendo hablando conmigo, tonta?

—Solo quería pedirte disculpas, pero veo que no son necesarias —dije riendo.

Anda, ve por él, tigra —soltó antes de cortar.

Miré el teléfono para revisar su mensaje y era cierto, había mandado un par de mensajes que no presté atención. También vi la casilla de conversación con Austin, solo por curiosidad. Él había eliminado los dos últimos mensajes que me había enviado, lo cual me pareció absurdo. Pero no le di mucha importancia, directamente no le había contestado.

Me miré en el espejo, para ver que todo estuviera en orden, llevaba pantalón negro de mezclilla, y un sweater gris de lana suelto, era lo más fácil de colocarme a causa de mi hombro, pero no estaba nada mal.

Salí de los sanitarios, y visualicé a lo lejos nuestra mesa. Alex seguía sentado, pasaba sus manos con frustración por su cara, una y otra vez. Sentí que sería incomodo llegar y que él se diera cuenta que yo lo había notado, entonces, se me ocurrió que podía saludar al tipo que estaba en la barra, de manera casual, para que escuchara que ya había salido de los sanitarios.

—¿Qué tal? —saludé a lo lejos, lo suficientemente alto como para que mi voz llegara hasta los oídos de Alex.

—Todo bien, chica —respondió el hombre, devolviendo mi saludo un poco sorprendido.

Okey, eso fue bastante absurdo.

Seguí caminando hasta la mesa en donde se encontraba el doctor, con una fingida sonrisa llena de confianza.

—Lamento eso —dije levantando el móvil.

—No te preocupes Rebbeca —contestó, moviendo su plato hacia un lado-. He pedido postre, espero que te guste el yogurt con frutas que preparan aquí.

—No puedo esperar a probarlo.

***

No podía ocultar el nerviosismo causado por la emoción de estar con él en algo "extra-laboral", pero a la vez, trataba de tranquilizarme, haciéndome saber que él solo estaba siendo amable conmigo, sin ninguna otra intención de por medio. Porque vamos... él no podría fijarse en mí.

Pensaba en eso mientras nos dirigíamos de nuevo al hospital, esta vez con un poco más de conversación. Conversaciones sobre pacientes, conversaciones laborales.

—Mierda —dijo él, tomándome por sorpresa.

Habíamos parado en el estacionamiento del hospital, seguí su mirada con curiosidad, y él estaba mirando un Jeep negro que se encontraba a unos treinta metros de nosotros.

—Quédate aquí un segundo, no salgas por nada en el mundo, ¿de acuerdo? —pidió él, sembrando pánico en mí. ¿No era eso acaso lo que decían en las películas de terror, antes de que la persona que salga del auto desaparezca para nunca más volver?

Cuando Alex salió del auto, no pude evitar pensar que el otro vehículo se me hacía vagamente conocido, y lo corroboré cuando vi al rubio saliendo rápidamente, tras un portazo. Él se acercó hacia donde estaba Alex y lo empujó de una manera furiosa, a lo que el doctor respondió levantando sus brazos en señal de no querer pelear.

No podía escuchar sus conversaciones, pero el rubio no dejaba de señalar su Jeep, donde se veía la silueta de otra persona, y también señaló un par de veces hacia mi dirección, entonces mi teléfono vibró y rogué que fuera Amber, para que ella me ayudara en aquella situación. Realmente, no sabía que estaba pasando, ni qué debía hacer.

"¿Quién diría que detrás de esa cara de ángel, había una persona en busca de tantos problemas?" -decía un mensaje de Austin.

Instintivamente empecé a mirar todo a mi alrededor, sin encontrar nada. Entró una llamada del mismo contacto, pero corté al instante.

Volvió a entrar su llamada y el claxon del Jeep negro también sonó. Levanté la vista hacia este, y de la ventanilla del copiloto, salió un brazo con un teléfono celular.

Por más que estábamos a un par de metros de distancia, pude identificar mi foto en la pantalla.

¿Quién eres pequeño Austin? 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora