Amber no dijo nada más, me llevó a casa y simplemente se alejó, todo sin medias palabras.
Su actitud me preocupaba, ¿qué significaba aquello que dijo?
«No puedo hacerte esto Becky.»
Sus palabras resonaban en mi cabeza, como si ya no tuviera suficientes cosas en ella.
Pensar en todo era lo único que podría lograr un domingo por la tarde, sin embargo, me negaba a dejar que la intriga quemara mi cabeza. Tenía que despejarme y distraerme, pero no tenía planes; y al parecer no era una opción llamar a mi única amiga.
Lo que se me ocurrió hacer fue seguir leyendo El prisionero del cielo, ya que todavía no lo había terminado. Me sumergí en la lectura, olvidando todo a mí alrededor.
Eso era lo bueno de los libros; te llevaban a un mundo alternativo, dejando atrás la realidad para poder vivir aventuras en la comodidad y seguridad de tu cama, si es que te encontrabas leyendo en la cama, claramente.
Podías meterte en la piel del personaje, sin abandonar totalmente la tuya, reflejarte y sentirte parte de una historia que nada tenía que ver con la tuya. Era impresionante lo que un buen libro podía hacer en tu vida.
Y yo estaba tan absorta en mi fantasía, que cuando sonó mi teléfono móvil anunciando un mensaje, me sobresalté.
Abrí el mensaje y supe que era Sam. Aún no lo había guardado entre mis contactos, pero sus mensajes anteriores y su foto lo delataban.
"Marga ya tiene su identificación de regreso, gracias por ser tan buena conmigo... sigues cayéndome bien.
Tu novio, Sam"
Me atraganté con mi propia saliva ante lo último. ¿Y a este qué le pasaba?
No tardé en responder, mandándole muchos signos de interrogación. Demasiados.
En contestación, me llamó.
―¿Sam? ―pregunté cuando cogí la llamada, dejando mi libro a un lado e incorporándome de la cama, para hacer un pequeño tour por mi habitación.
―Hola ―dijo risueño―. En el mensaje te he puesto que ya devolvimos su tarjeta de identificación a Marga, ya no debes preocuparte por eso.
Eso último lo dijo recalcando cada palabra, como si hablara a través de algo que no me permitiera escuchar bien o entenderlo.
O simplemente te trataba como una tonta.
―Sí, eso comprendí totalmente, Sam ―le respondí con una risa incómoda, esperaba que solo estuviera jugando conmigo.
―Entonces, ¿qué es lo que no entiendes? ―preguntó, bastante amable para coincidir con su personalidad―. Bueno, no importa realmente... te tengo que dejar. Que tengas una buena noche, novia.
Y colgó.
Yo suspiré, meditando si valía la pena preocuparme y frustrarme, o no. Me incliné por la segunda opción, y volví a recostarme sobre la cama, pensando en que al día siguiente debía volver a mis prácticas. Por ese motivo, me obligué a dormir, a pesar de no tener sueño, porque necesitaba descansar para estar en todos mis sentidos.
***
―¿Quién es ella? ―le preguntó la paciente a la que visitábamos, ella estaba claramente disgustada con mi presencia.
Habíamos ingresado a su habitación para una revisión diaria. Ella era una paciente con trastorno de personalidad disociativa. Tenía tan solo cinco años más que yo, y la verdad era muy bonita.
Esas cosas me recordaban que nadie estaba exento de padecer una desorden mental; ni por la edad, ni por las apariencias.
―Hola Melínoe ―saludó Alex cordialmente―. Ella es Rebbeca Houston. Será mi compañera por un tiempo.
―¿Qué tal? Él es mi tutor de cátedra. Pronto voy a terminar la especialización así que me vas a ver más seguido por aquí ―hablé amablemente, tratando de caerle bien.
Ella me contestó con gritos e insultos. Incluso trató vanamente ponerse de pie para agredirme, pero Alex detuvo su esfuerzo, inyectando calmante en su brazo con una jeringa.
―Uf ―fue lo único que pude soltar, mientras un enfermero ayudaba a Alex a acomodar el cuerpo de Melínoe en la cama.
―No es contigo, se pone inestable cuando reconoce algún tipo de peligro ―dijo él acariciando mi espalda, tratando de disculparse por ella.
¿Yo era peligrosa? ¿A qué clase de peligro se refería?
―Entiendo perfectamente ―dije a pesar de no hacerlo, mirándolo a los ojos mientras él me sonreía y me transmitía seguridad.
―Bien, pasemos a la siguiente habitación ―dijo él, aun sin despegar su mano de mi espalda baja.
Pero antes de que pudiéramos salir, unos murmullos se escucharon en el pasillo, viniendo hacia nosotros.
―Hombre, los nuevos medicamentos realmente funcionaron ―dijo un alegre Sam mientras entraba a la habitación, mirando hacia el suelo.
Yo me quedé tiesa en mi lugar, casi gritando del horror por la situación. Quise salir corriendo antes de que pudiera enfocarme, pero ya era muy tarde.
Cuando levantó la vista, sus ojos hicieron contacto con los míos de una forma muy directa e intensa. Me escaneó de arriba abajo y terminó posando la mirada en la mano de Alex sobre mi espalda.
Se acercó a mí y me dio un beso en los labios ―Hola, novia.
No pude responder, y mis ojos estaban a punto de abandonar sus cuencos; mi cara caliente me daba la impresión de que podía explotar en cualquier momento. Alex también estaba sorprendido, y se separó un poco de mí.
―¿Sam? ―cuestionó él, cautelosamente― ¿Qué estás haciendo aquí?
Sam se balanceaba con sus pies, moviendo sus manos a los lados como un niño.
―Solo vine a agradecerte. La nueva dosis fue realmente buena ―dijo simpáticamente―. El fin de semana estuvo fantástico.
Me removí incómoda en el lugar, no quería hacer contacto visual con ninguno de aquellos hombres en la habitación. Quería salir corriendo, y medité mis posibilidades de huir.
Fue entonces que mi mirada se enfocó en la placa de vidrio en la puerta, aquella que dejaba ver hacia el otro lado el corredor. Austin se encontraba recargado contra la pared de ese pasillo, mirándome a los ojos fijamente.
Tragué saliva en mi lugar, de pronto desaparecer me parecía más adecuado.
Estaba rodeada por tres hombres que me hacían sentir pequeña, torpe e indefensa. Y mi cabeza no paraba de advertirme que más problemas se avecinaban.
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Un pequeño gran problema [COMPLETA]
Chick-LitLa vida adulta no siempre es como uno se lo espera, y a más de uno le resulta caótico el proceso de adaptación. Rebbeca Houston no es la excepción, ya que su vida da un giro drástico cuando decide volver a su ciudad natal para terminar con su capac...