Capítulo 21: Un pequeño gran problema

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—Sal de ese auto Becky —dijo Austin del otro lado de la línea, su voz era fría, y en un intento de sonar un poco amigable, agregó—: dejemos que estos dos arreglen sus cosas entre privado.

—¿Qué es lo que ocurre? —pregunté temerosa, no quería que nada malo pasara, y eso no tenía nada que ver con la atracción que sentía por el doctor Alex, ya que sería del mismo modo con cualquier otra persona que pudiera estar en peligro.

—Oh, créeme que no quieres saber eso... ¿Por qué te fuiste de casa Becky? El vecindario te extraña —dijo en tono burlón.

—Créeme que no quieres saber eso —repetí llena de autosuficiencia, y recordé las palabras que dijo la primera vez que hablamos por mensaje—. ¿Tan rápido vuelan los rumores?

Uhmmm, digamos que me gusta estar un paso adelantado. —Ambos quedamos callados por un momento—. ¿Podrías, querida Becky, bajar del auto e ir a casa? —pidió nuevamente con su tono frío del comienzo.

Espeluznante.

—No lo haré —dije antes de cortar la llamada, para buscar al doctor Alex con la mirada.

Se escuchó nuevamente el claxon, y dirigí mi vista a donde se encontraban el rubio y Alex. Este último fue empujado con brusquedad, cayendo al suelo. El rubio se posicionó encima para empezar a golpearlo, y Alex no hacía nada para defenderse.

Me desesperé, miré hacia los lados para buscar a algún maldito guardia, pero como era de esperarse, nadie estaba en el estacionamiento. Empecé a tocar el claxon del BMW, y tomé el teléfono para llamar a Amber, pero antes de que eso suceda, lo vi salir del auto, y quedé anonadada.

La puerta del conductor se abrió, dejando ver de espaldas a un chico encapuchado, las mangas de su sudadera estaban dobladas, mostrando así sus antebrazos tatuados.

Ese Austin no estaba tan pequeño, pensé mientras miraba cómo agarraba a su amigo por los brazos tratando de apartarlo del doctor.

Bajé del auto de inmediato, debía ayudar a Alex.

—Cálmate Sam —escuché que le dijo Austin al rubio mientras yo corría hacia ellos.

Ellos se alejaron un poco, mientras forcejeaban. Austin notablemente era más fuerte que "Sam", pero es que ese rubio estaba muy alterado, se le veía en la cara. Estaba totalmente perdido en su furia.

Cuando me incliné hacia el doctor, que ya se había sentado en el suelo, este sangraba por la nariz. Miré de nuevo hacia los dos tipos y Sam había sido inmovilizado por completo con algún tipo de llave que desconozco.

La capucha que cubría la cabeza de Austin, se movió del lugar a causa de los movimientos, dejándome ver su cabello castaño alborotado. Él llevó a Sam hasta el auto, hacia los asientos traseros, cerró su puerta, y antes de entrar él en el lugar del conductor, se volteó a verme.

Nos miramos por unos segundos que parecieron eternos. No me di cuenta en qué momento había dejado de respirar y de parpadear. Mi corazón estaba acelerado, quería centrarme en el estado del doctor Alex, pero por más que quisiera, no podía apartar la mirada de Austin.

Él me guiñó uno de sus ojos grises verdosos, y se metió al Jeep, alejándose al instante de aquel hospital, dejándome sin aliento.

¿Cuándo había crecido tanto el pequeño Austin?

***

—Lamento mucho todo eso, Rebbeca —dijo Alex, mientras Amber curaba su labio lastimado.

—¿Podría dejar de hablar un momento, doctor? —pidió Amber volviendo a colocar un trozo de algodón en uno de los orificios nasales de su "paciente". Yo le había llamado a ella, para que venga urgentemente a ver sus heridas al estacionamiento, pero ella dijo que solo eran daños superficiales, que no había sido nada grave.

Alex no quiso que lo atendieran, decía que él podía hacerlo solo. Pero Amber siendo guardia de turno, debía cumplir con su deber, y se puso manos a la obra. Aunque se enojó cuando el doctor quiso omitir detalles de lo sucedido, haciéndome una mueca de reproche a mí.

—No se preocupe doctor —dije restándole importancia, tratando de que no se note que en realidad moría por saber qué era lo que había pasado. No quería quedar como una metiche ni nada por el estilo—, supongo que luego hablaremos con más calma.

Amber me volvió a lanzar dagas con la mirada, y le sonreí con inocencia.

Avisé que iba a buscar mis cosas en el consultorio psiquiátrico, y sin esperar respuestas salí de la sala. Una vez en el pasillo, respiré con más calma. 

Sabía que él era sinónimo de caos, pero no tenía idea de que, a pesar de no acercarme a él, los problemas me podían llegar. Austin era un chico problemático, y salvo ese detalle, no quedaba rastro del pequeño Austin. No recordaba que antes fuera tan atractivo, tampoco recordaba que su voz fuera así de grave y sensual, tan llena de autoridad. Cuando era joven tampoco tenía los brazos marcados, y con dibujos plasmados en él. Pero claro, todavía era un niño.

La pubertad le vino tan bien físicamente.

—¡Oye! ¡Espérame! —escuché que gritaron en mi espalda.

Mi corazón empezó a latir con más velocidad en el momento, y no sabía cómo reaccionar.

Ahora estaba totalmente convencida que de pequeño ya no tenía nada este gran problema. 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora