Me quedé estática ante aquel beso, y a él no pareció importarle que yo no le correspondiera. Cuando se detuvo, me miró con una sonrisa genuina, y besó mi frente.
Sam abrió la puerta de metal, para adentrarse a su apartamento e invitarme a pasar, pero yo seguía sin moverme debido al pequeño shock que me paralizó, por lo que fui arrastrada por sus brazos hasta llegar adentro.
Estaba tan nerviosa que gracias al temblor de mi cuerpo, mi celular cayó al suelo.
―Siéntete como un tu casa ―dijo Sam, alejándose por un pasillo oscuro.
El departamento por dentro no era distinto a la fachada de afuera, todo estaba descuidado y roído. Las paredes estaban descascaradas y llenas de manchas de humedad y moho. La sala en la que me encontraba contaba con una pequeña mesa ratona y dos sillones enfrentados. Desde ese lugar, mi visión solo tenía acceso al pasillo por el que se fue el rubio. Las luces eran tenues, y de vez en cuando parpadeaban, dándole el toque final a lo tétrico.
Levanté mi móvil del suelo, y me di cuenta de que Austin había leído mi mensaje y no contestó.
Maldije internamente y los nervios se elevaron en mí. Muy bien, ¿Y ahora qué?
―Toma asiento ―pidió Sam volviendo con una botella de ron y dos vasos―. Hoy la pasaremos muy bien.
―No puedo beber, tengo que volver al trabajo ―respondí tajante―. No puedo quedarme mucho tiempo.
―No creo que Scott tenga problemas con tu ausencia, después de todo, hiciste media jornada tú sola ―dijo sonriente.
Él conocía a los psiquiatras del hospital, eso ya no me sorprendía.
―Sam, creo que tenemos que aclarar las cosas ―dije insegura, la verdad no quería llegar a donde él se proponía―. Pero debes comprender lo que digo.
Maldición, no. No, no y no.
Si Sam pretendía llevarme a la cama, obviamente me iba a resistir. Pero me aterraba la idea de que hasta ese entonces, no había funcionado. Mis peticiones para que él entendiera nuestra relación de amigos habían fracasado totalmente. Siempre terminaba cediendo a lo que él decía, y hasta ese momento no me había causado muchos problemas. No era molestia porque de alguna descabellada manera, lo veía a él como un respiro, una salida de lo cotidiano. Él no era como Amber, que podía acompañarme o incitarme a hacer locuras y descontrolarme, él me podía descontracturar las ideas y aún así hacerme sentir protegida, eso lo corroboré la noche en que quiso ir a visitar a mi familia, el día que Raquel me había golpeado.
¿Pero cómo podía sentirme protegida ahora, cuando él era la propia amenaza?
―Ya me explicaste que no somos novios, lo tendré en claro mañana ―respondió él, tranquilo, mientras me empujaba para sentarme en el sillón a su lado.
―No, Sam. Necesito que lo tengas en claro ahora mismo. Para dar el siguiente paso, deberían haber sentimientos de por medio. Tú no me quieres.
―Pero te necesito, te necesito en mi vida Becky.
―Siempre te lo digo, no voy a irme a ninguna parte. No puedes forzarme a ser tu novia, ni a hacer lo que hacen los novios. No tienes mi consentimiento para eso, Sam.
―No te entiendo. Siempre me dices que no, pero te comportas como que sí. Me tienes muy confundido.
Bueno, en parte tenía razón. ¿Cómo le explicaba que nunca podría actuar en contra de su voluntad porque le tenía pavor?
Él sirvió los dos vasos con aquel líquido oscuro, y me tendió uno para que lo bebiese. Lo tomé en mis manos, mientras pensaba la manera de decirle que no actuaba adecuadamente por temor a sus reacciones, sin que este se molestara.
Sam encendió un blunt que sacó de un estuche metálico guardado en sus pantalones, y lo fumó tranquilamente.
¿Por qué tenía que pasarme estas cosas a mí? No fui una mala chica, la verdad. Últimamente me creía capaz de resolver cualquier dificultad que se pusiera en mis caminos, ¿por qué no podía hacerlo con Sam?
Odiaba ser tan insegura, tener tanto miedo, y seguir dependiendo de los demás para poder actuar.
Pero esa mañana me había decidido. ¡Al diablo con todos!, ¡al diablo conmigo misma! Si no podía resolver un maldito problema, entonces lo estropearía todo, pero haría algo. ¡Maldición! Claro que haría algo, claro que no dejaría que otra persona hiciera lo que hicieron mis padres conmigo, toda mi vida. Y si lo arruinaba, ¿qué más daba? Sería mi jodida decisión.
―No voy a tener sexo contigo Sam, así que puedes olvidarte de eso ―solté bruscamente mientras cerraba los ojos, la verdad no tenía ganas de ver su reacción. Pero lo escuché bastante bien.
Sam se atragantó, no sabría decir si con el humo, o con su bebida, pero no paraba de toser. Me levante apresuradamente y corrí hacia el pasillo en busca de algún grifo o dispensador de agua, y lo encontré en la cocina.
Cuando regresé, el pobre Sam estaba rojo como un tomate, y tampoco supe si fue por lo que salió de mis labios, o por la falta de aire.
―Bébelo, tranquilo ―indiqué, mientras le ofrecía el vaso con agua―. Calma, respira.
Él se bebió toda el agua y empezó a controlar su respiración. Pronto el color rojo solo adornaba sus mejillas.
―¿Quieres acostarte conmigo? ―cuestionó una vez calmado, su rostro reflejaba pura confusión―. Es decir, ya estuvimos varias veces en la cama. Pero, ¿te refieres a tener sexo?
Ahora era yo la que estaba totalmente roja.
―¿No es eso a lo que te referías con "el siguiente paso" de la relación?
―¿Qué? ¡No! ―respondió alterado―. Yo lo que quería era que conocieras mi casa, y pasaras más tiempo aquí conmigo. Como lo hacen las parejas.
No sabía si reír histérica o soltar un suspiro de tranquilidad.
Eres tonta, Rebbeca.
Juro que estuve a punto de articular cualquier frase que se me viniera a la mente en aquel singular momento, pero todo intento fue interrumpido por un estrepitoso ruido.
La puerta había sido abierta de una patada.
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Broooooo, se viene MARATÓN POV AUSTIN ESPECIAL 20K ♥
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Siempre en mi pequeño corazoncitoooooou
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Un pequeño gran problema [COMPLETA]
ChickLitLa vida adulta no siempre es como uno se lo espera, y a más de uno le resulta caótico el proceso de adaptación. Rebbeca Houston no es la excepción, ya que su vida da un giro drástico cuando decide volver a su ciudad natal para terminar con su capac...