Ante lo que dijo el rubio solo pude reír nerviosa, pensando que había sido un chiste de muy mal gusto.
―Está bien, lo pregunto de nuevo, ¿a dónde vamos? ―terminé por preguntar, al ver que nadie mostraba siquiera un rastro de gracia, mordisqueando mis uñas y mirando desconfiadamente hacia los lados.
―Ya te lo dije, Becky ―contestó bufando―. Nos vamos a buscar a Austin.
―¿Y qué se supone que está haciendo Austin en una estación de policías? ―pregunté histérica. El lío en el que me estaba metiendo me parecía una bola de nieve, arrasando todo a su paso y volviéndose enorme. Y en ese momento no sabía que solo era el inicio de todo.
En mi mente trataba de recordar en qué momento fue que todo eso había pasado, y el porqué de mi decisión de ayudar a estos tipos rudos; pero por más que rebuscaba en mi mente, no encontraba razón lógica.
¿Es que acaso estaba demente?
El tipo de atrás rió, y me sentí expuesta.
―Rebbeca, aprecio mucho lo que hiciste hasta ahora, pero déjame de decirte que eres la persona más ingenua que conocí en la vida ―dijo Sam sin apartar la mirada del camino, y el tipo de atrás volvió a reír―. Tú solo ignóralo, él está bastante drogado.
¿Drogado? ¿Y lo dice tan natural?
Aquello no me parecía normal, nunca antes estuve metida en un auto con un tipo con problemas temperamentales, y otro tipo drogadicto. No tenía nada en contra de ellos, pero tampoco a favor, y si se esmeraban en hacerme quedar como una chica sin voz, entonces les mostraría que eso no era así. Mi paciencia se había agotado, no solo con ellos, sino conmigo misma.
―¡Basta! ―grité, sobresaltándonos todos en el auto―. No sé de qué trata este bendito juego, pero es hora de que me pongas al tanto, ¡joder! De otro modo, juro que me largo.
Sam se relamió los labios y me miró un poco desconcertado.
―Bien, dulzura. Hablaré; pero solo porque no quiero que me grites de nuevo, no me gusta ―soltó en tono de niño regañado, yo lo miré incrédula y él continuó soltando un suspiro―. Arrestaron a Austin.
―¿Qué?, ¿por qué?
El tipo de atrás volvió a reír, pero esta vez Sam explotó, asustándome.
―¡No lo aguanto más! ―gritó mientras detenía el Jeep. Bajó del auto pegando un portazo, abrió la puerta de atrás y tomó al tipo por los hombros― ¡Maldita sea Ben! ¡Bájate del puto auto!
El muchacho que al parecer se llamaba Ben, desconcertado a más no poder, solo tragó saliva en su lugar.
―Oh, no señor. Otra vez no. Ya tengo bastante jodida la vida como para tener que aguantarte. ¡Baja! ―volvió a gritar, antes de empujar a Ben fuera del auto.
Cuando el muchacho estuvo afuera, se tambaleó y caminó en pasos desbalanceados hasta sentarse en la acera, aún con las manos atadas, mientras Sam se metía nuevamente en el auto y respiraba agitadamente. Yo solo me acurrucaba en un rincón de mi asiento.
Bien, todos estábamos bastante nerviosos.
Me quedé en silencio los siguientes minutos, los cuales me parecieron eternos, mientras lo contemplaba haciendo algún tipo de ejercicio de respiración. Sam volvió a poner el auto en marcha y me pedía disculpas con la mirada, o por lo menos eso quise creer, pero todavía se lo notaba intranquilo.
―¿Qué fue todo eso? ―pregunté una vez nos alejamos.
―No tienes una idea de cuánto trato de contenerme, solo porque estás tú.
Vaya.
―¿Eso qué significa? ―pregunté mordiendo mi labio inferior, y tratando de no enfocarme en la vena que sobresalía justo al lado de un tatuaje en su cuello.
―Estoy tratando de hacer lo posible para que saques a Austin de ahí.
―Es que no lo entiendo, ¿por qué yo? Tú también eres mayor de edad, podrías hacerlo solo ―cuestioné, y él se giró para mirarme incrédulo, entonces comprendí―. Oh, no debes tener muchos ánimos de hablar con policías, entiendo.
―Es eso, básicamente. Además, no conozco gente estuviera dispuesta a ayudar.
―¿Y cómo lo hacían antes? ―Sam volvió a mirarme, pero esta vez puso un gesto de confusión―. Es decir, está claro que no es la primera vez que se meten en este tipo de problemas.
―Nunca antes lo habían encerrado, dulce Becky ―respondió―, de todos modos, esto es mi culpa. Él no tendría que estar allí. Por eso estoy haciendo lo posible por sacarlo.
―¿Es seguro que funcione? ―pregunté indecisa.
Aunque sabía que por más que no estuviera segura, lo tendría que hacer igual.
Maldito Austin y sus problemas.
―Digamos que la seguridad de que funcione, eres tú.
―¿Por qué yo?
―Haces muchas preguntas, dulce...
―Deja de llamarme así ―exigí antes de que terminara con su apodo, cruzándome de brazos, pero los descrucé cuando recordé algo―. Una pregunta más.
Sam suspiró, y anoté mentalmente que no debía tentar mi suerte con ese tipo.
―Suéltalo.
Sonreí tímida mientras jugueteaba con mis dedos, pero en realidad por dentro moría de intriga. Sin embargo, no quería que malinterpretara mi interés por la respuesta que necesitaba.
―¿Qué tiene que ver Alex en todo esto? ―pregunté en voz baja, esperando que no me hiciera volver a plantear la pregunta a pesar de haberlo dicho casi inaudiblemente.
―¿Alex? ―cuestionó con el ceño fruncido, desentendido de la situación.
―Sí, Sam. Dijiste que en esto estaban involucrados Austin y Alex.
―Ah, es verdad. Digamos que solo lo utilicé para que te preocuparas un poco ―dijo sonriendo descaradamente, y yo me sonrojé por haber dejado expuesta mi preocupación―. Y veo que funcionó muy bien.
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Un pequeño gran problema [COMPLETA]
ChickLitLa vida adulta no siempre es como uno se lo espera, y a más de uno le resulta caótico el proceso de adaptación. Rebbeca Houston no es la excepción, ya que su vida da un giro drástico cuando decide volver a su ciudad natal para terminar con su capac...