Capítulo 10: Primer día, alquileres e infiltrados

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Me encontraba lista para mi primer día de prácticas en el Prairie-Care. Mamá me había dejado en el estacionamiento, quince minutos antes de mi horario.

Aproveché el tiempo para ir a saludar a Olivia. Amber me había aconsejado que tratara de hacerme amiga de aquella secretaria, ya  que querría tener a "Liv" de mi lado y no en mi contra. Ella me explicó con detalles lo que debía a hacer en adelante.

En total éramos tres los residentes/practicantes, así que tenía un compañero, y una compañera. Cada uno, tenía un médico psiquiatra como tutor, y a veces nos rotábamos para aprender las distintas formas de manejo de cada doctor; pero eso venía después. También había ocasiones en que teníamos que hacer esas prácticas con los enfermeros, en el caso de que no contar con la presencia del médico tutor.

Al llegar el doctor Alex Fernández, me saludó con la mano y dijo—: Buen día, soy el doctor Fernández y seré tu tutor en lo que lleve realizar tu capacitación.

—Buen día doctor Fernández —dije con una sonrisa amable—, mi nombre es...

—Rebbeca Houston, lo sé —dijo devolviéndome la sonrisa, y estuve a punto de sonrojarme—. Acompáñeme, haremos un recorrido por el hospital.

Nos pasamos la mañana recorriendo los dos edificios hospitales, cada uno de sus corredores, y haciendo cortas visitas a los pacientes que se encontraban disponibles para ser visitados, pero nada particular.

El lugar era como un laberinto. No solo eso, eran dos enormes laberintos y yo apenas y trataba de aprenderme los lugares más básicos.

—Las primeras semanas, yo te esperaré en recepción... —Asentí, como a todo lo que me había dicho en las últimas horas—. Pero es solo hasta que te aprendas todos los lugares del hospital.

Habíamos visto todas las salas, pero solo me sabía cómo llegar a urgencias, terapia intensiva, banco de sangre, departamento de neurofisiología y trastornos de sueño, el helipuerto, la cafetería y la ya conocida recepción. Podría perderme fácilmente.

Él miró el reloj que estaba en su muñeca izquierda, y me dijo que faltaba media hora para mi receso para el almuerzo, pero que él tenía que atender unos asuntos "extracurriculares", así que me dejaba libre hasta la una. Se alejó, dejándome en las habitaciones de la tercera planta del hospital psiquiátrico, y tuve que seguir los carteles para guiarme de nuevo hacia los ascensores, pero ni siquiera sabía a dónde ir. Andaba de un lugar a otro, aburrida; aún no era mediodía y le escribí un mensaje a Amber para decirle que estaba desocupada. Ella me contestó a los pocos segundos, diciéndome que tenía la mañana libre el mismo tiempo que yo, y quedamos en el estacionamiento.

***

—Ahora solo nos queda mirar aquel que queda a dos calles del café al que fuimos el otro día —dijo Amber.

Habíamos aprovechado el tiempo libre y el coche de Amber para ir a ver los alquileres cerca del hospital. Compramos unos sándwiches para comer en el camino; dividimos parte del tiempo, y decidimos solo ver tres departamentos ese día.

Ya habíamos visto dos, y el último que nos quedaba, era uno que quedaba frente a un gimnasio, a una cuadra y media de Coribou-Coffee.

Hablamos con el dueño del lugar, él nos mostró las instalaciones, y la verdad es que todo estaba en muy buen estado. Se encontraba en el tercer piso de un edificio de seis plantas, estaba totalmente amueblado y contaba con dos habitaciones —una estaba completamente vacía—, una cocina, un baño, una pequeña lavandería y una enorme terraza que daba al frente, directo a la calle.

El precio era acorde al lugar, y sinceramente me encantó todo. La verdad era que no tenía mucho dinero, el único ahorro que tenía, era el que había guardado de mis padres durante siete años, de todos modos, bastaba y sobraba para por lo menos tres o cuatro meses.

Quise firmar el contrato, pagar la entrega de las llaves y los primeros meses de alquiler, pero Amber me detuvo, diciéndome que miraríamos más lugares, que anotaríamos el número telefónico del hombre, y que luego lo contactaríamos.

—¿Por qué no dejaste que cierre el trato con ese señor? —pregunté una vez entramos de nuevo al auto, ella arrancó para dirigirnos al hospital mientras se encogía de hombros. "No estamos tan apuradas, es el primer día que miramos" había dicho después, despreocupadamente.

Claro que ella no tenía apuro, no vivía con mis padres. Aun así, lo dejé estar, al día siguiente seguiríamos mirando.

Cuando llegamos al hospital, aprovechamos que todavía nos quedaba algo de tiempo libre y nos fuimos a la cafetería por un par de bebidas para después salir al estacionamiento un rato. Después de un momento hablando de cosas al azar, Amber me codeó disimuladamente.

—Mira quién está allí —dijo sonriendo risueña, y me apuntó el lugar con un movimiento de cabeza.

A lo lejos, en el aparcamiento vi al doctor Fernández, pero no estaba solo. Estaba conversando con un chico que se encontraba de espalda a mi dirección.

Pero aun así no me costó reconocerlo como el infiltrado. 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora