Capítulo 13: Eso es parte del trabajo, ¿No?

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—Amiga, te ves fatal —dijo Amber, que caminaba conmigo hacia el estacionamiento—. ¿Qué ha pasado contigo?

Habíamos salido para almorzar juntas. Aparte de llevar conmigo la férula y los raspones, también tenía unas marcadas ojeras. Recuerdo que luego del corto llamado de Austin solo pude dormir unas pocas horas. Y digo corto, porque después de su comentario lleno de burla, cortó.

—Gracias, Amber —dije fingiendo estar ofendida—.  No ha pasado nada, solo estábamos jugando con Jo, y me he caído.

Muy bien Becky, estás mejorando la mentira.

—¿Jugando? —preguntó arqueando la ceja, mostrándome así que no creía en mis palabras.

—Jo suele ser muy brusco. —Pensé que iba a poder convencer a Amber con esas palabras, pero parece que eso solo activó una alarma en ella.

—¿No estarás encubriendo a otra persona Rebbeca? ¿Quién te ha dañado? No temas en hablar con alguien Becky, yo jamás te juzgaría, pero también sabes que no dejaría que alguien te siga lastimando de este modo. —Sus palabras me dejaron impactada, ¿Qué pasaría si realmente estuviera pasando lo que ella estaba insinuando?, ¿confiaría en ella como me lo proponía?

Alejé esos pensamientos sacudiendo mi cabeza, y dedicándole una de mis mejores sonrisas.

—Realmente no fue nada Amber, solo estaba tratando de espiar a mi vecino —admití, y bajé la cabeza, avergonzándome por mi confesión.

—Eres idiota —dijo indignada y conteniéndose la risa, cambiando  de humor radicalmente—. ¿El doctor Alex te dijo algo?

—Solo dijo que podía darme días libres si necesitaba reposar, pero le dije que no era necesario —mencioné, recordando que en toda la mañana el doctor Alex se había comportado muy atento conmigo. Él, al ver mi aspecto, me examinó pidiéndome que me desprenda la camisa para poder mostrarle el increíble hematoma que se había formado. Lo hice un poco tímida, pero no alejaba el pensamiento que era parte de su trabajo, seguramente vio más mujeres en sujetador de lo que me gustaría reconocer. También examinó mis raspones en los brazos, y en mi mentón, cosa que perturbó un poco la tranquilidad que trataba de tener, ya que su cercanía era intimidante. Cada tanto preguntaba si me sentía bien, o si quería un receso antes de seguir. Todas las veces me negué rotundamente, ya que el día anterior había sido un día desperdiciado, no podía permitir otro—. Aunque no podremos atender a todos los pacientes que habíamos calculado.

—No lo hará contigo, pero seguro lo hace él de todos modos. No te preocupes.

—¿Él no es muy joven para ser tutor de prácticas? Digo, ni siquiera parece que sea tutor de cátedra.

—Que su edad no te confunda amiga, él es uno de los mejores especialistas de la ciudad —dijo haciendo un gesto para que me acerque, como si lo que estaba a punto de contar era un secreto de estado—. Solo tiene veintiocho años, y ya tiene tres títulos Rebbeca. TRES —recalcó—. Vino a Estados Unidos aún de crío... Era el traga-libros de su promoción en el instituto, lo adelantaron un año y lo habían llamado de las mejores universidades. Estudió medicina y psicología en Harvard a los diecisiete años, ¡las dos carreras al mismo tiempo! ¿Puedes creerlo? También es profesor en las dos ramas. —Pensó un momento, para seguir segundos después—. Aunque cuando llegó al hospital, hace cosa de cuatro años —hablaba mientras hacía cálculos con los dedos, lo que me provocaba risa—, creo... él no estaba tan bueno como lo está ahora. Dicen que era un cero a la izquierda en los deportes, que solo era un sabelotodo, pero nada que ver con serbuenoentodo. No podía ser bueno en todo, ¿no?

—Supongo... —atiné a contestar. Todavía estaba pensando en «todo». 

No me di cuenta cuando llegamos al Mc Donald's, a media cuadra de Coribou. Las dos pedimos té helado junto al almuerzo.

—Pero ya olvidemos el tema. —Nos sentamos en una mesa vacía—. Me has sorprendido, primero con eso de coquetearle al doctor Fernandez, y ahora sales con que estuviste espiando a tu vecino —dijo, haciendo que me sonroje, recordando el bochorno—. Eres una autentica pervertida, amiga.

—No sabes lo que dices. —Miré a los lados, esperando que nadie estuviera pendiente de nuestra conversación—. Es menor de edad aún, solo lo espiaba en buen plan.

Ajá, muy bien Becky, ¿cómo podrían dudar de ti con ese buen plan tuyo?

—Seguro, en buen plan —sonrió pícaramente—. ¿Tan bueno está?, o sea, como para arriesgarte a ir a prisión.

—Aún no lo he visto, desde que llegué. —Bajé la mirada avergonzada, sin saber exactamente por qué... o tal vez lo sabía muy en el fondo—. Y no tengo idea de cómo es que consiguió mi número.

—Hoy en día no se pierde el tiempo —dijo riendo—. ¿Lo has buscado en Facebook, Instagram, o Twitter? ¿Tinder?

—Lo busqué en Facebook, pero no he encontrado a ningún Austin Reed con el que tenga amistades en común, que me suene la foto, o su información. Y no podría encontrarlo de todos modos, nos llevamos muchos años. No podríamos tener nada en común.

—Austin Reed —saboreó el nombre en sus labios, ignorando todo lo que dije anteriormente—. Lo he escuchado de algún lado. 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora