El artefacto era sencillo, hecho de metal cobrizo y un sol grabado cerca de la agarradera. Lo había encontrado alguien y al notar la presencia de magia desconocida lo llevaron al castillo, después de muchos sucesos terminó llegando a manos de Fumus y al hacerlo logró conocer que era lo que escondía la pequeña lámpara.
La mujer tenía garras largas y carmesí, filosas e imponentes. Su cabello naranja le recordaba al atardecer. Sus ojos feroces y desconfiados brillaban, el resplandeciente color asemejando a rubíes. Su piel de color melocotón se veía suave y tersa. Ropas extrañas y estrafalarias que sin duda no pertenecían al mundo del Dios.
Las delicadas facciones mostraban ira, desconfianza y cautela. Sus ojos habían escaneado la oficina entera tan pronto salió de la lámpara cuando fue frotada. Se mantenía en silencio, no había dicho ni una sola palabra desde que apareció en la espesa nube de humo carmesí. La habitación se sentía bochornosa desde que se apareció.
Fumus tomó la lámpara entre sus manos, el metal temblado aun cuando nadie la tocaba. Sentía la magia pesada en el objeto, obviamente era magia de un Diablo y comprobaba que no era de Satanick. Quien fuera quien selló a esa mujer había hecho un buen trabajo, ya que sentía y se notaba que la mujer frente suyo no era un contrincante fácil o débil. Dejó la lámpara en la mesa de nuevo y entrelazó sus dedos, regresando la mirada a la mujer.
—Escucha—. Comenzó ella, dulce voz que sin duda no era capaz de parecer severa o siquiera amenazadora. —No quiero causar problemas, sólo deseo regresar con el señor Ivlis—.
El Dios asintió, el nombre le era conocido, recordaba que Satanick lo había mencionado una o dos veces, pero era incapaz de colocarle rostro; no lo recordaba, era tan poco memorable que Fumus no podía recordar o siquiera imaginar al dueño del nombre.
—Puedo llevarte con él—. Se levantó y rodeó el escritorio, la mujer mirándolo. —Lamentablemente no puedo hacerlo si no me das detalles, un nombre sirve de poco—.
Se acercó a la cafetera y la encendió, el traqueteo del artefacto y el olor a café inundando la habitación. Tomó dos tazas y cuando estuvo listo sirvió en ambas, acercándose a la fémina le entregó una. Lo miró desconfiada, hasta levantar ambas manos y tomar la pequeña taza con problemas en sus garras.
Se alejó de ella y tomó asiento en uno de los sofás, la mujer siguiéndolo con la mirada. El Dios bebió un poco, sus ojos fijos en la esbelta figura de la mujer. Los delicados hombros, el vientre y la manera en la que el top cubría los senos. El tatuaje de un sol en el lado izquierdo de sus costillas. Vestimentas curiosas por decir lo menos.
La mujer suspiró, pareciendo resignada y se acercó, tomando asiento en el otro sofá y quedando frente suyo. Sus facciones tornándose más melancólicas y tristes, frunciendo sus cejas con pesar y mordiéndose los labios hasta dejarlos rojizos.
—Te agradecería mucho si pudieras llevarme con él—.
—Haré lo posible—. Y sonrió con confort. —Mi trabajo como Dios es ayudar a quienes lo necesitan—.
La mujer soltó una risa, corta y sonando más bien cansada, levantó la mirada. —El único Dios que conocí era cruel y despiadado, haciendo lo que quería sin pensar en los demás—.
Fumus asintió de nuevo. —No tienes que preocuparte, no todos somos así—.
—Sí... y me alegro de ello—. Su sonrisa se tornó más dulce, más alegre. —Soy Rieta, ayúdeme a regresar a mi hogar, por favor—.
Que hermosa sonrisa, esperanzada e ilusionada. Sus ojos perdiendo la cautela y ahora mostrándose brillantes y alegres. Hombros relajados y sus garras sosteniendo la taza con delicadeza. Su voz cantarina y melódica sonando sincera en su plegaria. Su rostro viéndose mucho más preciosos ahora sin las cejas fruncidas o los labios rectos.
Era nuevo, atrayente, curioso. Excitante. Era una joya exótica y desconocida que había caído en sus manos. Algo que Fumus no iba a dejar ir, quería jugar con ella; quería ver sus límites y romperlos todos. Quería verla destrozada y en llanto. Quería ver si se sobrepondría y mantendría la mente en la meta o caería presa de la desesperación. Quería hacer tanto y no sabía por donde comenzar; ¿romperla hasta hacerla una simple muñeca carente de mente y convicción? ¿Convertirla en un siervo fiel? ¿O quizá un amante nuevo? Sonrió de nuevo, ahora con más soltura.
—Confía en mí, Rieta—.
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Cogieron en el sofá, fin.
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One shot, One kill
FanfictionFumus es alguien ocupado; tiene un cielo que mandar y un mundo que cuidar. Pero entre tarea y tarea pasan algunos "imprevistos". Advertencias que se irán sumando conforme los one-shot's: *Incesto. *Sadomasoquismo. *Sexo implícito/explícito. *Insin...