Atención

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Advertencias: Sexo implícito.

Aviso: Uso a una ángel llamada Nemofi (de cabello y ojos azules).

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La ángel estaba temblando aun cuando su cuerpo estaba en llamas; sentía lava correr por sus venas y el tacto ajeno dejaba un rastro de fuego, haciéndola suspirar y temblar. Su respiración era ofuscada, sus respiraciones largas buscando algo, no sabía si calmar su acelerado corazón o simplemente recordarse que debía respirar.

Estaba agradecida que no podía verlo, ya estaba demasiado avergonzada y si le viera al rostro sin duda se moriría de pena; sentía que estaba al borde de la muerte por lo que estaban haciendo y los besos que habían compartido minutos antes casi causan su desmayo. Pero fue fuerte y se forzó a no dejarse embriagar demasiado por las sensaciones, no quería hacer el ridículo.

Un jadeo salió de sus labios y no fue capaz de detenerlo. Las manos en sus senos apretaron, haciendo que una sensación de dolor y placer recorriera su cuerpo en segundos. Ladeó la cabeza, intentando no ver las manos del Dios juguetear con su pecho. Los ojos azules de la ángel miraron a otro lado.

Nemofi continuaba vestida, su vestido blanco cubriéndola por completo, pero se sentía desnuda ante la atención del Dios. Las manos ajenas acariciaban a la ángel por sobre las finas telas. El cuerpo firme detrás de ella y el calor ajeno hacía que su cabeza diera vueltas. Estar sentada en el regazo del Dios tampoco ayudaba.

La ángel no quería ver qué pasaba; sus piernas estaban firmemente cerradas, porque tenía miedo y vergüenza de que el Dios quisiera tocarla más allá. No era porque temiera de él, temía de sí misma porque cada vez perdía más la cordura con la atención que le daba y le daba terror hacer algo vulgar y faltarle el respeto a Dios.

Sus brazos los movía, no sabía qué hacer con ellos. Una mano la tenía cerca de su rostro y a veces se cubría la boca para callar gemidos y a veces se cubría los ojos por vergüenza. Arqueó la espalda y se mordió los labios cuando las manos volvieron a apretar sus senos, el dolor y placer mezclándose; una parte de ella quería sentir la piel ajena contra la suya, quitar la tela incomoda.

No estaban avanzando a ningún lado y Nemofi sentía el calor acumularse en su vientre, su cuerpo cada vez más sensible e impaciente. No quería decir nada, no quería pedir nada. Estaba ahí porque Dios se lo había pedido e iban al tiempo de la deidad; si él quería jugar así, entonces debía aceptarlo y ya.

Se sobresaltó y un grito salió de su garganta. Abrió los ojos y miró a su propio regazo; sus piernas firmemente cerradas, pero la mano ajena bajo la tela del vestido y tocando su intimidad. Nemofi sostuvo el brazo que la abrazaba por la cintura. Sintió los dedos acariciarla, la tela de su ropa interior mojada. Jadeó cuando sintió los dedos moverse, apenas frotando y dando un poco de presión.

Cerró los ojos y tembló de nuevo, jadeando. El placer corriendo por su cuerpo haciéndola olvidar la vergüenza de momento. Se recargó en el Dios, dejando su cabeza en el hombro de la deidad y le miró. Fumus veía lo que hacía, sus ojos atentos y expresión estoica; contrario a Nemofi que tenía el rostro ruborizado, el Dios no estaba afectado.

La ángel sintió el contacto directo de los dedos de la deidad contra su intimidad y gimió, sus piernas temblando y no sabía si abrirlas o mantenerlas cerradas; sentía las puntas de los dedos juguetear con ella, sentía mojar su ropa interior cada vez más. Un dedo se forzó dentro de ella, sintiendo más placer que dolor, Nemofi cerró los ojos; antes de hacerlo notó una sutil sonrisa en los labios de la deidad.

One shot, One killDonde viven las historias. Descúbrelo ahora