Plaything

524 29 31
                                    

Advertencias: Violencia, armas punzo cortantes, apuñalamiento, sangre. Fumus.

Subí una versión censurada y más light a Amino, pero como no tengo autocontrol pues todo escaló hasta esto, lol.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*  

Moge-ko estaba perdida, pero prefería estar perdida a tener a la maldita de Yonaka detrás suyo. Aunque tampoco le hacía gracia estar pedida, estaba confundida y molesta. Bufó para sí, sus manos intentando deshacerse del collar de perro en su cuello, el cuero y la pesada hebilla se resistían a su fuerza.

Refunfuñó y dejó caer las manos a sus costados, dedicó una mirada alrededor. El lugar era enorme, un palacio blanco y casi tan grande como el castillo mogeko. Yonaka había ido ahí a algo y decidió llevarse a Moge-ko, le colocó la correa y la jaló contra sus deseos hasta ese desconocido y aburrido lugar.

Moge-ko fue lista, logró librarse de Yonaka tan pronto se distrajo la chica y ahora estaba deambulando por los pasillos. Ahora se encontraba perdida en un lugar desconocido y cuando intentó regresar sobre sus pasos terminó perdiéndose aún más; ese lugar era demasiado coherente como para que la inestable mente de Moge-ko lo comprendiera.

Se cruzó de brazos, mirando por las diversas ventanas, sólo veía luz en el exterior; un vasto plano carente de fauna o flora. Era como si el palacio estuviera en la nada absoluta, flotando en el vacío mismo y eso era emocionante. Lo que no era emocionante era la carencia de gente en tan enorme lugar.

¿Dónde estaba la gente? Quería jugar con ellos un rato, desahogarse por todo lo que le hacía Yonaka. Quería sentirse llena de energía una vez más, disfrutar de los gritos llenos de dolor y de la sangre en sus manos, de las suplicas lastimeras y cobardes. Quería divertirse.

Y pareció que sus suplicas habían sido escuchadas, escuchó pasos por el otro lado del pasillo y dirigió la mirada hacia el lugar. Desde el otro extremo alguien se acercaba con tranquilidad, Moge-ko sonrió alegre y corrió hacia la otra persona, sus pasos creando un estruendo en el silencioso lugar.

Entre más se acercaba logró ver que se trataba de un hombre, su cabello grisáceo y ojos cansados no eran nada atrayentes; no era una chica de preparatoria, pero Moge-ko no tenía derecho a quejarse. Con una enorme sonrisa se acercó hasta el hombre, deteniéndose frente suyo y obligando a parar a él también.

—¡Hola! ¡Soy Moge-ko! ¡Pero tú puedes llamarme reina Moge-ko, me gustan los malvaviscos y macarones, las siestas y el prosciutto! —. Se presentó, su voz estridente en el pasillo.

El hombre le miró unos largos segundos, escaneándola de pies a cabeza para al final ignorarla. La evitó, girando y siguiendo su camino, dejando a Moge-ko plantada e ignorada, cosa que estaba enfadando a la rubia. Apretó los dientes y miró por sobre su hombro, observando al hombre andar con la misma calma de antes.

Moge-ko no iba a permitir que nadie la ignorase, ¿quién se creía? Se giró y le siguió, interceptándolo de nuevo, colocándose enfrente suyo. Para eso el hombre arqueó una ceja, viéndose entre confundido y exasperado.

—Moge-ko acaba de presentarse, como la buena niña que es—. Lo señaló. —Ahora tú debes presentarte ante Moge-ko—.

El hombre negó y la volvió a evitar. —Deja de molestar, niña—.

Fumus planeaba seguir su camino, ignorando a la desconocida niña que chillaba por atención, tenían junta todas las deidades con lord Prosciutto y no tenía el tiempo para lidiar con una mocosa insoportable. Anduvo un par de metros hasta que la misma cabellera rubia apareció frente suyo, comenzaba a molestarlo en verdad.

One shot, One killDonde viven las historias. Descúbrelo ahora