One shot, One kill

Porcelana

Aviso: Esto esta inspirado en la teoría/headcanon de Just_Taffy, donde dice que Envi fue un ángel y trabajó para Fumus. 

Advertencias: Violencia, intimidación, humillación, sexo oral no consensual.

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Había cosas que rompían el temple de Envi, Licorice era una, el hijo de su Diablo le ponía de mal humor y simplemente lo detestaba. La falta de seriedad de sus compañeros también, especialmente Roc que le estresaba bastante seguido. Y, aunque quisiera negarlo, a veces Satanick lograba sacarlo de sus casillas los peores días.

Pero eran escenarios a los cuales estaba acostumbrado y sabía cómo lidiar con ellos, no era difícil poner en línea a los demás subordinados y mucho menos era lidiar con aquel niño malcriado. Sin embargo, Envi tenía un límite, un límite que muy pocos conocían y que muchos menos podían explotar en su contra.

No temblaba al servir el té, sostenía la tetera de porcelana con firmeza, sirviendo el líquido caliente en las tazas a juego; el material blanco impoluto con ornamentación negra en los bordes. La aromática fragancia de la valeriana era sutil, el discreto aroma siendo opacado y echo a un lado con violencia por el pesado olor a tabaco.

Dejó la tetera en su lugar y procedió a colocar el azúcar en las tazas, dos cubos para una y la mitad de otro para la acompañante. Llevó las tazas, sobre sus platos, a las deidades. Satanick parloteando sin sentido aceptó el té y comenzó a agitarlo con la pequeña cuchara de metal, disolviendo el azúcar.

Fumus dejó el cigarro en el cenicero a su lado antes de tomar la taza. Agitó el té, con menos violencia que Satanick y dio un pequeño trago, desviando la mirada de su hermano menor miró la taza con curiosidad.

La mitad del cubo se había disuelto, dejando un sabor dulzón que no era molesto o empalagoso. Estaba bien, era como pedía que fuera preparado el té en el cielo; algo que todos sus ángeles sabían. Observó al fondo de la habitación, callado e inmóvil, el demonio les daba privacidad. No recordaba haberle dicho al demonio como preparar la bebida ni que le fuera preguntado.

Fumus bebió un poco más, sus ojos fijos en el demonio de cabello largo y en sus oídos la plática sin sentido de Satanick. El demonio mantenía la mirada baja, evitando unir su mirada con la de él; un gesto que podía ser de respeto o de miedo. Regresó la mirada a su hermano, quien continuaba hablando para sí mismo.

—Satanick—. Llamó, parando el balbuceo. —Si no tienes nada bueno que decir lárgate—.

El Diablo se quejó. —Es mi oficina, ¿por qué me sacas? —.

Aun con sus quejas y puchero el menor se levantó, dejó la taza en la mesa de centro y caminó hasta la puerta. El Dios escuchó los pasos y como la puerta era abierta, un segundo par de pasos retumbó.

—Tú no—. Dijo sin moverse. —Satanick se va, tú te quedas—.

Lo siguiente que se escuchó fue la puerta cerrándose, dejando al demonio y al Dios solos. Podían oír los pasos del Diablo alejarse hasta desvanecer por completo, durante los minutos Fumus se terminó la bebida. Con la cuchara golpeó con delicadeza la taza, el tintineo rompiendo el tenso ambiente.

Envi se acercó a él dando largos y pesados pasos, cuando cerca tomó la tetera y le volvió a servir al Dios. Fumus observando con ojo crítico las acciones del demonio, Envi cortó un cubo de azúcar por la mitad y con delicadeza lo introdujo a la taza del Dios. Fumus movió el té, deshaciendo el sólido en el líquido.

—Las costumbres son difíciles de olvidar, ¿verdad, Envi? —.

El demonio se quedó rígido en su lugar, aun sosteniendo la tetera, sus ojos fijos en la mesa de centro. Su corazón se disparó al instante y su garganta se cerró. Fumus sonrió ante la obvia reacción del que alguna vez le sirvió.