Empire I ( Metamorphosis ) [ Finalizada ]

Episodio 68

— Fuimos juntas, cazamos juntas en el bosque, dormimos acurrucadas alrededor de la otra en un claro como este.– Lisa respiraba con dificultad, con las piernas apretadas, la pelvis levantada en la mano de Jennie. Apretó los dientes, necesitando liberarse.

— Esto no es un sueño, ¿verdad? – Susurró Jennie, raspando sus caninos por la garganta de Lalisa. Lisa apretó la nuca de Jennie, impidiéndole que se moviera más abajo, que la mordiera de nuevo. La plata cubrió su vientre. Ella susurró: – No. Esto no es un sueño.

— Quiero sentirte correrte. ¿Quieres hacerlo, no?– Jennie lamió el cuello de Lisa.

— Dime qué quieres.

— Más fuerte. Presiona más fuerte.– Jennie se empujó sobre su codo y masajeó la base del clítoris de Lisa.

— ¿Te gusta esto? – El rostro de Lisa cambió, se puso más anguloso, sus ojos brillaban de oro. Sus palabras salieron con un gruñido.

— Sí.

— ¿Tal vez así?– Jennie rodó las glándulas profundas, apretando suavemente.

— Sí.

Lisa se estremeció y sus caninos brillaron contra su labio inferior. Su clítoris se estremeció contra la palma de Jennie. Estaba tan cerca. Su lobo subió, furioso por ser dominado y negado. Lisa gruñó y se levantó, tratando de obligar a Jennie a ponerse de espaldas. Para tomarla, correrse en ella. Reclamarla.

— No. – Jennie murmuró suavemente, presionando su boca contra el oído de Lisa, sujetándola con sólo su mano en el sexo de Lisa.

— Déjame que te complazca. –Recordó el sueño y el peso de Lisa contra su espalda, sujetándola a la tierra. Ella lamió el borde de la mandíbula de Lisa y la besó de nuevo, dando vueltas en Lisa más rápido y más duro.

— Déjame que te complazca. Alfa. – Lisa se arqueó, con las garras clavadas en el hombro de Jennie.

–Sí.

– Eso es todo. – Jennie apretó fuertemente el sexo pulsante de Lisa.

— Córrete sobre mí.

— Sí. – gritó Lisa, restregándose en la mano de Jennie.

Jennie tiró de Lisa en sus brazos y se apoyó contra el tronco caído, acariciando la espalda de Lisa hasta que la respiración de Lisa se calmó. Acarició el estómago de Lalisa y tocó su clítoris suavemente. Lisa gruñó perezosamente.

— Todavía estás dura. ¿Qué necesitas?

— Nada. — suspiró Lisa, más contenta de lo que ella esperaba.

Jennie no le creía, pero no podía exigir más. No tenía idea de su eventual lugar en la manada o si ella incluso viviría lo suficiente como para descubrirlo. Lisa era el corazón de la manada, y Jennie no podía reclamar nada de ella. La sostuvo, aprendiendo de memoria cada detalle, el calor de su cuerpo, su aroma, el sonido de su respiración y apreció la conexión que nunca podría tener.