Capítulo 30

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Nunca quiero dejar a Bárbara otra vez, pensó Macarena mientras se acostaba con ella. La morena cubrió su cuerpo con el de ella, cálido, suave, demasiado cubierto. Los labios no dieron un respiro, fueron buscados ansiosamente como si hubieran pasado años desde que se reencontraron. Ella no quería dejar ir a Bárbara. Nunca más. Y qué delicia saber que no necesitaba soltarla; que era suficiente para sostener a la morena más y más cerca que la reciprocidad haría el resto. Y cómo era recíproca Bárbara.

- Te amo. - Murmuró contra labios suaves. - Te amo, te amo ... Te amo mucho, mi amor.

Fue todo lo que Macarena logró decir cuando Barbara extendió besos llorosos en su rostro. La agarró con todo lo que pudo, sintiendo que cada parte de su cuerpo se llenaba por ella.

- Perdóname, mi amor.

- No tienes que pedirme perdón. - Barbara jadeó contra los labios de Macarena. Apenas podía creer que realmente estaba sucediendo. - Olvídalo.

- Si debo. - Dijo con pesar, pero Bárbara comenzó a besar su cuello, y todo su razonamiento desapareció de inmediato. - Te abandoné. Estaba debil. Te hice venir hasta acá.

Barbara se apartó del cuello de su amante para encontrarse con esos ojos oceánicos. Cómo extrañaba su brillo.

- Pasaría por el infierno por ir detrás de ti, Macarena.

- Deja de decir esas cosas. - Dijo en un puchero. - No es justo. Más cuando te dejé así ...

- Me hiciste enamorarme de ti, eso es todo lo que importa.

Acarició la cara de Bárbara con sus dedos largos y presionó su nariz contra la de ella. Su corazón estalló de felicidad en su pecho. Qué agradable era sentir su piel contra la de él, su sonrisa contra su piel y el olor de ella. Se sintió como si hubieran pasado años, pero solo habían pasado unas pocas horas. Y ahora estaba allí ... feliz como nunca.

- Suficiente huyendo de mí, Macarena Achaga. - dijo Barbara con una pequeña sonrisa, la felicidad no cabía en su pecho. - Vamos a casa, por favor.

- Vamos. Vamos a nuestra casa. - Murmuró, y luego abrazó a Barbara con tanta fuerza que la morena apoyó la cara en su cuello. - Te amo.

- Te amo.

Sin embargo, el agotamiento emocional de la conversación no les permitió levantarse de la cama, mucho menos moverse de la cómoda posición en la que se encontraban. Y realmente no querían irse, pero esa cama era demasiado incómoda y la habitación olía mal. Barbara pensó que Macarena merecía mucho más. Pero, ¿cómo salir de esa comodidad en ese momento? No quería. Quería vivir en los brazos de Macarena. Entonces se quedó allí tanto como sea posible; si eran horas, segundos o días, ella no lo sabría; Macarena se acarició el cabello, su aroma estaba en todas partes y nunca había sido más feliz.

Pero la cama crujió, el olor a humedad ya era demasiado, más de lo que podía soportar.

- Te sacaré de aquí.

- Sinceramente, no quiero irme de aquí.

- De esta habitación, no de mis brazos.

- Si?

- Sí. - Bárbara se levantó de inmediato, Macarena perdió el calor y miró a la morena. - Vamos, no puedo tomar otro minuto en esta horrible habitación.

- Pagué por dos noches.

- No me importa.

- A mi si.

Barbara se arrodilló en la cama y tomó las manos de Macarena.

- Eres mi esposa, Macarena. Nunca aceptaré que tengas menos de lo que mereces. Y te mereces mucho más que esta habitación desmoronada. Si quieres quedarte en esta ciudad, lo haremos, pero no aquí. No en este cuarto.

El mar de tu mirada | Barbarena I Terminada I EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora