Capítulo 7 - Interesante

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Es domingo y, como todas las mañanas, Raoul ha salido de casa a pasear a Milo con su balón, pues el hecho de tener que pasear al perro es la excusa perfecta para escabullirse un tiempo de sus tareas e ir a cualquier parque a tirar unas canastas. Viéndolos a los dos por la calle no sabrías quien pasea a quien, ya que a ratos es el cachorro quien debe frenar a su dueño para que le deje hacer sus necesidades, mear como mínimo. El rubio se alegra de que Milo aún sea joven y esté dispuesto a aguantar sus arranques como parte de un juego, pues cree con firmeza que si su mascota fuera anciana ya se hubiese llevado más de un mordisco al meterle prisa.

-Va, Milo -pide impaciente el chico mientras el perro olisquea un árbol- en el parque hay muchos árboles, ahí puedes olerlos todos

Milo se limita a mirar a su dueño con curiosidad e inclinar la cabeza con cada palabra que logra comprender.

-¿Vamos al parque? -pregunta Raoul agudizando su tono de voz, acto al que el perro responde levantando las orejas- ¿vamos?

El cachorro suelta un ladrido casi tan agudo como la voz que ha fingido su dueño para después salir corriendo a toda velocidad en la dirección que le indica el chico entre carcajadas.

-¡Muy bien, Milo! -lo felicita Raoul empezando a correr detrás de él

Perro y dueño llegan en una carrera, que acaba ganando el primero, al parque favorito de ambos, pues además de una infinidad de árboles y hierbajos donde dejar la huella, hay una cancha de baloncesto gigantesca y, al ser medianamente temprano, está completamente vacío.

Bueno, casi vacío.

Raoul se sorprende al ver a alguien sentado sobre el respaldo de uno de los bancos, con la capucha de la sudadera puesta a pesar de estar aún en octubre y con la única distracción de juguetear con los dedos con un cigarrillo entre calada y calada. Su sorpresa se incrementa al darse cuenta de que conoce a ese chico.

-¿Agoney? -pregunta el rubio haciendo que el otro alce la cabeza confirmando sus sospechas- hola ¿qué haces aquí tan temprano?

-¿Te importa acaso? -suelta el canario sonando mucho más borde de lo pretendido

Raoul pone los ojos en blanco y da media vuelta dispuesto a irse a la pista, pues no le apetece amargarse el día con una de sus peleas absurdas con el canario, cuando unas palabras le hacen girar sobre sí mismo de nuevo.

-No me gusta estar en casa -se sorbe la nariz el más mayor agachando la cabeza

"¿Ha estado llorando?" se plantea la posibilidad el catalán ante el gesto contrario.

-Aquí me siento mejor -confiesa Agoney levantando la cabeza una vez se ha calmado

Raoul se muere de curiosidad por saber qué le habrá pasado al canario para que reaccione así, pero viendo cómo sigue algo a la defensiva, decide no insistir e intentar ayudarle de otra forma.

-Pues yo estaba paseando a Milo con mi balón favorito y casualmente en este parque hay una cancha maravillosa... -explica el menor- ¿quieres que juguemos un rato?

-No quiero tu compasión, Raoul -sentencia el moreno con total seriedad

-¿Quién ha dicho nada de compasión? Voy a ser tan duro como siempre, chulito, que no me olvido de lo cenutrio que fuiste ayer -alza las cejas reiteradamente el catalán haciendo reír al contrario, hecho por el que se debe felicitar mentalmente a sí mismo

-¿A quién llamas tú cenutrio, pijito? -se pica Agoney levantándose del banco para tirar el pitillo al suelo y empezar a andar hacia Raoul- te voy a dar una paliza

-Qué violento -bromea el catalán esperando la llegada del contrario

-Una paliza al baloncesto, subnormal -rueda los ojos Agoney deteniéndose a unos pocos centímetros de Raoul

TIEMPO MUERTO (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora