Capítulo 39 - Libertad

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Holi, me paso por aquí para avisar que este capítulo contiene escenas de sexo explícito, más o menos, que leéis bajo vuestra responsabilidad. Espero que os guste 🔞

La risita nerviosa del menor, que acompaña al sonido de la cerradura al abrirse la puerta, es el pistoletazo de salida para todos los hechos que se desencadenarán a lo largo de la noche.

Es Agoney quien entra primero, seguido muy de cerca por Raoul que, como si de un koala bebé se tratase, avanza a paso lento a sus espaldas rodeando el estómago contrario con sus propios brazos. Con la mano que tiene libre, la que no sujeta la llave, el canario se asegura de hacerle saber al rubio que el gesto no le desagrada, posándola sobre el dorso de sus manos y dejando de tanto en tanto caricias casi imperceptibles sobre su piel.

La penumbra y el silencio sepulcral con los que les recibe el piso les dan a entender que, como esperaban, se encuentran solos. Aún así, el moreno opta por asegurarse del todo.

-¡¿Papá?! -grita algo nervioso- ¡Ya volví! ¡¿Papá?! -unos segundos más de incertidumbre hasta que se voltea sonriente para encarar de nuevo a su presa voluntaria- Vía libre, rubito

Automáticamente, Raoul se lanza de lleno a beberse esos labios que, pese a ser todo lo que quiere, no logran saciarle nunca lo suficiente. Sus bocas chocan violentas y fieras buscando la desaparición conjunta entre dientes, saliva, desesperación y puede que algunos restos de tequila, sal y limón. Y una vez se encuentran, se beben sin dudarlo. Se beben a morro, sin ascos ni miedos, se beben hasta dejarse completamente secos.

Siguiendo el ejemplo de los labios, sus cuerpos se pegan con la intención de impedir hasta el paso del aire entre ellos. Las manos, ágiles y ansiosas, tantean el terreno. Las de Raoul fijan su objetivo en acariciar por encima del pantalón los melocotones que tiene por glúteos su no-novio. Las de Agoney, delinean todos los músculos que comprenden la espalda y hombros del rubio sin dejarse ni un rincón por investigar ni memorizar.

Y de repente calor. Mucho calor. Calor de finales de mayo en el ambiente que les rodea, calor natural que desprenden sus cuerpos por cada poro al impactar el uno contra el otro, calor sobrehumano que arde bajo la piel de forma semipermanente. Calor en su bajo vientre que se intensifica con cada movimiento del contrario.

Raoul no aguanta más y manda a volar la camisa que tomó prestada de su hermano por los aires. Ni siquiera sabe dónde ha caído, pero ya la buscará. Su única prioridad es regresar a los labios de Agoney, a los que se aferra como si la vida le fuera en ello, como si fueran su único sustento de oxígeno en medio de la nada. Aunque, realmente, algo similar había supuesto la llegada de uno a la vida del otro y viceversa.

-Te quiero -jadea el canario entre beso y beso- te quiero -lo vuelve a besar- te adoro, te quiero

-No hace falta que me lo digas todo el rato, Ago -ríe Raoul sobre los labios contrarios antes de propinarle un pequeño mordisco en el labio inferior que le hace gemir

-Necesito que lo tengas claro -le da un pico- no te quiero para hacer esto -profundiza más este beso que el anterior- hago esto porque te quiero -otro beso más- mucho

Y si no tuviera toda la sangre acumulada en la parte inferior de su cuerpo, Raoul se pondría a llorar ahí mismo de la felicidad. Agoney iba en serio cuando le dijo que se había propuesto hacerle sentir querido cada vez que mantuvieran relaciones sexuales. Y, de momento, lo estaba consiguiendo con mucho éxito.

-Yo también te adoro -sonríe el catalán antes de borrarle la duda al canario a base de besos, mordiscos y lametazos

Tras ayudar a Agoney a quitarse la camiseta también, los dos chicos avanzan a tientas por el salón sin separarse ni una milésima de segundo. Lo único que les detiene es el borde del sofá cuando golpea los gemelos del mayor logrando hacerlos trastabillar y tirándolos a uno encima del otro.

TIEMPO MUERTO (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora