Capítulo 22 - Gilipollas

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Está preocupado. Muy preocupado, de hecho. Agoney no ha venido a clase y él nunca falta. Él que siempre busca cualquier excusa para no estar en casa... todo es muy raro. Enfermo no está, pues ayer mismo Raoul se pasó toda la tarde con el canario y no mostró ningún síntoma. Mucho menos ha hecho pellas, de ser así Alfred no estaría en clase, pues el catalán es el fiel compañero de fuga del moreno.

Las opciones se le acaban y siente que va a morir de la incertidumbre. ¿Tendrá algo que ver el beso que se dieron? O peor, ¿tendrá que ver con su padre?

Al terminar la segunda hora de clases decide que no puede aguantar más y opta por plantarse frente el pupitre de Alfred con una pregunta mucho más que directa.

-¿Tú sabes qué le pasa a Agoney?

-Buenos días, Raoul, estoy genial, muchísimas gracias por preguntar -suelta con ironía el moreno

Solo en ese momento, al encararlo, el rubio se percata de que luce unas ojeras realmente marcadas. Sumando uno más uno, entre el aspecto que tiene y el tono amargo en su voz y sus palabras, deduce que Alfred tampoco está pasando su mejor momento.

-Lo siento, pero la pregunta va en serio -hace una mueca de arrepentimiento el menor al ser sabedor de que no ha sido muy amable con el chico

-¿Qué te hace pensar que yo lo sé? -pregunta Alfred sin cambiar su expresión facial

-Eres su mejor amigo, ¿no? -razona Raoul- Si alguien lo sabe, ese eres tú

-Agoney se guarda mucha mierda dentro, Raoul, hay muchas cosas que yo no sé -explica el de rizos encogiendose de hombros

-¿Lo sabes o no? -se enerva el rubio

-Lo sé -acaba confesando el otro chico

-¿Y bien?

-No te lo voy a decir, es cosa suya -pone una mueca sincera de lástima- lo siento

-¿Puedes al menos aclararme una cosa, por favor? -pide Raoul

Y no sabe si es por la verdadera preocupación que distingue en sus pupilas o porque de tanto oír hablar bien de él le ha acabado cogiendo algo de cariño, pero Alfred se limita a asentir levemente.

-Dispara, anda -cede el moreno

El rubio permite sonreír. Al menos no se marchará con las manos vacías.

El problema ahora es decidirse por cuál de las dos dudas que más le preocupan quiere quitarse de encima. Una le afecta a él directamente, la otra es bastante más dura.

Tras tomarse un tiempo para pensarlo, opta por ser un poquito egoísta por una vez en la vida.

-¿Tiene algo que ver conmigo? -suelta a bocajarro el menor

Antes de responder, Alfred suelta una pequeña carcajada que logra irritar un poco a Raoul, pues él no lo considera algo gracioso.

-Si eso es lo que te preocupa... no, Raoul, a Agoney le encanta comerte la boca y si tú estás de acuerdo, él es felicísimo haciéndolo -confiesa el amigo del canario con una sonrisa sincera

-Vale, gracias -se sonroja por las palabras del otro catalán

Raoul se dispone a irse pero el contrario se lo impide agarrandolo de la muñeca con la intención de que vuelva a mirarle.

-Escúchame bien, Raoul, ni por un segundo dudes que tú eres algo positivo en la vida de Agoney, ¿sí? De verdad que no te haces una idea del bien que le haces -afirma con seriedad el mayor

-Gracias, Alfred... yo... gracias -sonríe algo más aliviado el rubio antes de regresar a su sitio

Como era de esperar, el canario tampoco se digna a aparecer por clase el resto del día.

TIEMPO MUERTO (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora