Capítulo 36 - Ayúdame

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Suena la sirena que marca el final del recreo. Agoney, que aprovechando la ausencia de sus amigos ha decidido salir fuera para fumarse un cigarro -el último... probablemente-, regresa al interior del edificio para ir a su siguiente clase.

En lo que llevan de mañana le han dado la nota de inglés, la de mates y la del trabajo de catalán. Sorpendentemente lo ha aprobado todo. Quizás la amenaza que lleva arrastrando desde hace unas semanas por parte del director tiene algo que ver. "O apruebas o te quedas sin ir al nacional" le había dicho hace unos días Tinet.

Y claro, ahora que le había cogido el gusto al baloncesto, no se lo iban a quitar por esa tontería.

-¿Qué haces tan solito? -pregunta una voz bien conocida por el canario a sus espaldas

-Ya ves, pues que nadie me quiere -pone un puchero arrepintiendose al instante al ver el gesto de preocupación que ha adoptado el rostro contrario- es broma, Raoul, Mimi se encuentra fatal por el temilla de la pequita y Al la está cuidando

-Pues haberte venido con nosotros que también te queremos mucho -sentencia el rubio suavizando su expresión y apretujando al moreno entre sus brazos- hueles a tabaco -vuelve a fruncir el ceño

-Es el último, te lo prometo

-Me dijiste eso mismo anteayer -alza una ceja escéptico

-Pero ahora voy en serio -le pone ojitos de cordero el canario

-Eso le funciona a Milo, a ti no -ríe Raoul engullendose las ganas de comerle la cara a besos

-Mira -Agoney lleva la mano al bolsillo trasero de sus vaqueros para sacar el paquete de tabaco y abrirlo- me quedan cuatro cigarrillos, cuando se me acaben, se acabó el fumar para siempre

-Pero no me intentes convencer a mí, convencete a ti -suelta una tímida carcajada el catalán- engañate tú, porque a mi no

-Hombre de poca fe... -finge indignarse el tinerfeño

Ambos empiezan a andar mano a mano con la intención de regresar a su aula para la clase de historia. Un grito al fondo del pasillo cambia la dirección de su suerte. El día estaba siendo muy bonito.

-¡Hernández!

Los dos chicos se voltean sobresaltados logrando ver al director del centro avanzando a toda velocidad hacia ellos.

-¡Agoney Hernández!

-¿Qué has hecho ahora? -entrecierra los ojos el rubio

-¡Yo nada! Si estuve todo el rato contigo -alza las manos defendiendo su presunción de inocencia

-Acompañame a mi despacho, ¡ya! -ordena furioso el más mayor

-Tengo clase ahora -señala el aula que está a un par de metros

-Bueno, pues luego vuelves y te unes por donde vayan -sentencia Tinet- ahora acompañame

-¿Puedo saber de qué se me acusa?

-Como si no lo supieras...

-Ehm... no, no lo sé -parpadea de forma continuada el moreno

-Entonces sígueme que te hago memoria -empieza a andar- y tú, Vázquez, ¡a clase!

Con una mueca apenada, Raoul se despide de Agoney para entrar en el aula mientras que el segundo se limita a seguir los pasos del director hasta la sala que reconoce ya como su segunda casa: el despacho de Tinet.

Nada más entrar, el chico toma asiento mientras el mayor prefiere pasearse de un lado a otro de la sala, buscando las palabras adecuadas para hacerle confesar. Finalmente, opta por sacar algo del cajón del escritorio y posarlo con un golpe firme y seco sobre la mesa.

TIEMPO MUERTO (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora