Capítulo 31 - Sentir

2.2K 193 450
                                    

La calma física que les otorga el techo del portal de Raoul al cubrirlos de la lluvia baila un vals con la tormenta emocional que supone el estar más cerca de la charla que ambos saben que deben tener y ninguno se atreve a empezar.

El primer contratiempo al que deben hacer frente los dos chicos nada más adentrarse en la casa mide uno ochenta y dos y los observa con unos ojos que guardan el mar más agitado en el que Agoney se ha sumergido jamás.

-¿Qué hace aquí? -pregunta un furioso Álvaro que, bajo las deducciones de Agoney, debe estar al corriente de lo ocurrido

-Está herido, quiero ayudarle y me merezco una conversación -razona el rubio- no te metas, tete

-Si después de eso se va a ir dejándote como te dejó el otro día, que se vaya ahora -afirma con dureza el mayor

-Álvaro -lo riñe su hermano- no te pases, te he dicho que no te metas

-Como veas -se encoge de hombros el de ojos azules

Después de dedicarle una mirada cargada de rabia al canario, el mayor de los Vázquez desaparece de la puerta, dándoles acceso al baño, donde Raoul se hace con el botiquín y se dispone a curar bien la mano de Agoney.

-Tienes esto hinchadisimo -informa el catalán deshaciéndose de la venda que llevaba puesta el canario y moviendole con cuidado la mano- ¿te duele mucho?

-Un poco -pone una mueca de dolor el moreno

-¿Qué te has puesto? -pregunta Raoul

-Ehm... la venda

-¿Y ya está? -pone los ojos como platos el rubio

Agoney agacha la cabeza y asiente tímidamente.

-Voy a por hielo, no muevas mucho la mano -informa Raoul antes de levantarse y salir disparado del baño dejándose la puerta abierta

Puerta por la que entra un curioso Milo que no duda ni un segundo en dar un pequeño salto para apoyar sus patas delanteras en el muslo del canario. Necesitado de mimos y moviendo la cola a la velocidad de la luz, cuela su cabeza entre la mano buena y la pierna de Agoney para conseguir una caricia seguida de una risa cantarina.

-Hola, Milo -sonríe el canario al recibir el entusiasmo inocente del cachorro- no me merezco tu cariño, pequeñín, le hice mucho daño a tu tete

El perro, que solo entiende "Milo", "pequeñín", y "tete", llega a la conclusión de que Agoney habla de Raoul y se pone más contento aún, pues si habla de su tete pequeño seguro que le ha dicho algo bonito.

-¡Eh, bicho! -lo riñe el rubio al regresar al baño- no molestes a Ago, que está malito

El cachorro baja sus patas delanteras al suelo y, a paso lento y con el rabo entre las piernas, sale del cuarto de baño antes de que Raoul vuelva a cerrar la puerta.

-No me molestó, ¿eh? Es un amor -pone media sonrisa el canario sin saber muy bien cómo reaccionar al diminutivo usado por Raoul

-Mejor tenerlo fuera, que hace unos meses sacamos la venda para Álvaro y se volvía loco yendo detrás de ella -ríe el catalán ante el recuerdo

Después de aplicarle una pomada para el dolor y apretarle bien el vendaje, el catalán le pasa una bolsa de guisantes congelados para que la pose sobre la tela.

-¿Guisantes? -alza una ceja el moreno

-Es lo que más a mano tenía -ríe tímidamente el catalán- tienes que mantener el brazo en alto y ponerte el hielo durante unos veinte minutos

TIEMPO MUERTO (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora